"Divertida, lista,
lectora empedernida y que sabía más de ciencia que los científicos".
Estas palabras las escribió la escritora Janet A. Kaplan, autora de la
biografla Viajes inesperados: el arte y la vida de Remedios Varo ( 1988), a propósito de la pintora española más venerada en México y casi desconocida en su propio país de nacimiento, España.
La primera vez que tuve conocimiento de la existencia de esta mujer,
fue a través de ese maravilloso tesoro con forma de libro que se llama Los detectives salvajes.
En él su autor, Roberto Bolaño, citaba a un puñado de artistas
femeninas que habían insuflado aires nuevos a la literatura y la pintura
del siglo XX, y allí, en la misma página en la que se podían leer
nombres como el de Marianne Moore, Gertrude Stein, Joyce Mansour, Unica
Zurn, Alice B. Toklas o Leonora Carrington, encontré el de la pintora
catalana.
Algún tiempo después, cuando ya casi había olvidado
por completo el nombre de Remedios Varo, volví a darme de bruces con él
en otro gran libro. Esta vez se trataba de Leonora, la magistral
novela que la escritora mexicana Elena Poniatowska había escrito sobre
la pintora surrealista británica Leonora Carrington. En el capítulo 38
de ese libro, Poniatowska escribe que Remedios Varo poseía ”unos grandes
ojos almendrados dentro de una cara en forma de corazón rematada por
una cabellera rojiza y frondosa.” Unas páginas más adelante, nos dice de
ella:
Remedios ciñe su cintura, ya de por sí delgada, con un
cinturón ancho, se viste de negro y guarda dos pares de zapatos de
tacón alto. Nueve años mayor que Leonora, es la maestra, la animadora,
la que enamora a los hombres, la que protege a Benjamín, y todavía se da
el lujo de recoger gatos perdidos y convertirlos en talismanes, como
las piedras, las conchas de mar y los cristales que acomoda en el
librero.
Pero ¿quién fue en realidad esta mujer que, según
Poniatowska, era capaz de crear etiquetas y propaganda, diseñar trajes,
hacer esculturas con huesos de pollo y espinas de pescado, restaurar
cerámica precolombina y, sobre todo, pintar cuadros?
Remedios
Varo vivió una vida más parecida a la de la protagonista de una novela
que a la de una persona de carne y hueso. A lo largo de sus cincuenta y
cinco años, vivió en decenas de lugares distintos, compartió
experiencias vitales con algunas de las figuras artísticas más
destacadas de su tiempo, fue perseguida por el fascismo y el nazismo, se
vio obligada a exiliarse en dos ocasiones, trabajó en los más diversos
trabajos relacionados con el arte para poder sobrevivir, y sobre todo,
amó y fue amada con pasión y vehemencia por varios hombres. En resumen:
gozó de una vida tan intensa que parece inventada.
Había nacido
de manera absolutamente casual en Anglés, en Girona, el día 16 de
diciembre de 1908 y fue bautizada con el rimbombante nombre de María de
los Remedios Alicia Rodriga. Desde muy pequeña vivió en una dicotomía
doméstica permanente, casi paranoide. Por una parte estaba su padre,
Rodrigo Varo y Zejalvo, un ingeniero hidráulico cordobés, librepensador y
ateo, amante de la naturaleza y del arte, que la enseña a dibujar y le
transmite su amor por la belleza y la libertad. Por otra parte, estaba
su madre, Ignacia Uranga y Bergareche, una vasca católica y
supersticiosa, que siempre está cerca de la niña para advertirle de que
el mundo es un lugar lleno de maldad y pecado. Hay dos cosas en su niñez
que hacen de aquellos días algo único: los libros y los viajes. Desde
muy pronto, la niña se convierte en una lectora empedernida. Ella misma
lo contaba en una entrevista:
Leí todo lo que caía en mis
manos, como antídoto al catecismo y al credo, leía cuentos fantásticos,
de viajes y aventuras, me interesaba por los quehaceres de los magos y
de los alquimistas, el descenso al centro de la tierra con Julio Verne y
el ascenso al cielo con Edgar Allan Poe. Disfrutaba de la misma manera
los cuentos fantásticos de Alejandro Dumas, libros sobre misticismo y
filosofía oriental.
Luego están los viajes. Debido a la
profesión del padre, la familia viaja por toda España e incluso durante
un tiempo se instalan en el norte de África. Eso la marcará
profundamente. Siempre se sentirá una exiliada, sea cual sea su lugar de
residencia.
Cuando la niña va creciendo, la influencia paterna
parece hacerse más fuerte, al mismo tiempo que se debilita la de la
madre, y esto hace que acabe matriculándose en la Academia de Bellas
Artes de San Fernando, en Madrid. Será una de las primeras mujeres que
tienen la oportunidad de estudiar en esta institución. Allí será alumna y
compañera de estudios de figuras destacadas de la pintura española,
como Julio Romero de Torres, su profesor, y Salvador Dalí, su compañero.
Cuando termina sus estudios, se casa con el también pintor
Gerardo Lizárraga, y se van a vivir a París, que por entonces, como
había escrito Ernest Hemingway en su famosa novela, ya “era una fiesta”
rebosante de vida y color, de literatura y pintura, de jazz y bohemia.
En la capital francesa entra en contacto con el movimiento surrealista, y
empieza a intuir los caminos inexplorados por los que va a transitar su
obra pictórica.
Mientras tanto, en España, soplan aires de
libertad y la monarquía caduca y corrupta del Alfonso XIII deja paso a
la Segunda República. Remedios y Gerardo deciden regresar a Barcelona
atraídos por los aires revolucionarios, modernizadores y libertarios de
la ciudad. Durante los años siguientes, la pintora se mete de lleno en
los ambientes surrealistas de Barcelona, Entra en contacto con el grupo
de los Logicofobistas, un movimiento que “tenía por objetivo aunar el
arte y la metafísica de un modo que desafiara a la lógica y a la razón”,
tal y como explica Kate Hodges.
Sin embargo, como todo lo bueno
llega a su fin, en julio de 1936, Remedios Varo se va a encontrar por
primera vez —y no va a ser la última— cara a cara con el fascismo. La
derecha española se levanta en armas contra la República y Remedios
Varo, como la gran mayoría de artistas e intelectuales del país, apuesta
por la legalidad republicana.
Ese mismo año, se produce un
acontecimiento de vital importancia en su vida. Conoce al poeta francés
Benjamín Péret, que había llegado a Barcelona el 5 de agosto de 1936.
Pero la estancia de Péret en España no iba a ser muy prolongada. Nos lo
cuenta Agustín Guillamón:
Desde octubre de 1936
Péret trabajó como locutor en lengua portuguesa de la Radio del POUM. El
deterioro de las relaciones entre trosquistas y poumistas alcanzó tal
crispación que hizo imposible la mera permanencia de los trosquistas en
las filas o las milicias del POUM. Dada la creciente amenaza de
liquidación política y física de los trosquistas, la absoluta impunidad
de los estalinistas y el rechazo de los poumistas a tolerarlos en sus
filas, en marzo de 1937 Benjamin Péret tuvo que refugiarse en la Columna
Durruti, en el sector de Pina de Ebro, y a finales de abril de 1937,
junto con su compañera Remedios Varo, y Munis, dirigente de la Sección
Bolchevique-Leninista de España, marchó a París.
Una vez
instalados en Francia, Remedios conoce a André Breton, factótum del
movimiento surrealista y a otras figuras destacadas del arte de
vanguardia, como Max Ernst o Leonora Carrington. Es un período de tiempo
dedicado al aprendizaje y al estudio, en el que la pintora irá
esculpiendo un estilo propio que la convertirá en una artista personal e
inconfundible. Pero no podemos olvidar que estos eran tiempos
convulsos. En 1939, estalla de nuevo la guerra en Europa y un año
después los nazis invaden Francia. Péret y Varo, en el punto de mira del
nazismo, son encarcelados. Por suerte para ambos, consiguen escapar.
Pero son muy conscientes de que esos son malos tiempos para la lírica.
Así que deciden abandonar Francia. El 20 de noviembre de 1941, la pareja
embarca en el “Serpa Pinto”, un barco de bandera portuguesa que se
dirige a Veracruz, y que hará escala en Marruecos y Cuba. Desde allí
ponen rumbo a los Estados Unidos. No obstante, el gobierno
estadounidense no permite la entrada en territorio norteamericano de un
trotskista confeso como Péret. Finalmente acaban instalándose en México,
un país que recibe con los brazos abiertos a los refugiados que huyen
de la guerra en España y Europa.
Desde este momento y hasta el
final de sus días, la pintora vivirá en Ciudad de México, aunque Péret
regresa a Francia al terminar la guerra. La pintora decide instalarse en
México y aquí conocerá al tercer gran amor de su vida, un austríaco
llamado Walter Gruen, que será la persona que la ayude a convertirse en
pintora profesional. Gracias a su ayuda económica y a su entusiasmo,
Remedios Varo puede dedicar a tiempo completo los últimos años de su
vida a desarrollar su obra, a exponer sus pinturas, a labrarse un nombre
en el complicadísimo mundo artístico.
En una entrevista
Remedios Varo confesó que, el gran temor de su vida, era llegar a la
vejez y tener un mal aspecto físico. Pero este temor nunca llegó a
convertirse en realidad. El corazón de la pintora sufrió un infarto el
día 8 de octubre de 1963, lo que le provocó una muerte inmediata. Tenía
cincuenta y cinco años y seguía siendo hermosa.
Para una gran
parte de la crítica, Remedios Varo es una artista surrealista, aunque
hay otros críticos que no están de acuerdo con esta definición, y
simplemente piensan que es una creadora absolutamente personal, en cuya
obra juega un papel fundamental el mundo de la fantasía, el mundo del
subconsciente y el mundo de los sueños. Se ha dicho de su pintura que es
simbólica, onírica, mística, mágica, sagrada, profana, intuitiva,
enigmática, autobiográfica, vanguardista, alquímica, críptica,
turbulenta, que está llena de energía, que trasciende los sentidos, que
rompe los convencionalismos… Sus cuadros son todo eso y muchas más
cosas. Es innegable que Remedios Varo fue una gran conocedora de la
pintura clásica: admiraba a El Greco, al Bosco, a Goya. Y al mismo
tiempo conocía perfectamente la pintura contemporánea: Picasso, Dalí o
Alechinsky. De esa amalgama teórica surge, imponente, el universo de la
pintora hispano-mexicana, un universo personalísimo, donde la creadora
da rienda suelta a sus anhelos más profundos y donde los tonos ocres,
dorados y marrones dominan por completo.
Como señala Carmen V. Vidaurre Arenas ,
su corpus artístico es “un meticuloso y arduo trabajo lleno de crítica,
humor y fantasía,” formado “por más de 360 obras plásticas, entre las
que se encuentran óleos, dibujos, muebles, juguetes, máscaras, objetos, y
un volumen de relatos, cartas a personajes imaginarios, fragmentos y
otros proyectos.” Entre sus cuadros más importantes están Mujer saliendo del psicoanalista, Tailleur pour dames, El vagabundo, Locomoción capilar, Papilla estelar o Bordando el manto terrestre .
No cabe la menor duda de que Remedios Varo fue una artista
tremendamente polifacética y creativa además de una mujer valiente que
siempre vivió su vida de una manera absolutamente libre, sin que le
importara lo más mínimo los convencionalismo sociales. Como muestra, un
botón: a lo largo de su vida, los hombres con los que mantuvo algún tipo
de relación amorosa, fueron innumerables. Es, por ello, un deber moral
de las nuevas generaciones reivindicar el legado de su obra y de su
vida, para que esta gran mujer no caiga en el olvido.
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