La Huelga General y lo que le sigue
Rebelión/Universidad de la Filosofía
Con
130 000 asesinados; con 300 000 desplazados… con Ayotzinapa
ensangrentada y en vilo por los muertos y por los 43 desaparecidos,
casi toda acción parece (sin serlo) corta, parece pequeña, parece
inútil. Por eso en el grito de dolor y rebelión con que México clama
Justicia y castigo para regresar vivos a los que vivos se llevaron,
aparece el llamado a una Huelga General que, desde su origen, es
herramienta y no fin en sí misma.
La Huelga General necesita
de la clase trabajadora unida para mirar firmemente, cara a cara, al
enemigo de clase y de su lucha. La Huelga General necesita del pueblo
dispuesto al cambio, de los campesinos y de los estudiantes… de mujeres
y hombres que en cualquier actividad sienten que su lucha es una sola,
que es un proceso de consciencia apasionada y que con esa lucha
cambiarán la historia toda de una vez o en una de su partes
indisolubles. No es una tarea sólo de los “dirigentes” ni sólo de unos
cuantos. La Huelga General nacida desde las raíces, es un programa, un
estado de ánimo, una invocación a la inteligencia democrática y a la
serenidad convertidas en firmeza, en claridad, en humor y en
creatividad en el arte de batalla.
La Huelga General es un
tesoro preciado en el arsenal teórico y práctico de la clase
trabajadora y de los pueblos en lucha. El carácter revolucionario de la
Huelga General no se detiene en la secuencia de los hechos que se
verifican durante su desarrollo sino que se expande, nacional e
internacionalmente, para convertir la experiencia, en experiencia viva
de clase y en instrumento para fortalecer la corriente genuinamente
revolucionaria de la Historia. Una de sus amenazas es la presencia
asidua del parasitismo reformista y oportunista.
La Huelga
General ha sido presa de todo género de descalificaciones y ataques,
contra sus acciones y contra sus definiciones. Ha sido, incluso,
agredida con todo tipo de espejismos y confusiones, algunas veces
economicistas, otras veces burocratizantes y no pocas veces por la mano
de la corrupción y la represión selectiva. Hemos visto hasta el
hartazgo cómo se pudren los movimientos de Huelga sacrificados,
también, por la crisis de dirección revolucionaria que aun se hace
presente en todos los campos.
Hoy en México el llamado a
Huelga General emerge de una visión que no contempla sólo a los
episodios locales de Ayotzinapa, Tlatlaya, Iguala o Guerrero sino que
penetra con su análisis de clase la estructura toda del neoliberalismo
y sus mandatos desde Washington, para explicar la situación geopolítica
de un país que ha visto cómo los gerentes del PRIANRD le arrebatan sus
recursos naturales, su mano de obra y su inteligencia popular al
servicio del imperio yanqui.
La Huelga General que se
convoca, con sus mayores o menores fuerzas, debe tomarse con mucho
respeto porque es un camino para resolver algunas necesidades de corto
plazo (frenar la represión, construir herramientas con protagonismo
popular para impartir Justicia, fijar condiciones democráticas para
decisiones inmediatas…) necesidades de la clase trabajadora que
entiende que se encuentra aun dentro de los límites del capitalismo y
que es necesario cuidarse de toda conciliación con la burguesía y de las traiciones que suelen desatarse en contra de la lucha.
Esta Huelga, su convocatoria y sus métodos, debe ser incluyente y
cuidadosa, incluso hay que cuidarse de la propaganda incendiaria
ultra-izquierdista y de quienes ven a la Huelga como una mercancía
electoral de coyuntura. La Huelga General no es un artificio discursivo
ni un decreto voluntarista. No podemos separar la práctica de la Huelga
General de la teoría del socialismo científico una vez que hemos visto
pasar ante nuestros ojos mil amarguras y decepciones que nos
desmovilizan y nos hacen perder tiempo. Un fracaso con esta Huelga, si
ocurriera, debe ser nuestro pero jamás un triunfo de la oligarquía
PRIANRD-TELEVISA.
Por eso el plan de lucha no puede agotarse
con la Huelga. Una Huelga General no es patrimonio de “dirigentes” sino
fuerza revolucionaria que expresa activamente esa conciencia que vive
en las cabezas y en los corazones de todos aquellos que sienten con
dolor y rabia las miles de injusticias que comente el capitalismo a
diario contra sus vidas. Es necesario avanzar hacia una Asamblea
Nacional, un frente único constituido abiertamente con todas las
fuerzas activadas para asegurar claridad y limpieza a la dirección
revolucionaria de la protesta. Ni reformismos ni oportunismos. En la
Huelga General convocada para el 20 de noviembre en México deben vivir
todos los caídos y todos los que están en pie. Debe expresarse la
dignidad de la indignación ante los asesinatos de Estado y ante la
impudicia del gobierno que pasea su fraude con todo cinismo hasta en
los momentos más inoportunos.
La Huelga General que
ronda las cabezas y los corazones, esa Huelga que a unos genera dudas y
a otros genera esperanzas, necesita ir de la mano de una Asamblea
Política Nacional, con voz internacionalista, y animada por los jóvenes
que deben educarnos a todos con la lección de la claridad y la
serenidad que a muchos hace falta a esta hora. Huelga y Asamblea
necesitan limpiar el terreno y anular las discusiones secundarias y las
inútiles. Necesitamos un acuerdo de las bases, de toda las bases,
democráticas y sinceras, que exigen la renovación radical de las
dirigencias en todas las instituciones y organizaciones políticas.
La Huelga General por sí sola es insuficiente porque no es milagrosa.
Debe arrojar resultados y programas de acción muy dinámicos y
democráticos, con alcances de intervención estructurales realmente
profundos en la revolución completa de los paradigmas y no sólo de las
formas. No hagamos una gran fiesta de la rebeldía, una celebración
democrática de la rabia conciente y transformadora, para terminar
dejándola en manos de nuestros verdugos y para que corrijan
ellos el espanto macabro en que han hundido a nuestro pueblo mientras
hacen los grandes negocios privatizadores. Ninguna amenaza de Peña
Nieto puede contra la Huelga General ni contra sus alcances, por más
que, distinto a su costumbre en Atenco, por ejemplo, diga ahora (como
le ordenan decir desde Washington) que no quiere “hacer uso de la
fuerza”. El único autorizado para usar la fuerza democrática es el
pueblo soberano. ¡Vivos los queremos”
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