El
gobierno del estado mexicano de Puebla, en el centro del país y muy
próximo a la capital de la república, ha logrado convertir en ley un
viejo anhelo de la oligarquía mexicana: emplear armas de fuego para
reprimir y disolver actos y manifestaciones de protesta populares. Si
bien la nueva norma es de carácter local, se puede adivinar el
propósito de extender la medida al resto del país.
La medida
contiene un evidente subterfugio: la armas de fuego sólo se utilizarían
para evitar o repeler ataques violentos y con cualquier tipo de armas
por cuenta de los manifestantes contra agentes de la autoridad. En la
expresión cualquier tipo de armas pueden ser incluidas piedras,
resorteras, palos, tubos, varillas, otros proyectiles, bombas molotov
y, desde luego, las llamadas armas blancas (cuchillos, puñales,
navajas) y las armas de fuego.
Pero un breve repaso por la
historia, en México y en todo el orbe, de las grandes manifestaciones
ciudadanas de protesta o para reivindicar derechos conculcados por la
autoridades no revelan actos de violencia por cuenta de los
manifestantes. Baste recordar las grandes marchas que en Estados Unidos
contribuyeron a detener la guerra de Vietnam. O, en México, las
nutridas manifestaciones ciudadanas, sobre todo estudiantiles, que
lograron derogar leyes de corte fascista que castigaban con largos años
de cárcel a opositores al gobierno.
Y lo que se dice para
México y Estados Unidos puede decirse para naciones de los cinco
continentes. Esa universal expresión de protesta constituye un derecho
de los ciudadanos logrado al cabo de innumerables luchas populares. ¿O
cómo, por ejemplo, se consiguió establecer en casi todo el orbe la
jornada laboral de ocho horas, sino mediante enormes manifestaciones,
movilizaciones, marchas y mítines que demandaban la promulgación de esa
norma legal, principio básico de justicia social, y hoy derecho
consagrado en casi todo el planeta?
¿De dónde entonces saca el
gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, esa idea descabellada y de
indudable corte nazi? La ocurrencia, por supuesto, no es de él. Moreno
Valle es sólo el ejecutor de una nueva estrategia represiva destinada,
si todo sale bien y no la echa abajo la resistencia popular, al ámbito
nacional. Digamos que en Puebla estamos siendo testigos del ensayo
general de la nueva política represiva mexicana.
La nueva norma
y su ensayo general tienen antecedentes. Y en la creación de éstos
tiene un triste y perverso primer lugar el gobierno del Distrito
Federal, a cargo desde diciembre de 2012, de un siniestro personaje
llamado Miguel Ángel Mancera Espinosa, llegado al poder bajo las siglas
del Partido de la Revolución Democrática, alguna vez de izquierda y hoy
muy derechizado y entregado completamente al gobierno priista de
Enrique Peña Nieto.
Esos antecedentes se encuentran
primeramente en las manifestaciones de protesta por la toma de posesión
de la Presidencia de la República por Peña Nieto el 1 de diciembre de
2012. Es bien sabido que en esa fecha Mancera, evidentemente siguiendo
instrucciones y con el apoyo de los gobiernos federales entrante y
saliente, infiltró en los actos de protesta a provocadores
profesionales que ejecutaron, planeada y sincronizadamente, diversos
actos violentos que incluyeron, naturalmente, agresiones a las fuerzas
policiacas.
Así, y con otras acciones posteriores, se fue
creando el caldo de cultivo represor que hoy le permite al gobierno
federal avanzar en Puebla, mediante la cabeza de turco de Moreno Valle,
en este nuevo intento del PRI y de sus subordinados PAN y PRD en el
nuevo esfuerzo por reprimir, literalmente a sangre y fuego, los
intentos ciudadanos por mejorar sus muy deteriorados nivel y calidad de
vida.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.com.mx
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