La secuencia de hechos y declaraciones no dejan lugar a dudas: el 11
de febrero, en el cierre de su precampaña en Tlalnepantla, José Antonio
Meade señaló que, inspirado en el triunfo priista de 2017 en el Estado
de México, se aprestaba a ganar la elección presidencial; el 15 de
febrero el gobernador de esa entidad, Alfredo del Mazo, entregó las
primeras 3 mil tarjetas del programa denominado Salario Rosa y de
inmediato empezó un intenso programa de promoción mediática del mismo, y
el 1 de marzo el vocero de la Presidencia, Eduardo Sánchez, anunció que
el gobierno federal no detendrá la entrega de los programas sociales,
pues existe un blindaje robusto y sólido de éstos.
Durante su campaña electoral para la gubernatura del Estado de
México, Alfredo del Mazo prometió un salario de mil 200 pesos mensuales a
las madres de familia dedicadas a las labores del hogar; el 20 de mayo
de 2017, el diario Reforma publicó un reportaje donde develaba que los
promotores del voto priista entregaban tarjetas Salario Rosa a cambio de
fotocopias de la credencial de elector y prometían que, si el candidato
tricolor ganaba la elección, las receptoras recibirían su salario
mensual.
El 14 de julio de ese año, el Consejo General del Instituto Nacional
Electoral rechazó sancionar la entrega de dichas tarjetas como una forma
de compra de votos; posteriormente, la Sala Superior del Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación ratificó la resolución.
Aun cuando no puede establecerse una relación causal entre la entrega
de las tarjetas y el voto a favor del candidato de la coalición
encabezada por el PRI, en un capítulo del libro El Infierno electoral:
el fraude del Estado de México y las próximas elecciones de 2018 la
exintegrante del Consejo Local del Instituto Nacional Electoral en el
Estado de México Ana Vanesa González Deister muestra que en los comicios
del año pasado en los 31 municipios más pobres de dicha entidad la
participación ciudadana fue de 66.2% (13 puntos porcentuales por encima
del promedio de la entidad) y que la coalición PRI-PVEM ganó en 29 de
ellos, mientras que el PRD lo hizo en dos.
En contrapartida, en los 10 municipios con menores niveles de pobreza
extrema la participación ciudadana fue de 54% (prácticamente idéntico
al promedio de 53.7%) y Morena ganó en nueve de ellos, en tanto que la
coalición PRI-PVEM lo consiguió sólo en uno.
González Deister señala que, “a mayor pobreza extrema, el porcentaje
de votación por el candidato del PRI-PVEM fue mayor y a menores índices
de pobreza extrema el porcentaje de votación obtenido por el PRI-PVEM
fue menor”. Exactamente lo contrario sucede en el caso de los votos que
obtuvo Morena: a mayores niveles de pobreza extrema menor porcentaje de
votación, y a menor porcentaje de pobreza extrema, mayor porcentaje de
votación por Morena. La conclusión es contundente: el PRI se aprovechó
de la población que vive en condiciones de pobreza extrema y que, por lo
tanto, es más vulnerable para movilizar votantes y comprar su voto. Los
datos muestran que “en los municipios más pobres las personas votan más
y votan por el PRI”.
En función del resultado favorable de su perversa estrategia
electoral, el gobierno del Estado de México, convenientemente, esperó el
periodo de intercampañas para iniciar el Salario Rosa, acompañado de su
tradicional parafernalia para posicionar el programa y el cumplimiento
de la promesa de campaña en el imaginario popular.
La estrategia les dio resultados en el Estado de México (en Coahuila
también se utilizaron los programas sociales para la compra del voto,
pero no el del Salario Rosa). Las autoridades electorales ya validaron
el reparto y uso de las tarjetas (en este caso sí se hizo en las dos
entidades); entonces, lo que hay que comunicar es que ellos sí cumplen
sus compromisos de campaña, a fin de recurrir a lo mismo en la campaña
presidencial.
La vía de las tarjetas, como sucedió en la elección presidencial de
2012 con las de Soriana, es la más efectiva y eficiente para la compra
del voto, pues asegura que la ciudadanía cumpla con su compromiso de
votar por el partido que les entregó la tarjeta, ya que en realidad se
paga hasta que se tiene la certeza de que sí lo hicieron. Esto es
exactamente contrario a las vías tradicionales, en las que se entregaba
dinero o productos antes de la emisión del voto y no se tenía la certeza
de que los receptores cumplieran su parte.
A partir de estos precedentes puede preverse que en las próximas
semanas todavía se intensificará más la promoción mediática del programa
Salario Rosa; que en algún momento de las campañas el candidato de la
coalición Todos por México retomará los principales elementos de la
misma y que diversificarán la oferta de programas sociales para alcanzar
a otros segmentos poblacionales específicos, pero en todos los casos
por la vía de las tarjetas y condicionados a los resultados.
Meade no únicamente se inspirará en la campaña del Estado de México,
como afirmó en su cierre de precampaña, sino que retomará sus
estrategias para intentar salir del tercer lugar, en el que lo coloca la
mayoría de las encuestas. Todo indica que él sí hará suyas las
perversas prácticas priistas, aunque no logre que los priistas lo hagan
suyo.
Este análisis se publicó el 11 de marzo de 2018 en la edición 2158 de la revista Proceso.
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