José Enrique González Ruiz
En cuanto se hizo pública, en Guerrero, la posibilidad de crear una Comisión de la Verdad (Comverdad) para investigar los hechos acaecidos en la Guerra Sucia, comenzaron a aparecer muestras de apoyo. Rocío Messinos, de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), expresó su respaldo a la idea, lo mismo que la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG). Se sumaron a una propuesta que tiene décadas sobre la mesa de discusión.
Lo anterior indica que existe interés en echar luz sobre los oscuros rincones de la represión, pues son muchos años ya de ocultamiento de una trágica realidad en la que el poder ha sido ejercido con odio hacia la población.
Es lógico que quienes se pronuncian por la Comverdad son los que han sufrido por acciones represivas del Estado. También es de esperar que se opongan a ella los perpetradores, que gozan hasta hoy de impunidad.
Pero en el medio que hay entre las víctimas y los victimarios, existen posturas indecisas.
Los sectores escépticos y desconfiados
No obstante que la coyuntura política en Guerrero posibilita la creación de la Comverdad, pues el Partido de la Revolución Democrática derrotó al añejo y correoso caciquismo priista, existen grupos y personas que consideran que sería otro aparato del Estado que mediatizaría la lucha por la Verdad y la Justicia. Piensan también que podría ser una fuente de empleo para algunos personajes disfrazados de luchadores sociales.
El escepticismo tiene sustento, pues hay experiencias de comisiones de la verdad que no fueron eficientes para agregar información verdadera sobre delitos cometidos por agentes estatales, ni consiguió enjuiciar, ni sancionar a alguno.
También se genera desconfianza, porque los integrantes de la Comverdad podrían utilizarla para sus fines políticos e incluso económicos. Ya se sabe que el protagonismo y el chambismo enferman a muchos actores de la lucha social.
Además, la Comverdad tendría que ser creada por un acto del Estado (el Congreso, proponemos nosotros) para tener facultades legales y ser efectiva más que testimonial. También debe contar con recursos públicos para poder cumplir la tarea. Pero se sabe que en el aparato del Estado se encuentran todavía muchos de los presuntos responsables de crímenes de lesa humanidad, lo que de inicio es un formidable obstáculo para su autonomía.
No obstante el riesgo señalado, hay que recordar que del primer caso de desaparición forzada que se encuentra documentado (1965, Epifanio Avilés Lino) han transcurrido 46 años, tiempo más que suficiente para saber que los órganos establecidos nada harán para resolver este tipo de casos. Así que es mejor hacer algo que nada. Carece de sentido decir que no nos equivocamos cuando nada hacemos.
Con limitaciones, la Comverdad es buen instrumento
Con todo y que es criticable, la Comverdad es mejor instrumento para indagar sobre la Guerra Sucia que las procuradurías y los juzgados. Negarse a aquella es pronunciarse a favor de los segundos. Y ya dijimos que éstos no han funcionado y, por el contrario, son coadyuvantes de la impunidad.
Una Comverdad autónoma y ciudadana, con recursos propios y atribuciones legales para preconstituir pruebas, podría ser menos ineficaz que lo que tenemos hoy. La tentación de convertirla en botín político se atemperaría estableciendo que el cargo de Comisionado sería honorífico. Además, estaría asistida por grupos de trabajo profesionales –en Derecho, en Medicina Forense, en Psicología y en rescate de Memoria Histórica- que proporcionarían sustento teórico sólido a sus determinaciones.
El gran riesgo es generar demasiadas expectativas y terminar con un “Pacto de los Montes”. Pero aun esto –un ratoncillo- sería menos malo que continuar en el limbo de no actuar para cerrar las heridas abiertas por la Guerra Sucia.
12/junio/11.
Son tantos los compañeros que han caído en la corrupción,
que es difícil pensar que haya quien se libre de ella.
Se abre paso la Comisión de la Verdadque es difícil pensar que haya quien se libre de ella.
En cuanto se hizo pública, en Guerrero, la posibilidad de crear una Comisión de la Verdad (Comverdad) para investigar los hechos acaecidos en la Guerra Sucia, comenzaron a aparecer muestras de apoyo. Rocío Messinos, de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), expresó su respaldo a la idea, lo mismo que la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG). Se sumaron a una propuesta que tiene décadas sobre la mesa de discusión.
Lo anterior indica que existe interés en echar luz sobre los oscuros rincones de la represión, pues son muchos años ya de ocultamiento de una trágica realidad en la que el poder ha sido ejercido con odio hacia la población.
Es lógico que quienes se pronuncian por la Comverdad son los que han sufrido por acciones represivas del Estado. También es de esperar que se opongan a ella los perpetradores, que gozan hasta hoy de impunidad.
Pero en el medio que hay entre las víctimas y los victimarios, existen posturas indecisas.
Los sectores escépticos y desconfiados
No obstante que la coyuntura política en Guerrero posibilita la creación de la Comverdad, pues el Partido de la Revolución Democrática derrotó al añejo y correoso caciquismo priista, existen grupos y personas que consideran que sería otro aparato del Estado que mediatizaría la lucha por la Verdad y la Justicia. Piensan también que podría ser una fuente de empleo para algunos personajes disfrazados de luchadores sociales.
El escepticismo tiene sustento, pues hay experiencias de comisiones de la verdad que no fueron eficientes para agregar información verdadera sobre delitos cometidos por agentes estatales, ni consiguió enjuiciar, ni sancionar a alguno.
También se genera desconfianza, porque los integrantes de la Comverdad podrían utilizarla para sus fines políticos e incluso económicos. Ya se sabe que el protagonismo y el chambismo enferman a muchos actores de la lucha social.
Además, la Comverdad tendría que ser creada por un acto del Estado (el Congreso, proponemos nosotros) para tener facultades legales y ser efectiva más que testimonial. También debe contar con recursos públicos para poder cumplir la tarea. Pero se sabe que en el aparato del Estado se encuentran todavía muchos de los presuntos responsables de crímenes de lesa humanidad, lo que de inicio es un formidable obstáculo para su autonomía.
No obstante el riesgo señalado, hay que recordar que del primer caso de desaparición forzada que se encuentra documentado (1965, Epifanio Avilés Lino) han transcurrido 46 años, tiempo más que suficiente para saber que los órganos establecidos nada harán para resolver este tipo de casos. Así que es mejor hacer algo que nada. Carece de sentido decir que no nos equivocamos cuando nada hacemos.
Con limitaciones, la Comverdad es buen instrumento
Con todo y que es criticable, la Comverdad es mejor instrumento para indagar sobre la Guerra Sucia que las procuradurías y los juzgados. Negarse a aquella es pronunciarse a favor de los segundos. Y ya dijimos que éstos no han funcionado y, por el contrario, son coadyuvantes de la impunidad.
Una Comverdad autónoma y ciudadana, con recursos propios y atribuciones legales para preconstituir pruebas, podría ser menos ineficaz que lo que tenemos hoy. La tentación de convertirla en botín político se atemperaría estableciendo que el cargo de Comisionado sería honorífico. Además, estaría asistida por grupos de trabajo profesionales –en Derecho, en Medicina Forense, en Psicología y en rescate de Memoria Histórica- que proporcionarían sustento teórico sólido a sus determinaciones.
El gran riesgo es generar demasiadas expectativas y terminar con un “Pacto de los Montes”. Pero aun esto –un ratoncillo- sería menos malo que continuar en el limbo de no actuar para cerrar las heridas abiertas por la Guerra Sucia.
12/junio/11.
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