Arturo Alcalde Justiniani
Por lo visto, el
Ejecutivo federal y sus asesores no han percibido la dimensión de la
crisis nacional que explotó con los hechos de Ayotzinapa y Tlatlaya, que
estaba enraizada en las propias entrañas del país.
Otro gobierno con un mínimo de sensibilidad hubiera intentado
responder con un nuevo mensaje que acreditara la disposición a
reflexionar y resolver las causas de fondo de la inconformidad y
desconfianza que se han incrementado y reproducido en un corto periodo
con una dinámica inesperada, mismas que están claramente diagnosticadas y
que se retroalimentan entre sí: impunidad, inseguridad, creciente
corrupción, desempleo, injusticia generalizada en sus distintas
dimensiones, no sólo la criminal o policiaca, sino la que está vinculada
con un modelo económico, político y social que hace fracasar incluso
los llamados programas sociales, orientados más a administrar los
problemas que a resolverlos.
Se pensó que el gobierno daría un viraje de timón, formulando una
amplia convocatoria para avanzar por la vía del fortalecimiento
democrático y la igualdad, no con un nuevo pacto en favor de la
seguridad, ni de un programa de coordinación institucional, tampoco
llamando a figuras desgastadas de la sociedad civil. Debió iniciarse una
revisión de las políticas que generan el agobio de las mayorías y que
abonan para que las normas de convivencia social se rompan y los
reclamos se aceleren, tanto en las grandes ciudades como en los
territorios rurales más lejanos.
Se esperaban anuncios para lograr más equidad y medidas contra la
corrupción, la cual pulula como nunca en todos los espacios de la vida
pública y privada; también cambios al sistema de justicia, la revisión
de las políticas de seguridad que han fracasado y que han desprestigiado
las estructuras más cercanas al pueblo a nivel municipal, así como un
compromiso con los trabajadores del campo, atrapados en una pobreza
creciente, por la falta de apoyos y la pérdida de valor de sus
productos. Era el momento para avanzar en el cumplimiento de las tres
grandes promesas de campaña presidencial: mejora a los salarios, pensión
universal y seguro de desempleo. Era la oportunidad para reducir la
convicción popular generalizada de que grupos de interés están
encaramados en el gobierno haciendo negocios en su favor.
No se cumplieron las expectativas, el Ejecutivo salió de viaje
apostando a que las cosas volverían a la normalidad con el paso del
tiempo y que bastarían acciones contra delincuentes con nuevos alias,
para que las aguas regresaran a su cauce. Esta actitud se acompañó con
la ocurrencia de un nuevo pacto partidario en el momento en que estas
instituciones viven su peor desprestigio. Hoy la ciudadanía reclama a
voz en cuello un cambio de orientación en favor de sus intereses
cotidianos para paliar su angustia y sus dificultades, derivadas de un
entorno de precariedad y falta de oportunidades, sobre todo con miras al
futuro, en donde se ubica la suerte de sus hijos, para la gran mayoría
razón y motivo de sus esfuerzos, esos hijos que marchan protestando en
las calles en solidaridad con otros, pero también en favor de ellos
mismos, porque las perspectivas se observan negras, no hay oportunidades
de trabajo digno y las nuevas políticas tienden a castigar a las
generaciones futuras.
En lugar de enunciar cambios, más allá de viajes con signos de
escape, aparecen hechos que incrementan la desconfianza popular, tal es
el caso de la extraña cancelación del concurso del tren
México-Querétaro. Así, de la noche a la mañana, sin más explicación que
una decisión presidencial supuestamente fundada en responder a
imprecisos cuestionamientos, se asume esa sentencia inexplicable; si las
cosas estuvieron bien hechas, como anunció el secretario de
Comunicaciones y Transportes, ¿por qué se llevó a cabo la cancelación de
un proyecto de gigantescas dimensiones, soportando un enorme costo en
credibilidad y en dinero por los daños y perjuicios ocasionados, que
seguramente se cubrirá con recursos públicos? Por el contrario, si las
cosas no estuvieron bien, sería necesario aclarar cuáles fueron esas
deficiencias y por qué no se ha sancionado o removido a los actores
principales en este proceso, como es el caso del propio ministro de
transporte.
En cuanto a las iniciativas relacionadas con la pensión universal y
el seguro de desempleo, promesas centrales del candidato, justificantes
de la reforma fiscal y elementos clave para reducir la pobreza, se
encuentran arrumbadas en el Senado, la primera porque su minusvalía
generó inconformidad y la segunda, porque pretendió en un acto de osadía
mayor financiarse con los recursos propiedad de los propios
trabajadores, a costa del 60 por ciento del aporte al Infonavit (3 por
ciento del 5 por ciento). Hoy no se otorga a estos renglones recursos
nuevos en el presupuesto aprobado, en cambio la aplanadora de los
diputados federales secuestra para sí 10 mil millones de pesos con el
fin de prestigiarse en sus distritos, frente al proceso electoral de
2015.
En materia salarial ni qué decir. Durante varios meses se acreditó
con creces la existencia de una política cruel de despojo de este
derecho que es producto del trabajo y el esfuerzo cotidiano. Todos los
análisis demostraron que la miseria salarial no tenía justificación
económica y ética, tampoco productiva. El gobierno y su Comisión
Nacional de Salarios Mínimos, exhibidos y contra la pared, se plantearon
el argumento de que todo era culpa de los propios legisladores por
haber vinculado el salario mínimo a otras variables como multas y
subsidios; sin embargo, el discurso quedó al descubierto, cuando fue
presentada por todos los partidos de oposición la iniciativa de ley para
resolver la vinculación, ésta se congeló, y al mismo tiempo se ejecutó
con frialdad una nueva edición de la política salarial criminal al
imponer a los sindicatos del sector educativo un incremento de tan sólo
3.4 por ciento, a contrapelo de la contención acumulada y del constante
incremento a los precios. El salario mínimo será otra promesa frustrada.
Tendremos más hambre, miseria y sed de justicia; es lo que se avizora
en el futuro inmediato. Sería importante que las movilizaciones que se
dan a lo largo y ancho del país incorporaran a sus demandas la exigencia
de cambio del modelo, que es causa y origen de los innumerables males
que inundan la existencia de la mayoría.
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