2/01/2016

La tortura es una herramienta para la dominación de clase; un instrumento político para perseguir opositores: Fazio


TORTURA, REPRESIÓN
    
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(02 de febrero, 2016. Revolución TRESPUNTOCERO).- La tortura en México es un instrumento político de dominación que ejerce el Estado, con el cual busca propagar un clima de miedo para aterrar a la población y enfrentar a los opositores.
Así lo considera el académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Carlos Fazio. El autor del libro Terrorismo Mediático, afirmó que los sistemas que promueven la tortura lo hacen con “lúcida consciencia”, como una estrategia de poder para “mantener el orden establecido”.
Al participar en la Jornada Internacional: La Tortura en México, práctica sin freno -realizada en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC)- el especialista en historia militar de América Latina subrayó que la tortura es una actividad intencional y predeterminada, que se ejerce de forma generalizada y sistemática en el país por parte de las autoridades.
“La tortura es un instrumento político de dominación violenta ejercida a través del Estado. La causa del mal es de origen humano, intencional y calculado; su eficacia es más importante que el horror que produce. Basados en esa rentabilidad, quienes la aplican reducen al ridículo las posiciones éticas, profesionales o militantes de las víctimas. Los sistemas que promueven la tortura lo hacen con lucida consciencia, como estrategia de poder, como engranaje o eslabón imprescindible de un sistema de gobierno.
“Hay que desterrar la idea común de que la tortura es expresión de un arcaísmo bárbaro, al contrario, es una práctica rutinaria del sistema, quizá una de las condiciones de su funcionamiento”, manifestó.
El profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, expuso que la práctica de la tortura es una actividad clandestina de la acción policial y militar,  por ende “una actividad clandestina del Estado”. Reiteró que su ejecución no sólo busca someter a castigo a la víctima, sino generar una parálisis social.
Al respecto Fazio hizo mención de dos ejemplos que enmarcan el uso de la tortura bajo el principio antes expuesto: perseguir a los opositores y mandar un mensaje de terror que paralice a la sociedad. Los hechos represivos en Atenco y el asesinato del normalista de Ayotzinapa, Julio César Mondragón Fontes, son para el académico, una muestra que evidencia este uso de la tortura por parte del Estado mexicano como instrumento político de dominación.
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Represión en Atenco: una demostración del poder
La tortura sexual a la que fueron sometidas 23 de las 44 mujeres detenidas durante los operativos desplegados el 4 de mayo de 2006 en San Salvador Atenco, Estado de México, fue, para Carlos Fazio, resultado no de una acción individual cometida por malos elementos policiacos, sino de una orden superior que mandató a los agentes agredir de esta manera.
El académico manifestó que el patrón de conducta similar de los agentes, confirma lo antes expuesto. Reiteró que el actuar de los elementos no fue “una desviación de la norma”, sino una acción predeterminada.
“Los testimonios de las presas políticas del penal de Santiaguito no dejaron lugar a duda, revelaron que sus captores, es decir los policías que las detuvieron en Atenco y las trasladaron a la prisión en el Estado de México, tuvieron un mismo patrón de conducta sádica y lasciva (…)
“La participación de más de medio centenar de elementos policiales en actos de violaciones en masa, no podría explicarse por una suerte de epidemia sádica. La conducta del torturador no puede comprenderse sólo desde una perspectiva puncionar, por lo que se puede deducir que los abusos, violaciones y otras aberraciones sexuales perpetradas por los agentes del orden, durante el dantesco traslado de las prisioneras de Atenco a Santiaguito, derivaron de una orden superior, que no fueron desviaciones a la norma perpetrada de manera individual por algunos malos elementos, que no sólo se siguieron los códigos militares de los ejércitos coloniales de ocupación que hacen del cuerpo femenino un objeto, un botín de guerra para el vencedor y una venganza o castigo contra el enemigo”, afirmó.
En este sentido, reiteró que en el caso Atenco la tortura fue un instrumento político. Enfatizó que “quienes aplicaron tormentos físicos, psicológicos, y sexuales en contra de las detenidas cumplían órdenes superiores, es decir, obedecían a una cadena de mando. Las mujeres fueron violadas y ultrajadas de manera intencional como un medio de degradación humana y desmoralización, aniquilación y desvalorización. La de Atenco fue también una acción de tipo contrainsurgente. En ese marco la tortura busca generar un sentimiento de terror en el resto de la población”.
Aunado a lo anterior, señaló que los actos de tortura presentes en el caso Atenco iban más allá de infringir castigo. Aseguró que la intención de someter a este tipo de tratos se constituyó como una demostración de poder por parte del gobierno.
“La tortura y su ejercicio en Atenco iba más allá de las raíces etimológicas del concepto: atormentar, infringir dolor. Era también una demostración del poder y un reflejo de la relación entre los detentadores del poder y los reprimidos. En términos políticos, la tortura es el nivel represivo más agudo del enfrentamiento de las fuerzas sociales a través de sus representantes envueltos en una relación donde la dominación y lo inerme reflejan en su dialéctica conflictos ineludibles del sistema (…)
“En el caso Atenco, la finalidad de la tortura fue destruir y quebrantar al sujeto; destruir al ser humano concreto y al ser político para, por medio de la ejemplificación, aterrar a la población  y a los opositores al régimen”, apuntó.
“La tortura de julio César Mondragón se planeó para ser vista”
Para Carlos Fazio, la tortura a la que fue sometido Julio César Mondragón Fontes -estudiantes normalista de Ayotzinapa víctima del ataque la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014- fue planeada con un solo objetivo: que las marcas causadas por el castigo fueran vistas por la sociedad y mandar un mensaje de terror.
El académico recordó que a diferencia del resto de los normalistas, la imagen sin rostro de Mondragón Fontes fue circulada a través de redes sociales unas cuantas horas después del último ataque perpetrado por los policías municipales de Iguala, Guerrero.
“Lo que le sucedió (a Julio César Mondragón) fue un acto de barbarie planificado (…) a diferencia de sus compañeros, Mondragón no fue entregado a grupo delictivo alguno. Su cadáver no fue ocultado sino expuesto de manera deliberada; fue abandonado en una calle de terracería en Iguala. La técnica de la tortura utilizada no se planificó y ejecutó para no ser vista, sus verdugos quisieron enviar un mensaje, por ello uno o varios de los asesinos le tomaron fotos y su imagen impactante, aterradora, circuló en Twitter apenas cuatro horas después del último ataque de la policía municipal de Iguala contra los estudiantes”, señaló.
El también profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) criticó que la entonces Procuraduría General de Justicia de Guerrero tipifico el crimen cometido contra Julio César Mondragón como homicidio calificado, cuando debió ser tortura y ejecución sumaria.
De igual forma recordó que de acuerdo con análisis de peritos independientes, el crimen contra Julio César Mondragón fue perpetrado por más de una persona. Además que se le aplicaron incisiones precias.
“(Los peritos) dijeron que el normalista debió ser sometido por varias personas mientras era desollado. En la muñeca izquierda y antebrazo derecho se aprecian zonas equimóticas correspondientes a la sujeción. Las manchas oscuras y circulares de la muñeca y el flanco izquierdo pudieron ser quemaduras eléctricas, además hay una marca en el codo izquierdo que indica que la víctima fue arrastrada en vida.
“Una fotografía muestra un charco de sangre, que no corresponde a la posición de la víctima. Eso puede deberse a su lucha por sobrevivir, o al cambio de posición postmortem. Es importante recalcar que los cadáveres no sangran por lo que se infiere que Julio César fue desollado vivo”, recordó.
Fazio añadió que el castigo en contra de Julio César Mondragón fue un mensaje directo a la población, con el cual el gobierno trató de hacer énfasis en su poder “mortifico”. Señaló que así como la tortura,  otras violaciones a los derechos humanos busca intimidar, mandando el mensaje de “no te metas”.
“El mensaje de terror inscrito en el cuerpo de Julio César es la concreción más extrema del uso del poder. Si la violencia es necesaria como signo del poder, la tortura es la práctica por excelencia del poder total. El bárbaro sacrificio del joven normalista pareció estar dirigido a que la sociedad toda, no olvidara la violencia constitutiva del Estado. Fue como un ritual simbólico que pretendía recordarnos una y otra vez el poder mortifico, disciplinador y regulador del Estado para mantener el orden establecido”, apuntó.

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