Filmada en blanco y negro, Ida es la película de ficción más reciente del realizador polaco Pawel Pawlikowski
Carlos Bonfil
La
trayectoria del realizador polaco Pawel Pawlikowski, por largo tiempo
residente en Gran Bretaña, era prácticamente desconocida en nuestro
país hasta que el Festival Internacional de Cine en Morelia le dedicó
en su pasada edición una retrospectiva, misma que sería estupendo poder
apreciar en la Cineteca Nacional. Por lo pronto, Ida, su película de ficción más reciente, llega a la Muestra precedida de un enorme reconocimiento crítico a escala mundial.
Filmada en blanco y negro y ambientada en una Polonia muy austera de
principios de los años 60 del pasado siglo, la cinta relata la historia
de Anna/Ida (Ágata Trzebuchowska), quien habiendo crecido en un
convento donde fue abandonada al nacer, desconoce por completo las
realidades del mundo exterior. Justo antes de hacer sus votos
religiosos a los 18 años, la madre superiora la conmina a visitar a una
tía para ella desconocida. El contacto con el mundo exterior habrá de
reforzar o poner a prueba su fe católica y su compromiso.
El encuentro de Anna con su tía Wanda (Ágata Kulezsa), una antigua
funcionaria comunista muy rígida, será capital para indagar sobre la
identidad verdadera y el paradero final de sus padres, descubrir de
paso su propia identidad judía y su nombre verdadero, Ida Lebenstein.
Hasta aquí la anécdota de lo que en lo sucesivo será la dramática
confrontación generacional que sacudirá las primeras certidumbres de la
joven novicia. El di-sipado estilo de vida de una Wanda cínica y
desengañada, entregada al alcohol y al sexo, parece resumir en buena
medida, al menos desde la perspectiva del cineasta, el cúmulo de
privaciones y agravios padecidos en la Polonia de la era del socialismo
real, y de los que la también fiscal estatal habría sido cómplice y
agente activo.
El
viaje de Wanda y su sobrina por la comarca polaca en busca de quienes
pudieran descifrar un enigma que las concierne a ambas, es al mismo
tiempo un recorrido por un territorio devastado por los sucesivos
conflictos de la historia reciente, desde los saldos aún dolorosos de
la guerra hasta el remplazo, sin transición, de un autoritarismo
genocida por otro no menos opresivo. Los fotógrafos de la cinta (Lukasz
Zal y Ryszard Lenczewski) capturan en soberbios claroscuros la
desolación de los paisajes. Lo que está a prueba en la accidentada
trayectoria de Anna/Ida no es tanto su fe católica, en principio muy
firme, como su confianza en un género humano que advierte lleno de
miserias físicas y morales. Es un acierto del realizador no llevar la
cinta a soluciones melodramáticas y proponer en cambio un desenlace tan
enigmático y abierto como la identidad y destino de la joven novicia en
los años de plomo de la nación polaca.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional. 12 y 18 horas
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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