Por: Edgar Rosas
(02 de febrero, 2016. Revolución TRESPUNTOCERO).- La tortura en México es un instrumento político
de dominación que ejerce el Estado, con el cual busca propagar un clima
de miedo para aterrar a la población y enfrentar a los opositores.
Así lo considera el académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Carlos Fazio. El autor del libro Terrorismo Mediático,
afirmó que los sistemas que promueven la tortura lo hacen con “lúcida
consciencia”, como una estrategia de poder para “mantener el orden
establecido”.
Al participar en la Jornada Internacional: La Tortura en México, práctica sin freno -realizada
en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC)- el especialista
en historia militar de América Latina subrayó que la tortura es una
actividad intencional y predeterminada, que se ejerce de forma
generalizada y sistemática en el país por parte de las autoridades.
“La tortura es un instrumento político de dominación violenta
ejercida a través del Estado. La causa del mal es de origen humano,
intencional y calculado; su eficacia es más importante que el horror que
produce. Basados en esa rentabilidad, quienes la aplican reducen al
ridículo las posiciones éticas, profesionales o militantes de las
víctimas. Los sistemas que promueven la tortura lo hacen con lucida
consciencia, como estrategia de poder, como engranaje o eslabón
imprescindible de un sistema de gobierno.
“Hay que desterrar la idea común de que la tortura es expresión de un
arcaísmo bárbaro, al contrario, es una práctica rutinaria del sistema,
quizá una de las condiciones de su funcionamiento”, manifestó.
El profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS)
de la UNAM, expuso que la práctica de la tortura es una actividad
clandestina de la acción policial y militar, por ende “una actividad
clandestina del Estado”. Reiteró que su ejecución no sólo busca someter a
castigo a la víctima, sino generar una parálisis social.
Al respecto Fazio hizo mención de dos ejemplos que enmarcan el uso de
la tortura bajo el principio antes expuesto: perseguir a los opositores
y mandar un mensaje de terror que paralice a la sociedad. Los hechos
represivos en Atenco y el asesinato del normalista de Ayotzinapa, Julio
César Mondragón Fontes, son para el académico, una muestra que evidencia
este uso de la tortura por parte del Estado mexicano como instrumento
político de dominación.
Represión en Atenco: una demostración del poder
La tortura sexual a la que fueron sometidas 23 de las 44 mujeres
detenidas durante los operativos desplegados el 4 de mayo de 2006 en San
Salvador Atenco, Estado de México, fue, para Carlos Fazio, resultado no
de una acción individual cometida por malos elementos policiacos, sino
de una orden superior que mandató a los agentes agredir de esta manera.
El académico manifestó que el patrón de conducta similar de los
agentes, confirma lo antes expuesto. Reiteró que el actuar de los
elementos no fue “una desviación de la norma”, sino una acción
predeterminada.
“Los testimonios de las presas políticas del penal de Santiaguito no
dejaron lugar a duda, revelaron que sus captores, es decir los policías
que las detuvieron en Atenco y las trasladaron a la prisión en el Estado
de México, tuvieron un mismo patrón de conducta sádica y lasciva (…)
“La participación de más de medio centenar de elementos policiales en
actos de violaciones en masa, no podría explicarse por una suerte de
epidemia sádica. La conducta del torturador no puede comprenderse sólo
desde una perspectiva puncionar, por lo que se puede deducir que los
abusos, violaciones y otras aberraciones sexuales perpetradas por los
agentes del orden, durante el dantesco traslado de las prisioneras de
Atenco a Santiaguito, derivaron de una orden superior, que no fueron
desviaciones a la norma perpetrada de manera individual por algunos
malos elementos, que no sólo se siguieron los códigos militares de los
ejércitos coloniales de ocupación que hacen del cuerpo femenino un
objeto, un botín de guerra para el vencedor y una venganza o castigo
contra el enemigo”, afirmó.
En este sentido, reiteró que en el caso Atenco la tortura fue un
instrumento político. Enfatizó que “quienes aplicaron tormentos físicos,
psicológicos, y sexuales en contra de las detenidas cumplían órdenes
superiores, es decir, obedecían a una cadena de mando. Las mujeres
fueron violadas y ultrajadas de manera intencional como un medio de
degradación humana y desmoralización, aniquilación y desvalorización. La
de Atenco fue también una acción de tipo contrainsurgente. En ese marco
la tortura busca generar un sentimiento de terror en el resto de la
población”.
Aunado a lo anterior, señaló que los actos de tortura presentes en el
caso Atenco iban más allá de infringir castigo. Aseguró que la
intención de someter a este tipo de tratos se constituyó como una
demostración de poder por parte del gobierno.
“La tortura y su ejercicio en Atenco iba más allá de las raíces
etimológicas del concepto: atormentar, infringir dolor. Era también una
demostración del poder y un reflejo de la relación entre los
detentadores del poder y los reprimidos. En términos políticos, la
tortura es el nivel represivo más agudo del enfrentamiento de las
fuerzas sociales a través de sus representantes envueltos en una
relación donde la dominación y lo inerme reflejan en su dialéctica
conflictos ineludibles del sistema (…)
“En el caso Atenco, la finalidad de la tortura fue destruir y
quebrantar al sujeto; destruir al ser humano concreto y al ser político
para, por medio de la ejemplificación, aterrar a la población y a los
opositores al régimen”, apuntó.
“La tortura de julio César Mondragón se planeó para ser vista”
Para Carlos Fazio, la tortura a la que fue sometido Julio César
Mondragón Fontes -estudiantes normalista de Ayotzinapa víctima del
ataque la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014- fue
planeada con un solo objetivo: que las marcas causadas por el castigo
fueran vistas por la sociedad y mandar un mensaje de terror.
El académico recordó que a diferencia del resto de los normalistas,
la imagen sin rostro de Mondragón Fontes fue circulada a través de redes
sociales unas cuantas horas después del último ataque perpetrado por
los policías municipales de Iguala, Guerrero.
“Lo que le sucedió (a Julio César Mondragón) fue un acto de barbarie
planificado (…) a diferencia de sus compañeros, Mondragón no fue
entregado a grupo delictivo alguno. Su cadáver no fue ocultado sino
expuesto de manera deliberada; fue abandonado en una calle de terracería
en Iguala. La técnica de la tortura utilizada no se planificó y ejecutó
para no ser vista, sus verdugos quisieron enviar un mensaje, por ello
uno o varios de los asesinos le tomaron fotos y su imagen impactante,
aterradora, circuló en Twitter apenas cuatro horas después del último ataque de la policía municipal de Iguala contra los estudiantes”, señaló.
El también profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México
(UACM) criticó que la entonces Procuraduría General de Justicia de
Guerrero tipifico el crimen cometido contra Julio César Mondragón como homicidio calificado, cuando debió ser tortura y ejecución sumaria.
De igual forma recordó que de acuerdo con análisis de peritos
independientes, el crimen contra Julio César Mondragón fue perpetrado
por más de una persona. Además que se le aplicaron incisiones precias.
“(Los peritos) dijeron que el normalista debió ser sometido por
varias personas mientras era desollado. En la muñeca izquierda y
antebrazo derecho se aprecian zonas equimóticas correspondientes a la
sujeción. Las manchas oscuras y circulares de la muñeca y el flanco
izquierdo pudieron ser quemaduras eléctricas, además hay una marca en el
codo izquierdo que indica que la víctima fue arrastrada en vida.
“Una fotografía muestra un charco de sangre, que no corresponde a la
posición de la víctima. Eso puede deberse a su lucha por sobrevivir, o
al cambio de posición postmortem. Es importante recalcar que los
cadáveres no sangran por lo que se infiere que Julio César fue desollado
vivo”, recordó.
Fazio añadió que el castigo en contra de Julio César Mondragón fue un
mensaje directo a la población, con el cual el gobierno trató de hacer
énfasis en su poder “mortifico”. Señaló que así como la tortura, otras
violaciones a los derechos humanos busca intimidar, mandando el mensaje
de “no te metas”.
“El mensaje de terror inscrito en el cuerpo de Julio César es la
concreción más extrema del uso del poder. Si la violencia es necesaria
como signo del poder, la tortura es la práctica por excelencia del poder
total. El bárbaro sacrificio del joven normalista pareció estar
dirigido a que la sociedad toda, no olvidara la violencia constitutiva
del Estado. Fue como un ritual simbólico que pretendía recordarnos una y
otra vez el poder mortifico, disciplinador y regulador del Estado para
mantener el orden establecido”, apuntó.
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