Miguel Concha
A más de dos décadas de la
implementación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN), su importancia e influencia en la vida de las personas y
pueblos de los países que lo integran son innegables y sus supuestos
beneficios, muy cuestionables. Tanto es así que debido a las asimetrías
de sus economías, en las que México ha perdido mayormente, se ha vuelto
casi imperceptible la posibilidad de mantener relaciones comerciales
exitosas entre las tres naciones.
Tal vez sea por esto que quienes se ostentan como
expertos en la materiano entiendan, confundidos, la importancia de la participación activa de todas aquellas personas y grupos que se ven afectados con sus renegociaciones, así como la urgencia de que las nuevas generaciones tomen partido sobre el futuro del TLCAN, ya que siendo el modelo económico en el que han crecido, opinan si este tratado cumplió con el
sueño doradode vida digna que prometió.
Se esperaba que la actual coyuntura de renegociaciones fuera rápida y
efectiva. Sin embargo, ya van siete complejas rondas y se prepara una
octava, sin que tengamos certeza de qué nos depara el futuro. Y tampoco
de qué y cómo ya se renegoció.
Las renegociaciones del TLCAN no deberían ser exclusivas de los
equipos de expertos y representantes gubernamentales. Por ello, al
margen de lujosas instalaciones de negociación, se reúnen por su parte
diversos sindicatos, organizaciones sociales y representantes críticos
del ámbito académico de cada país en cada ronda con la finalidad de
exigir que sean escuchadas personas y grupos que ven afectadas sus vidas
por este Tratado.
Este año se han realizado dos rondas de este tipo, una en Montreal,
Canadá, a fines de enero, y otra en Ciudad de México, que recién
concluyó. Simultáneamente, en ambas ciudades se llevaron a cabo
actividades organizadas por distintos actores de los tres países que se
reconocen como colectividades, por ejemplo, de trabajadores, quienes ven
menoscabados sus derechos por el tratado, y en las que la
Convergencia México Mejor Sin TLCANestuvo muy activa. Quienes se reúnen de forma alterna han expresado contundentemente en estas últimas rondas que el acuerdo ha beneficiado exclusivamente a las corporaciones trasnacionales, a expensas de los derechos de las personas y del medio ambiente.
Con justa razón advierten que esta renegociación podría conducir a un
tratado comercial más perjudicial que el actual. Un tema constante ha
sido también la preocupación por el respeto de los derechos de los
trabajadores migratorios mexicanos, puestos en riesgo por las políticas
racistas y discriminatorias del actual gobierno de Estados Unidos.
Han pasado ya más de 20 años de TLCAN y la organización social
trinacional continúa presente como al principio. Las organizaciones
sociales siguen convergiendo para exigir que los derechos humanos
económicos, sociales, culturales y ambientales sean respetados,
protegidos y garantizados.
Demandan, además, que las personas, los pueblos y el planeta
sean considerados antes que el lucro de empresas, las que con un
discurso burdo de crecimiento económico infinito negocian y velan sólo
por sus intereses. Uno de los temas más presentes entre movimientos y
organizaciones sociales, aunque menos atendido por los Estados en las
últimas rondas, es el de las afectaciones directas a derechos humanos
vinculadas con los tratados de libre comercio e inversión.
Llama la atención que la postura del Estado mexicano, sus
negociadores y ex negociadores siga siendo la misma: desinformación y
desinterés en relación con los derechos de las personas y pueblos.
Argumentan que los tratados de libre comercio no son de derechos humanos
o de derechos ambientales. Y por ello, enarbolando la falsa e
interesada división entre comercio y derechos humanos, piden a algunas
organizaciones sociales que dejen de
satanizartratados hechos e implementados para
progresar.
Quienes piensan así obvian que el Sistema Internacional de Derechos
Humanos se haya pronunciado en distintas ocasiones sobre estas materias.
Como ejemplo tenemos que hace dos años, cuando se intentaba por primera
vez aprobar el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP) –que ahora
parece resurgir– relatores especiales y expertos independientes de la
ONU realizaron distintos informes con múltiples recomendaciones a los
Estados y sus instituciones nacionales de derechos humanos para atender
lo que activamente venían denunciando organizaciones sociales.
El Sistema de la ONU los invita a revisar esos tratados a la luz de
los derechos humanos, toda vez que el desarrollo económico y el respeto
de los derechos tienen conexión directa.
Urge entonces que las instituciones nacionales de derechos humanos
mexicanas, e incluso las canadienses y estadunidenses, participen
directamente en las renegociaciones del TLCAN, y que el Estado mexicano,
por medio de sus dependencias administrativas, evite obstaculizar el
involucramiento de otras entidades que puedan ayudar a poner al centro
el respeto de los derechos humanos.
Paradójicamente los tiempos del tratado han servido para generar
solidaridad y acompañamiento entre movimientos internacionales, con el
único fin de intercambiar experiencias y reconocer que nunca los
impactos o beneficios han sido en ellos y entre ellos iguales, pero sí
semejantes y equiparables.
Hoy sabemos que por la acelerada e inaceptable explotación humana y
por el mal uso de la naturaleza, el planeta, como nunca, está en riesgo.
Por ello vuelve a hacerse importante el pregonarlo, aunque no se quiera
oír. Basta con una sola queja relacionada con los sufrimientos
ocasionados por el TLCAN para no callar. Es preciso escucharlo, tomarlo
en cuenta y resolverlo para proteger la naturaleza y todo derecho
humano.
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