Por: Mariel García Montes*
Me
llamo Mariel, soy feminista y sólo me tomó 23 años quitarme ese vicio
de decir “creo en la igualdad de género; no en el feminismo”.
Un día desperté feminista después de mi primer taller de mujeres, para mujeres, organizado por una de mis ídolas feministas: Erika Smith, de Dominemos la Tecnología. Yo tenía 23 años (hace dos) y una larga trayectoria en la Rabia Feminista (a la que ahora me referiré como RF). Recuerdo que mi primer episodio de RF fue antes de los 10 años:
“Las niñas como tú tienen que saber cómo lavar los platos”. “¿Y mi hermano? ¿Por qué él no?”. “Porque él no es una niña”.
Mi abuela, sin saberlo, me regaló el primer momento de RF que hoy puedo recordar. ¿Cómo es que, a finales del siglo XX, las niñas siguiéramos viviendo en absurdos como ése? Así eran las cosas y ya, decía ella.
No es que en esos 23 años me faltara exposición al lado académico: hice no pocas lecturas sobre igualdad con profesoras feministas en el colegio de Filosofía. Fui la feminista, sin saberlo, en muchas discusiones entre filósofos (porque, si hay machirrines, vaya que son los filósofos).
Tampoco me faltó estar expuesta al Zeitgeist de la conciencia social, si es que eso existe: desde adolescente fui voluntaria en iniciativas chairas varias, muchas veces al lado de mujeres activistas.
¿Por qué me tomó tanto tiempo, entonces, despertar? Creo que, en mi caso, lo que había hecho falta era un espacio donde la RF, los retos y la inspiración fueran compartidos, y donde se hablara abiertamente de las dificultades que todas enfrentaban por ser mujeres defendiendo a mujeres. Suena a algo simple, pero nunca lo viví antes de ir a un espacio de mujeres.
Entre tantas historias de sufrimiento de víctimas y de mujeres que trabajaban con víctimas, no había necesidad, ni espacio, para los “pero es que los hombres también son víctimas de violencia de género”, o los “las mujeres usan las acusaciones de violación para joder a los hombres”.
Lo más interesante, y tal vez contrario a lo que imaginan las y los no-feministas al enterarse de que existen espacios exclusivamente de mujeres (que, por lo que expresan, ha de ser la imagen de un grupo de brujas quemando penes arrancados de hombres aleatorios cazados en la calle), en ese espacio vi también por primera vez apoyo que, hasta la fecha, no he visto en contextos no feministas. Después aprendí que es a eso lo que le llamamos “sororidad”.
Hay causas en las que la comunión surge por el interés en una causa y ya. Pero, en mi experiencia, a las feministas nos une mucho más que eso. Nos une la genuina RF que pueden suscitar los chistes misóginos. La incapacidad de ignorar el feminicidio en potencia visible (al parecer, sólo a nosotras) en simples interacciones diarias.
Las ganas de hacer que la tierra trague a las y los interlocutores que quieren que, por enésima vez, escuchemos que “el feminismo no es igualitario”, o “el lenguaje incluyente es gramaticalmente incorrecto”.
Creo que esas emociones dentro de las causas feministas en específico vienen de nuestro despertar como feministas, no sólo como mujeres a favor de la igualdad de género. No importa que unas seamos chairas y otras más bien sean académicas, ni que unas sean lesbianas y otras sean hetero: es lo que implica ese despertar lo que nos pone del mismo lado.
Cuando regresé del taller que produjo mi despertar, fue mi abuela quien me preguntó cómo me había ido. Entre lágrimas mías y preocupaciones de ella, empezaron a brotar las historias de violencia que había tragado durante una semana entera. ¿Cómo es que, a inicios del siglo XXI, las mujeres sigamos viviendo absurdos como ésos?
Esta vez, no me dijo que así eran las cosas y ya. Y es que no sé si yo viviré para ver su despertar, pero ella sí vivió para ver el mío. Unos años tarde, pero, gramo a gramo, con la misma cantidad de RF de ese primer episodio.
Quiero que, mientras viva, mi feminismo sea más que un despertar; que sea aprendizaje y construcción en sororidad. Y es por eso que mi propósito feminista este año (porque todavía estamos en época de propósitos) es recordar que toda mujer no-feminista es una feminista en potencia.
Sólo necesita un despertar. Está bien: también un poco de RF.
Twitter: @faeriedevilish
*Mariel García Montes es comunicadora y “hippy” (“chaira”, “activistoide”) en temas de TIC para el cambio social con jóvenes y activistas. Ya no es tan joven, pero cada vez es más feminista, y quiere aprender de y con mujeres que así se identifiquen.
**Lenguantes es una columna semanal escrita por jóvenes feministas. Cuatro plumas, voces, lenguas se unen para compartir reflexiones desde su ser joven y feminista. #Lenguantes.
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | México, DF.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario