Carlos Bonfil
Fotograma de Tres corazones, de Benoît Jacquot
Las afinidades
contrariadas. Algunos de los mejores dramas sentimentales en el cine
están estrechamente ligados al tema de la frustración amorosa. El
adulterio como impedimento mayor suele conducir a una pareja de amantes
clandestinos a un desenlace trágico –materia de melodrama– o a la
renuncia heroica como sublimación ideal de la pasión ilícita. Recuérdese
el formidable encuentro romántico que describe David Lean en Lo que no fue (Brief encounter, 1945), o la disección de los triángulos amorosos en el cine de François Truffaut (Jules y Jim, 1961; La piel suave, 1964). En el caso del realizador francés Benoît Jacquot (Las alas de la paloma, 1980; El séptimo cielo, 1997),
su reconocido gusto por la adaptación literaria y su predilección por
el oscuro romanticismo de una pasión contrariada por la adversidad,
refuerzan en su reciente cinta, Tres corazones (Trois coeurs,
2014), la seriedad y sensibilidad con que es capaz de abordar un tema
tan trillado como el de un adulterio castigado por la culpa.
La cinta propone una mezcla de drama sentimental y película de
suspenso (este último elemento queda enfatizado por una pista sonora
eficaz y muy sugerente). En la estación ferroviaria de provincia en la
que acaba de perder un tren para París, Marc (el belga Benoît
Poelvoorde), hombre taciturno de 47 años, conoce a Sylvie (Charlotte
Gainsbourg), de 40 años, y en el espacio de una sola noche se enamora de
ella. La pasión se ve sin embargo frustrada por una cita fallida, pues
el hombre, quien padece una afección cardiaca, tiene un infarto y por
esa razón pierde todo contacto con la mujer recién conquistada.
La manera hábil en que el cineasta prosigue y complica el
relato en un guión por momentos inverosímil (como conviene a una ficción
basada en caprichos del azar), adquiere mayor tensión dramática cuando
Marc, de manera inadvertida, termina casándose con Sophie (Chiara
Mastroianni), hermana de Sylvie. Las actuaciones justas de Poelvoorde,
actor capaz de transitar con enorme solvencia de la comedia al drama, y
de una Mastroianni menos estereotipada, más convincente e intensa que la
propia Gainsbourg, confieren fuerza y atractivo a este melodrama con
cargas de suspenso. No es la exploración perversa de una relación
amorosa, al estilo de un Chabrol, ni tampoco un retrato inclemente de la
provincia francesa. El territorio explorado aquí está más próximo a las
radiografías sensibles y perspicaces de Olivier Assayas (Los destinos sentimentales, 2000),
con algunos de sus dilemas morales y el peso de la culpa y la mentira
ensombreciendo toda posibilidad de realización amorosa.
Se exhibe en la sala 3 de la Ci
Se exhibe en la sala 3 de la Ci
neteca Nacional a las 12 y 17:30 horas.
Twitter: Carlos.Bonfil1
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