Para mi amigo Gerardo Cajiga, con mi solidaridad de siempre.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Estoy convencido de que Andrés Manuel
López Obrador (AMLO) va a obtener el sufragio de gran parte
(probablemente la mayoría) de los electores. En un sistema medianamente
democrático lo anterior permitiría augurar que tiene amplias
probabilidades de ser el próximo presidente de la República. Hay,
empero, diversas pruebas que deberá sortear quien quiera vencer a José
Antonio Meade y al PRI.
Veamos.
Primero. Es necesario recordar –por si alguien lo olvidara– que en
México no hay estado de derecho; hay, sin embargo, algunas islas en
donde la ley no es una referencia en un mar de corrupción e impunidad.
En las elecciones del Estado de México el régimen demostró que si no
gana, arrebata. El dilema no es menor: la cárcel o la fuga o mantener el
statu quo. De esta suerte, el gobierno de Enrique Peña Nieto (EPN),
además del poder, no tiene nada que perder: no hay honor que cuidar,
tampoco imagen que haya que guardar ni simulación que haya que observar,
aun si ello resulta costoso para el objetivo final, el de preservar el
poder a costa de todo lo que pueda hacer, legal o no, apelando a una
eventual legitimidad por resultados que a una legitimidad de origen.
Segundo. En este momento el gobierno, con todo desparpajo, utiliza a
la Procuraduría General de la República como instrumento de persecución
política contra los adversarios del statu quo (hoy Anaya, ¿mañana AMLO?)
–panorama en el cual lo menos importante es que se sujete a la
Constitución y a las leyes– y usará todo lo que esté a su alcance para
preservar el establishment. El escenario pareciera complicado para que
el PRI-gobierno pudiera preservar el poder presidencial. Si se parte de
que la impunidad es el sello de la casa presidencial y el gobierno de
EPN no conoce la expresión ética pública, el régimen puede mantener la
Presidencia al margen y en contra de los votantes.
Tercero. Si la campaña gubernamental contra Ricardo Anaya tiene éxito
–de hecho ya lo está teniendo–, los gobernadores panistas con interés
en mantener para los suyos el poder en un estado de la República van a
negociar con el régimen (algunos lo están haciendo ya), de suerte que
ganen la gubernatura en sus estados y le generen votos a la candidatura
presidencial del PRI-gobierno. En política –y más en la política
mexicana– no hay compromiso que se mantenga más allá de lo que es
conveniente para alguna de las partes del acuerdo; en este caso, los
gobernadores que tienen algo o alguien que perder a nivel local si en la
opinión pública cae la candidatura de Anaya.
Cuarto. Se buscará resolver la elección de Estado –que lo será sin
duda alguna– bajo la fórmula de la simulación, como primer escenario: la
compra de representantes de casilla, el robo de urnas y el trabajo
obsequioso del Instituto Nacional Electoral y del Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación. Ni el Frente ni Morena tienen los
recursos públicos del gobierno, que no conoce más límite que su
imaginación, porque los mecanismos de control no funcionan y los
contrapesos no ocupan el lugar que deberían en una mínima democracia,
pues no hay valor alguno al cual apelar o cuestionar.
Quinto. Estados Unidos –que tradicionalmente ha generado un marcaje
personal al funcionamiento de las instituciones en México, de suerte que
se garantice la gobernabilidad– hoy libra batallas internas de
pronóstico reservado. A ese país le importa poco que haya democracia en
México y mucho que haya gobernabilidad. Y ésta la puede asegurar –en el
peor sentido de la expresión– el PRI-gobierno. Tiene bajo su control al
Ejército, la Marina, el Estado Mayor Presidencial, la Policía Federal y
la Policía Federal Ministerial. En el escenario B, donde se cuestione
con pruebas en la mano el eventual fraude en las elecciones, veo poco
menos que imposible que se fracture la unidad de las Fuerzas Armadas y
policiales para presionar a EPN a que se ajuste al mandato de la
Constitución y las leyes. Al contrario, en su mal entendida percepción
de “institucionalidad”, mantendrán su espíritu de cuerpo a las órdenes
del presidente.
Sexto. Si en virtud de las presiones sociales y de las pruebas
fehacientes de todo tipo de irregularidades el próximo 1 de julio el
PRI-gobierno es informado por el Cisen y las áreas de inteligencia del
Estado Mayor Presidencial y la Marina que existen consejeros o
magistrados electorales animados a olvidar cómo y por quiénes llegaron a
sus cargos, puede tomar la decisión de brindar “custodia” a los seres
queridos de consejeros y magistrados para que no se equivoquen en sus
resoluciones. Por supuesto que es inconstitucional e ilegal esta medida,
pero sería muy difícil que consejeros y magistrados puedan hacer algo,
menos todavía si para ello el PRI-gobierno aprovecha a las fuerzas del
crimen organizado, con las que tiene un fluido contacto, para que se
encargue de esa tarea, con la gravedad que implica no ajustarse al guión
oficial. Los consejeros y magistrados no son héroes ni por asomo, de
modo que necesitarán muy poca presión para hacer la parte que les
corresponde en esta puesta en escena.
Séptimo. Morena y el Frente confían –o dicen confiar– en el pueblo
como instrumento de blindaje del voto. Pero esto es, en la realidad,
sólo una expectativa de comportamiento, sin que haya elementos de
convicción de que la gente tiene internalizada una cultura democrática.
En lo absoluto. Sí saldrán a votar, sí irán a manifestaciones en días
inhábiles, pero se advierte poco menos que imposible que dejen sus
trabajos para una movilización de largo aliento. Serán las redes
sociales espacios de desahogo y catarsis, pero eso no moverá un dedo el
ánimo antidemocrático del PRI-gobierno. Es como si a un escorpión se le
pidiera que no pique a alguien: no puede dejar de hacerlo, pues eso se
halla enraizado en su naturaleza. El mexicano promedio no es el
ucraniano que narra el documental Winter on Fire: Ukraine’s Fight for
Freedom (Invierno de fuego: la lucha de Ucrania por la libertad), sino
el que describe Octavio Paz en Las máscaras, un texto que forma parte
del clásico Laberinto de la soledad. De ahí mi pregunta, de nuevo: ¿qué
va a hacer Morena para vencer los obstáculos citados con lo que tienen y
con lo que están dispuestos a hacer quienes están en el poder?
@evillanuevamx
ernestovillanueva@hushmail.com
Este análisis se publicó el 11 de marzo de 2018 en la edición 2158 de la revista Proceso.
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