3/17/2018

Si los hombres se paran, el machismo se para…


Miguel Lorente Acosta

Si los hombres se paran el machismo se para, de eso no hay duda… pero los hombres no se van a parar. 

La huelga feminista del 8M/18 no sólo ha parado al mundo, sino que además ha detenido la historia. Una historia donde los hombres han empujado al tiempo para que siga adelante bajo sus dictados y zarandeos, daban igual las consecuencias que producía su injusticia social y el daño que padecían las mujeres, lo importante era mañana, porque ese mañana ha sido exactamente igual a cada hoy desde el principio de la historia. 

El futuro siempre ha actuado como una de las principales trampas del machismo, “dejar que el tiempo pase sin que nada más pase”. Dejar los días vacíos de acciones para que sólo contaran sus horas y sus minutos, y que el porvenir sólo fuera un momento posterior del mismo escenario y bajo los mismos argumentos. Un “futuro de cumpleaños” que no ha cumplido con el compromiso social de la Igualdad. 

El futuro no es ese paso vacío del tiempo, sino una nueva realidad surgida de la transformación del presente, y cuando la historia es machismo y desigualdad, el futuro sólo puede ser la Igualdad. Por eso las posiciones conservadoras temen tanto a la Igualdad, no lo han hecho a la Libertad, ni a la Justicia, ni a la Dignidad, aunque siempre intentan controlarlas y limitarlas, pero la Igualdad supone una desestructuración de su modelo jerárquico de poder y privilegios. Por eso los hombres no se paran. 

Y por esa misma razón la Huelga Feminista del 8M/18, además de mostrar las múltiples consecuencias de la desigualdad en cualquiera de los ámbitos de la sociedad, lo que ha puesto de manifiesto es que nada de eso es casualidad ni un error, tampoco una deriva del tiempo, sino una construcción de los hombres para obtener beneficios a través de la imposición de lo que ellos han considerado adecuado para organizar la convivencia y las relaciones en los distintos contextos de la sociedad. De ese modo, las referencias masculinas son tomadas como universales, es decir, válidas para toda la sociedad, sin contar con lo que las mujeres han considerado importante y necesario para la convivir en ese espacio común de la sociedad. 

La situación tiene un doble significado. Lo primero, que se trata de una construcción interesada, no un accidente ni un producto del azar, aquí nadie echó una moneda al aire y salió desigualdad, como podría haber salido igualdad. Y lo segundo, que hablamos de una construcción de poder, es decir, que la adopción de las referencias masculinas como universales no fue para darle a la realidad un decorado más viril, sino para otorgar a los hombres una serie de privilegios sobre la ausencia o limitación de derechos en las mujeres. 

El machismo es perfectamente consciente de su injusticia y de las consecuencias dramáticas que ocasiona, por ello dispone de toda una serie de estrategias para justificarlas de manera que puedan ser integradas como parte de determinados contextos o circunstancias, y evitar que sean identificadas como un problema estructural. Por ello juega con los mitos, los estereotipos, los prejuicios, la costumbre… para que todo sea compatible dentro de “su normalidad”. Y así lo ha hecho a lo largo de la historia, ha cedido espacio y cambiado en las formas para no renunciar nunca al poder de su construcción cultural, y ahora no va a ser diferente. 

El 8M/18 ha permitido que una gran parte de la sociedad tome conciencia de lo que hay detrás de las múltiples manifestaciones de la desigualdad, de eso no hay duda, pero también ha posibilitado que el machismo tome conciencia a su vez de toda esa movilización crítica y de lo que significa. Y este “darse cuenta” de la realidad implica que van a pasar a la acción para tratar de mantener su espacio de poder en las nuevas circunstancias. Una vez más, como han hecho siempre, cederán en algo con tal de conservar la estructura de poder que les genera los privilegios y beneficios. 

El machismo no es un problema de falta de conciencia, sino de falta de voluntad para erradicarlo. Ya hemos dicho que desde su posición son plenamente conscientes del daño que ocasiona su injusticia social. La desigualdad no se debe a que se desconozcan sus causas y muchos de sus resultados, sino a todo lo contrario, a la falta de voluntad para adoptar medidas que corrijan la injusticia social que supone el machismo a pesar de todo el daño y dolor que ocasiona. ¿Es que no se sabe que en España asesinan de media a 60 mujeres por violencia de género cada año?, ¿es que no se conoce que las mujeres tienen mayor dificultad de conseguir un trabajo, que cuando lo logran es más precario, y cuando no es tan precario cobran menos que los hombres?… 

Y esta situación no va a cambiar de repente porque la crítica se haya organizado para adquirir una dimensión global, y haya ocupado el espacio público por medio de las manifestaciones del 8M/18. 

Si los hombres se paran el machismo se para… pero los hombres no se van a parar; al menos de manera voluntaria e inmediata. 

El machismo ya está organizando su reacción, como lo ha hecho en otros momentos. De momento, además de un silencio sospechoso, ya surgen las primeras voces dentro de una estrategia montada sobre tres grandes líneas: 

* La primera es unirse al éxito de las manifestaciones y apuntarse el tanto con argumentos que afirman que quieres de verdad han hecho cosas por las mujeres han sido las políticas conservadoras. 

* La segunda busca la típica confusión que utiliza el posmachismo a través de la desnaturalización del significado de lo ocurrido, idea que necesita quitarle sentido a la palabra “feminismo” para apartarla de toda la reacción social. Y para ello siguen dos tácticas, una apropiarse del nombre para decir que son feministas y que feminismo es lo que ellos hacen, reforzando de ese modo la primera línea argumental; y la otra, proponer nuevas medidas para demostrar su compromiso con la Igualdad, que es justo lo que ha hecho el PP al anunciar el día 10M un “plan en favor de la mujer”. 

* La tercera se dirige a destacar la “manipulación” de lo ocurrido y la falsedad de los hechos. Es el argumento clásico basado en la idea de la maldad de las mujeres y en el mito de la “Eva perversa”, que lleva, por ejemplo, a hablar de “denuncias falsas” cuando nos referimos a la violencia de género o la inexistencia de la brecha salarial. Para ello argumentan que se trataba de una manifestación “transversal” donde no había ideología ni críticas a nada ni a nadie, sólo demanda de acciones para abordar “temas que afectan a las mujeres”. Bajo esta línea “el feminismo y las feministas” son presentadas como las manipuladoras por excelencia, capaces de instrumentalizar una respuesta como la vivida desde su “elitismo y su ataque a las propias mujeres”. El argumento se cierra con referencias al “ataque del feminismo” contra los hombres, la familia, la Iglesia, las economía, el orden de Occidente… o cualquier cosa que se les ocurra. 

Es la reacción del machismo para defender su poder. De momento estamos en sus fase inicial, pero continuará y debemos prestar toda la atención que requiere la situación para que la conciencia surgida del 8M/18 no se hunda frente a las costas de la Igualdad con los torpedos que ya lanza el machismo. 

Nada nuevo, como sabemos, pero otra vez diferente sobre las circunstancias para adaptarse al nuevo tiempo de siempre, sin transformar la desigualdad en Igualdad.

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