Carlos Bonfil
En su cuarta edición,
Los Cabos International Film Festival sigue afianzando su distinción
original de ser un punto de enlace entre las producciones fílmicas de
Canadá, Estados Unidos y México. Sin embargo, como atinadamente señaló
el colega Leonardo García Tsao, por la cercanía con otros festivales que
para noviembre han presentado ya el grueso de la producción nacional
más destacada, a Los Cabos sólo le resta concentrar sus esfuerzos en
ofrecer como novedades aquellos títulos de los países vecinos que
posiblemente tendrán muy pocas ocasiones de una distribución comercial
en nuestro país. Se trata de títulos de producción independiente, de
bajo presupuesto, con temáticas arriesgadas, que comúnmente interesan
más al circuito cultural de cinetecas y cine clubes universitarios, que a
las grandes cadenas de exhibición donde apenas resisten la muy
asimétrica competencia de las grandes producciones hollywoodenses de
temporada.
En Los Cabos el cinéfilo le toma un poco el pulso a la evolución
reciente tanto del cine canadiense anglófono como del quebequense, con
unos cuantos títulos bien seleccionados: este año, en la competencia, la
premiada Room (La habitación), de Lenny Abrahamson, y Sleeping giant (El gigante dormido), de Andrew Cividino), presentadas en el pasado festival de Toronto, y Les êtres chers (Seres queridos), de Anne Émond. Por Estados Unidos: James White, de Josh Mond; Nasty Baby, de Sebastián Silva, y Tangerine, de Sean Baker, este último título un gran favortito del público asistente. Sin duda, Room, intenso recuento del largo encierro de un niño de cinco años a lado de su madre secuestrada, y Tangerine, delirante
comedia sobre prostitutos travestis, con un alocado ajuste de cuentas
por infidelidad y un emotivo desenlace de amor fraternal, serán estrenos
muy llamativos a principios del año próximo en nuestro circuito fílmico
cultural.
En la sección de competencia destacaron también tres títulos de cineastas latinoamericanos: El último paciente (Chronic), del
mexicano Michel Franco, una impactante aproximación a la personalidad
compleja de un enfermero (Tim Roth), especializado en procurar una
muerte digna a sus pacientes terminales; Un monstruo de mil cabezas,
del uruguayo radicado en México Rodrigo Plá, crónica muy dinámica del
combate solitario contra la burocracia de las aseguradoras médicas por
parte de la esposa de un enfermo terminal, y finalmente, Desde allá, la
sulfurosa propuesta del venezolano Lorenzo Vigas, sobre los perversos
mecanismos de poder en la relación homoerótica entre un hombre maduro y
un joven delincuente proletario.
En la sección México primero, se presentaron seis
largometrajes, entre ellos tres obras de autores apoyados por Los Cabos
en ediciones anteriores: La caridad, de Marcelino Islas; Sabrás qué hacer conmigo, de Katina Medina Mora, y Semana Santa, de Alejandra Márquez. Los títulos restantes, presentados previamente en otros festivales, fueron: Almacenados, de
Jack Zagha, choque generacional a dos voces, sobre las rutinas
laborales y el vacío existencial, con una notable recreación de una
atmósfera claustrófobica, protagonizado por el veterano José Carlos Ruíz
y Hoze Meléndez; Las elegidas, el vigoroso segundo
largometraje de David Pablos sobre el negocio de la trata de blancas en
una historia familiar que es microcosmos de la corrupción generalizada
que priva en el país, y Te prometo anarquía, de Julio Hernández
Cordón, posiblemente la revelación fílmica nacional más original y
novedosa en el pasado festival de Morelia, injustamente menospreciada
por el jurado de aquel evento, que tuvo, por suerte, en Los Cabos, su
merecido reconocimiento. Los últimos, al parecer, serán siempre los
primeros.
Uno de los atractivos de éste y otros festivales son siempre las
galas. Este año los títulos que acapararon la atención durante los
cuatro días que dura el muy compacto evento internacional que reunió 45
cintas, fueron: Demolición, del franco-canadiense Jean Marc-Vallée; Steve Jobs, de Danny Boyle; Remember, de Atom Egoyan, y Carol, de
Todd Haynes. De estupenda factura las cuatro propuestas, cabe señalar,
sin embargo, que los dos últimos títulos son obras redondas, memorables.
La película de Egoyan es el dramático recuento de la frenética cacería
de un criminal nazi por parte de una supuesta víctima suya, el
octogenario Zev Guttman (Christopher Plummer), y la cinta más reciente
del cineasta, icono queer, Todd Haynes, explora la relación de
Carol (una espléndida Cate Blanchett), enamorada de Therese (Rooney
Mara), una joven empleada de un almacén neoyorquino. Perfecta
ambientación de los años 50 para un drama intenso y emotivo.
Los Cabos, a fin de año, una cálida antesala para el mejor cine por venir en el 2016.
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er: @Carlos.Bonfil1
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