Ángulo superior derecho: la clase política
¿Viejos
dinosaurios o lagartijas nuevas? Da lo mismo. Envilecidas por el poder,
las elites políticas mexicanas mantienen secuestrada la democracia con
el propósito de obstruir cualquier iniciativa y participación
significativa de la población en los procesos de toma de decisiones
sobre la vida nacional. Reducida a un aburrido ritual de contar los
votos, la democracia en México funciona como un macabro montaje de
ingeniería política de compra-venta de ideas huecas, acciones
improvisadas y proyectos políticos detrás de los que se esconde una
clase política mayoritariamente inepta y parasitaria. A pesar de no ser
un invento exclusivo de la escena política mexicana, el hecho de que
los partidos políticos operan como auténticas firmas de negocios ralla
al extremo del absurdo. Corrupción explicita, tráfico de influencias,
enriquecimiento ilícito, difamación mutua entre los partidos y otros
tantos fenómenos que, continuamente, adornan la vida política nacional,
mantienen un statu quo en donde la ciudadanía rebajada a una multitud contabilizable asiste a un burdo espectáculo pseudo-democrático en el que salen vencedores muñecos de porcelana hollywoodizados
y no los más aptos para ocupar un cargo público. Las democracias
consolidadas se caracterizan por una clara diferenciación
teórico-práctica entre Estado, gobierno y régimen. Este último hace
referencia a un conjunto de pautas que determinan las formas y canales
de acceso a los principales cargos del gobierno, las características de
los actores admitidos y excluidos a ese acceso, y los recursos o
estrategias que pueden emplear para ganar tal acceso (O´ Donnell y
Schmitter). Dicho de otro modo, el régimen es un espectro que
visibiliza la calidad del gobierno. En México, un sector mafioso ejerce
una especie de parapolítica completamente funcional de un régimen
autoritario disfrazado de un Estado presuntamente democrático. La
ausencia del principio de legalidad, el imperio de la ley y,
finalmente, de un Estado de derecho es la principal causa del actual
brote de violencia institucional que va más allá de la ley. Es de sobra
conocido que el Estado dispone de la exclusividad del uso de la
violencia física legitima (Weber dixit). Sin embargo, cuando
ese monopolio viola la propia ley en la que se basa y, además, se mofa
de los derechos de los ciudadanos, comienza un difícil e incierto
proceso de recomposición del orden constitucional en el cual se
multiplican vertiginosamente los escenarios posibles. Uno de ellos, y
el más deseado por las mayorías en el país azteca en este momento es,
precisamente, aquel que implica un definitivo adiós al simulacro
democrático a cargo de una clase política cuya fecha de caducidad
expira ante nuestras miradas ansiosas de desarrollo, prosperidad y
estabilidad.
Ángulo superior izquierdo: la oligarquía posmoderna
México
es un ejemplo por excelencia en el que la total despolitización de la
economía se aceptó como si fuera una simple imposición del estado
objetivo de las cosas. Pasaron varias décadas, pero el patrón
civilizatorio neoliberal y su descabellada utopía global del mercado
total sigue en curso y es, una y otra vez, políticamente reajustado y
económicamente adaptado a los insaciables apetitos de los dueños de
grandes capitales de nuestro país. Un Alien tricéfalo:
liberalización (precios), desregulación (capitales) y privatización
(bienes públicos) es el juguete preferido de nuestras elites económicas
retrogradas, decadentes y envueltas en su delirio cleptocrático
que no les permite ver la calle desde los helicópteros, aviones
lujosos, yates o carros blindados que usan para recorrer las distancias
entre Davos, bolsas de valores, bancos, centros comerciales y otros
rincones de una mega burbuja en espera de un piquete definitivo. En
algunos casos, la única diferencia entre un “exitoso hombre de
negocios” y un vil capo reside en el hecho de que el primero tiene una
excelente asesoría legal. Tejida por los escudos familiares, la mayor
parte de la red empresarial mexicana del big business está
estrechamente vinculada a los grandes capitales extranjeros en espera
de una bursatilización definitiva de la riqueza nacional de nuestro
país. De nada sirve que se escude detrás de los principios tales como
la responsabilidad social corporativa, desarrollo sostenible (por
cierto, todo un oxímoron) o la compasión mediatizada vía teletonización
de las causas sociales. Desvinculada de la realidad, la oligarquía
posmoderna nacional con el domicilio permanente en la opulencia
contribuye de manera sustancial al mantenimiento del régimen
autoritario, abogando por las libertades (del mercado, claro está), y
anulando cualquier posibilidad de control social sobre el capital. La
clase política gobernante y la oligarquía posmoderna son la más vulgar
expresión de un matrimonio por conveniencia. Unos hacen la política
para enriquecerse y otros la practican para conservar y aumentar su
riqueza. En este ambiente, las actuales reformas “estructurales” están
diseñadas a la medida de las expectativas y necesidades de ambos
bandos. Cocinadas en el subsuelo político nacional, estas reformas son
bautizadas como “estructurales”, no porque implican un cambio de
estructura en los niveles organizacional y operacional, sino porque, al
contrario, mantendrán las mismísimas estructuras en las
relaciones de un poder coercitivo siempre encaminado a pisotear los
derechos de la nación como sujeto político y titular único de nuestro
patrimonio.
Ángulo inferior izquierdo: la dictadura mediática
Para
que la clase política y su aliada, la burguesía posmoderna, puedan
llevar a cabo su proyecto de poderes ilimitados, se necesita un tercer
ángulo (soporte) a cargo de los medios de comunicación ejecutando la
tarea, nada fácil por cierto, de adiestramiento poblacional mediante
una serie de ejercicios (rituales cotidianos) para impones la
disciplina y control. Se dice que un sistema político es tan
democrático, en la medida en que es capaz de proveer fuentes de
información alternativas a su respectiva ciudadanía (Dahl). En algunos
casos, encontrar información verídica, oportuna, contextualizada y más
allá del oficialismo administrado, en México requiere a veces, un
avanzado dominio de la arqueología. El blindaje institucional del
mercado informativo doméstico permite a unas cuantas familias y
pandilleros de la información (disfrazados de “líderes de opinión”)
usurpar los espacios de la interacción social creando una realidad
aparte. Basta pasar cinco minutos ante la pantalla televisiva en
cualquier hora del día, para enterarse que los principales problemas de
México son la caspa, el villano del “Que pase el desagraciado” o la
inconsistencia en el rendimiento de la selección nacional de futbol. La
obviedad del rol preponderante que los medios de comunicación masiva
juegan en la composición/distribución de los poderes globales,
regionales y estado-nacionales en la fase actual del sistema-mundo
capitalista, no basta para enmascarar su indiscutible influencia, a
menudo decisiva, en la presentación/interpretación y la forma de
asentar los hechos en la conciencia colectiva, mediante la dosis diaria
del info-entretenimietno suministrado a los consumidores de la
información moldeando de manera directa sus estructuras de pensamiento
axiológicas, hermenéuticas, epistemológicas o de alguna otra índole. Es
por ello que varios estudiosos en el tema, alertan sobre el riesgo de
nombrar a las principales cadenas de televisión, radio, prensa escrita
o portales de Internet como medios de comunicación de masas,
sin antes comprobar que se trata de verdaderos y auténticos vehículos
de información que brindan a los ciudadanos un espacio significativo
para expresarse y, a la vez, ser informados oportuna y verídicamente.
En muchas ocasiones sucede precisamente lo contrario, los así llamados
"medios de comunicación masivos" actúan como monopolios de información,
mecanismos de control social y poderosos agentes, defensores de
intereses particulares totalmente subordinados al gran capital y los
centros del poder hegemónico tradicional. Los fenómenos tales como la
distorsión, tergiversación o la simple y vulgar mentira han sido
acompañantes continuos de la presentación mediática de la realidad
nacional montada a la medida de las inagotables necesidades de
legitimar lo indefendible (impunidades, injusticias sociales,
explotación, marginación, falta de oportunidades, desigualdad y
violación del orden constitucional). Confundidos por falta de contexto
y mareados por el amarillismo, “los ojos embobinados y cerebros pasteuirzados”
(Vázquez Montealbán) del ciudadano “promedio”, prefieren permanecer en
el horizonte superficial de un mundo virtual, más allá del tedio de una
realidad agobiante y generadora de problemas.
Ángulo inferior derecho: un sistema (des)educativo agonizante
La “Maestra” se nos fue, pero el albismo
continúa. Un último elemento que sostiene al régimen político
autoritario/represor en México, es la inexistencia crónica de un
proyecto educativo sólido, incluyente, viable, y ajustado a las
expectativas de un país con enorme potencial humano. Dicha inexistencia
es resultado de un plan que combina métodos de una administración
subordinada a los intereses ajenos a los procesos de
enseñanza-aprendizaje en todos los niveles, con la ejecución de un
despliegue omnipresente del aparato represivo-controlador de los
sujetos que protagonizan la experiencia educativa donde sea que esté.
La miserable partición (proporcional) del PIB destinada al sector
educativo mantiene en rezago a millones de niños y jóvenes del país
que, una vez terminando con sus respectivos ciclos escolares, están
condenados a enfrentar un mercado laboral cada vez más selectivo y
excluyente. La enseñanza básica, media y media superior presentan
graves carencias en infraestructura, programas y planes de estudios,
preparación y actualización de la planta docente, hecho que coloca a
México en los ranking mundiales en materia educativa a la par
de los países que padecen el mayor retraso educativo. Por otro lado, el
sector de la educación superior acabó siendo presa fácil de un falso
debate sobre la privatización. En medio de esta lucha doctrinaria que
ha empujado la educación pública al abismo de la escasez y que ha
convertido la educación privada en una antesala de reclutamiento
empresarial tecno-burocrático en función de las “leyes de mercado”, la
posibilidad de reinventar y revitalizar la concepción humanista de la
educación basada en la creación intelectual crítica y responsable,
abierta y elaborada para atender las demandas de nuestra sociedad se ve
considerablemente disminuida. Hoy en día, el régimen invierte todos los
recursos disponibles para obstruir la posibilidad de una educación que
presupone la integridad ética de los sujetos educativos, la
independencia frente a los poderes supremos y la autonomía relativa con
respecto al mercado. La apuesta es por un modelo que suspende cualquier
intento de generar el pensamiento crítico e independiente, favoreciendo
la formación de personas cuya dimensión intelectual quede devaluada y
fácil de sustituirse por un complejo de procedimientos y técnicas que
programan la obsolencia del libre y creativo trabajo humano (Chomsky).
Meta final de ese pseudo-sistama educativo: clonar profesionistas
obedientes, ejecutores de decisiones ajenas a la sociedad en su
conjunto, productores de riquezas disciplinados y consumidores
controlados por un big brother que mueve todas las piezas en un tablero siguiendo sus caprichos y manejando a su antojo el destino de una nación entera.
Epilogo
Un círculo perfecto, símbolo de un gatopardismo
perpetuado. Cambios constantes en la superficie, para que la base siga
siendo siempre la misma. Pero, el truco ya está descubierto por la
mayoría de la población políticamente consciente y éticamente
comprometida con un objetivo cuya realización, prácticamente, no
implica ningún riesgo. Parafraseando a Marx, lo único que podemos
perder son nuestras propias cadenas. Envejecido y senil, el actual
régimen político mexicano asiste a su propia cuenta regresiva. Su
desarticulación, será lenta, para algunos tal vez dolorosa, pero
necesaria si queremos recuperar realmente el control sobre nuestras
vidas. Arrebatar la democracia de las manos de una clase política que
ya no tiene a quien engañar, someter los capitales de la oligarquía
posmoderna a los mecanismos de transparencia y control social, romper
los cercos mediáticos que administran el silencio y siembran el virus
de la indiferencia y, finalmente, levantar un nuevo sistema educativo
que nos devuelva la dignidad y el derecho originario a disentir y
romper los limites. El aliado tradicional de ellos siempre fue el
miedo, el nuestro siempre fue y será la esperanza. Después de
Ayotzinapa, el concepto de crimen organizado jamás será el mismo. Por
el simple hecho de que crea un nuevo dilema: ¿crimen organizado.....por
el Estado o más allá de él?
Dejan Mihailovic. Profesor -
Investigador del Departamento de Derecho y Relaciones Internacionales.
Tec de Monterrey, campus Estado de México, México.
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