11/21/2014

“Denles duro y que no se vayan”, gritan granaderos en el Zócalo

Después de que un grupo lanzó bombas molotov contra Palacio Nacional, policías locales y federales persiguieron a todos los manifestantes que permanecían en la plaza tras la marcha por los desaparecidos de Ayotzinapa.


Una mujer policía, tolete en mano, corre por la plancha del Zócalo gritando “encapsúlenlos ahí, denles duro y que no se les vayan”. Se dirige a un grupo de entre 10 y 15 policías que tras correr desde Palacio Nacional hasta el asta bandera alcanzan a los jóvenes que les gritaron: “¿y qué si fuera tu hijo?”, en referencia a los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, que motivaron esta marcha.

Los jóvenes gritan, otro contingente se acerca “suéltenlos, suéltenlos” y en grupo, todos echan a correr hacia la calle de Madero mientras los policías van detrás. Uno dice “a ver si vuelven a marchar”.
Ese fue el desenlace de la manifestación convocada este jueves 20 de noviembre por padres y familiares de los normalistas desaparecidos desde el 26 de septiembre y que pese haber sido una marcha pacífica que arrancó desde tres puntos diferentes de la ciudad —después de que tres caravanas recorrieron el país— y congregó a miles, fue intervenida por policías locales y federales que golpearon a manifestantes de todas las edades, familias o periodistas hasta lograr el desalojo del Zócalo.

Video: Francesc Messeguer (@ElMesseguer)
El comienzo, frente a Palacio Nacional
Pasadas las 19:30 horas, cuando las tres caravanas —que partieron del Ángel de la Independencia, el Monumento a la Revolución y la Plaza de las tres culturas en Tlatelolco— se reunieron en el Zócalo capitalino, un grupo de manifestantes no pudo ignorar la presencia de al menos 80 vigilantes vestidos con uniformes negros que custodiaban Palacio Nacional.
Mientras desde el templete los padres de los normalistas advertían que confrontarse con la policía no era el objetivo de la marcha pero sí reclamar la presentación con vida de sus hijos, quienes se concentraron frente a Palacio Nacional comenzaron a lanzar botellas, basura y frutas a los custodios.
Después vinieron los cohetones y luego las bombas molotov; pero también el grito de “no violencia, no violencia” de la mayoría y los intentos de algunos de acabar con la agresión entonando el Himno Nacional.
Incluso, varios se acercaron a la cerca que rodeó Palacio Nacional sólo para pedir que no se propiciara la acción “de los violentos”.
Compañeros, ya no la chinguen. Este movimiento ha conseguido un gran avance. No sean parte de los violentos, no se queden ahí viendo cómo insultan a los policías”, dijo un manifestante con un megáfono.
Pero el grupo que lanzó objetos contra Palacio Nacional no cedió. Cinco jóvenes gritaron “tomemos Palacio” y aunque no hubo respuesta de la gente congregada en la sede del Poder Ejecutivo, los intentos por derribar las vallas apiladas, continuaron.
El mitin de los padres de los normalistas desaparecidos terminó pero frente a Palacio Nacional se quemaban papeles y se lanzaban más cohetones y bombas molotov.
La violencia siguió pese a los gritos de “no violencia” de la mayoría y justo cuando la valla metálica que separaba a miembros de seguridad de manifestantes comenzó a ceder, primero vino un intento por dispersarlos con extinguidores pero después el contingente de 80 custodios fue reforzado por al menos 300 granaderos y agentes de la Policía Federal que aparecieron con toletes, cascos, escudos y corazas antimotines.
Pero ni estas expresiones de violencia de unos cuantos o la presencia policial ahuyentaron a los manifestantes que permanecían en el Zócalo, el cuál lucía lleno pese a que los padres de los normalistas se habían retirado.
En la plancha, quienes marcharon por los desaparecidos de Ayotzinapa, exigían la aparición con vida de los estudiantes. Algunos lanzaban globos de cantoya, otros coreaban el Himno Nacional y todos se unían bajo el grito de “justicia” tras contar del 1 al 43 para recordar a los normalistas ausentes.
El avance de los granaderos
Con la entrada de policías al Zócalo —que primero se colocaron frente a Palacio Nacional— los ciudadanos increparon: “estarán satisfechos, ¿y si mañana son tus hijos, qué piensas hacer?”, pero también intentaron organizarse frente a la presencia policial: “somos más, somos más, únanse”.
Pero a los gritos ciudadanos que buscaban evitar un enfrentamiento se sumaron algunas piedras que lanzó el mismo grupo que antes había jaloneado las vallas metálicas y que un grupo de jóvenes con el rostro cubierto encaró el repliegue de la policía hasta que uno de ellos se acercó a los uniformados para que el fuego generado por un encendedor y una lata de aerosol encontrara un hueco entre sus escudos.
Entonces los granaderos corrieron hacia el asta bandera repartiendo golpes con toletes y escudos sin importar que en el Zócalo estaban manifestantes que marcharon y permanecían de forma pacífica.
En esta primera corretiza, muchos ciudadanos optaron por salir del Zócalo, pero muchos otros no pudieron al ser alcanzados por los granaderos. Uno de los jóvenes con el rostro cubierto fue alcanzado por los policías y llevado hacia sus filas en un movimiento tan rápido que pareció como si los escudos lo hubieran trabado. Integrantes de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) intervinieron justo cuando los policías golpeaban a una pareja y confirmaron que tenían registro de al menos otras tres agresiones contra los manifestantes.

La huída
No sólo fue una vez que los policías corrieron detrás de quienes permanecían en el Zócalo e intentaron dispersarlos con gas lacrimógeno, pero ya sin la presencia del grupo que lanzó objetos a Palacio Nacional; muchos ciudadanos optaron por quedarse para exigir “no violencia” a los uniformados.
Ya eran casi las 22:00 horas y el operativo no había conseguido dispersar a todos los manifestantes. Aún había señoras con pancartas con la fotografía de los normalistas desaparecidos, jóvenes en bicicleta y cientos de personas más vestidas de negro con el rostro descubierto.
Jóvenes formaban una valla frente a los granaderos y les cuestionaban sobre su actuación esa noche. “El gobierno que defiendes desapareció a estudiantes” “¿Tú no tienes hijos?” ¿Tu sueldo te alcanza para vivir? “La lucha es de este lado”.
En tanto, otro grupo frente a la calle 20 de noviembre, se ponía de rodillas para deshojar flores blancas. Con los pétalos, formaron la palabra ‘Ayotzinapa’ en el asfalto mientras los granaderos mantenían su formación a unos metros de distancia.
Pero todavía vinieron otros intentos por liberar la plancha del Zócalo y para culminar con el repliegue de los manifestantes.
En grupos, los policías persiguieron a los contingentes hasta llevarlos a calles que rodean la plancha central de la Ciudad: 16 de septiembre, Francisco I. Madero y 20 de noviembre.
Ya con el Zócalo libre, pasadas las 10 de la noche, los policías mantenían a los manifestantes sobre esas calles y les impedían regresar a la plancha central. En Madero uniformados gritaban “ya váyanse, avancen”, pero ciudadanos insistían en exigir “no violencia” y en que las autoridades permitieran el “libre tránsito”.
Sobre 16 de septiembre hubo unas cuantas corretizas más para dispersar a los ciudadanos que permanecían; mientras que sobre 20 de noviembre tres jóvenes decidieron responder ante el acoso policiaco: sacaron un libro de sus mochilas y se sentaron en el suelo frente a los granaderos, “¿quiere leer?”, decía Jesús, de 18 años. Los uniformados abrieron su escudo, dieron unos pasos y rodearon a los jóvenes; el resto de los manifestantes fue replegado entre los reclamos por la posible detención de quienes no habían cometido ningún delito o agresión.
“No nos vamos a ir de aquí sin el compañero”, gritó una joven. Y así fue, ambos bandos se mantuvieron firmes y después de 10 minutos, los tres jóvenes salieron de entre el escudo de granaderos, libro en mano. “No nos hicieron nada, pero pensé que ya había valido”, dijo sonriente el joven con el número 43 pintado en la frente.
Eran las 23:00 horas cuando la acción policial logró que los manifestantes que participaron en una marcha pacífica —que comenzó seis horas antes— se dispersaran. Los padres de los normalistas desaparecidos ya no estaban en la escena, pero los ciudadanos, aunque obligados a abandonar el Zócalo, caminaron por las calles del Centro Histórico exigiendo justicia.

Video: Francesc Messeguer (@ElMesseguer)

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