hoy día todavía se percibe su trabajo como algo sencillo, por lo que se debe pagar poco y muchas veces subestimado
Gabriela Ramírez
México,
04 feb. 16. AmecoPress/SEMlac.- A pesar del impacto de las labores que
realizan las personas dedicadas al trabajo doméstico remunerado, este no
ha sido aun suficientemente valorado y persisten actitudes
discriminatorias e, incluso, violaciones graves a sus derechos humanos y
laborales, sobre todo de las mujeres dedicadas a estas actividades.
Muchas personas
hoy día todavía perciben la labor realizada por las trabajadoras
domésticas como algo sencillo, por lo que se debe pagar poco y muchas
veces como algo que casi no aporta a sus vidas.
"Tenemos
que trabajar en cambiar esa percepción, necesitamos que la gente
verdaderamente se dé cuenta de lo valioso del trabajo que realizan estas
personas, ya que mucha gente no podrían llevar a cabo su vida normal
sin las trabajadoras domésticas", dijo Marcelina Bautista, Directora
General del Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar
(CACEH).
"Si no hubiera
nadie que hiciera ese trabajo, habría un caos", apunta Bautista.
"Además, gracias al trabajo que realizamos, muchos hombres y mujeres
pueden desarrollar distintas actividades e insertarse en el mercado
laboral, situaciones que tal vez sin nosotras no podrían llevar a cabo".
Con frecuencia
las personas tienen que recurrir a las trabajadoras domésticas porque no
saben hacer el trabajo del hogar, o porque no tienen tiempo para ello y
contratan a alguien más, pero muchas veces no tienen conciencia de lo
que significa contar con esa mano de obra, explica.
"Muchas mujeres
recurren a este trabajo por necesidad y no pocas enfrentan la
discriminación, son mal pagadas, experimentan malos tratos, falta de
reconocimiento a su trabajo e, incluso, falta de leyes que protejan sus
derechos", señala la Directora General de CACEH.
Aunque en
algunos países este trabajo se paga mejor y se considera tan importante
como otros, no ocurre así en América Latina, específicamente en México,
explica la entrevistada, quien ha luchado por más de 15 años para
constituir el Sindicato Nacional de Trabajadoras y Trabajadores del
Hogar.
En México, hoy
día, más de dos millones 300.000 personas se dedican al trabajo
doméstico remunerado y debemos pugnar porque tengan un seguro,
vacaciones, un salario digno y porque se deje de pensar que con ello les
"hacen un favor", señala Bautista.
En un ejercicio
para visibilizar el trabajo doméstico que realizan miles de mujeres, el
equipo de SEMlac se dio a la tarea de buscar diversos testimonios que
reflejan el aprecio, el reconocimiento y la importancia que dan a esta
labor.
Los hombres: mi vida sin ella sería un caos
La historia de Bety
Eduardo del
Valle es divorciado y padre de dos niñas pequeñas. Vive solo en esta
ciudad y, desde hace un año y medio, contrató a Bety, una mujer que
trabaja en su casa "de planta".
"Ella hace
todo: lava, concina, plancha la ropa, limpia la casa, va al súper y dos
días a la semana cuida a mis dos hijas y también al perrito", relata Del
Valle.
Bety, dice, es
parte de la familia. Con el tiempo se ha ganado toda la confianza de su
empleador, quien a su vez acepta que Bety es parte de su vida.
"Sin ella no
podría hacer las cosas, sería impensable, yo trabajo todo el día y no me
queda tiempo para pensar en hacer el desayuno o en qué necesito comprar
para la casa".
Bety procede de
una comunidad cercana al municipio de Valle de Bravo, en el Estado de
México. Fue recomendada por una mujer con la que trabajó anteriormente y
hoy es parte de la vida no solo de Eduardo, sino también de sus hijas.
"Le tengo total
confianza, las niñas la quieren mucho, yo la puedo dejar sola con ellas
y no hay ningún problema. Ella incluso me recuerda cosas que tengo por
hacer, administra la casa. Siempre la hemos tratado muy bien, nunca le
hemos dicho que no coma cosas que hay en la casa o nunca la hemos
discriminado. Somos muy felices con ella y yo creo que ella es también
muy feliz".
La historia de Trini
Gustavo Matus
es un hombre joven que vive solo en la Ciudad de México. Con él trabaja
Trini, mujer adulta que ya es abuela, "pero es una abuela joven", dice
Matus.
Trini también
va a casa de Gustavo de entrada por salida y ahí se encarga de todo.
Lavar, planchar, sacar la basura, coser botones, pagar servicios, hacer
algunas cosas para comer, ir al súper y cuidar al perrito Mike, la
mascota.
"Nos cuida
mucho. A Mike le hace hasta su arroz con piezas de pollo porque las
croquetas le hacen daño. Confío mucho en ella y mi mamá también, que fue
quien la recomendó".
Al preguntarle a
Gustavo cómo sería su vida sin el trabajo que realiza Trini, señala que
sin duda "yo no sería tan productivo. Sería un caos, yo creo que
perdería mucho tiempo, por ejemplo, lavando trastes o haciendo otras
cosas que además no sé cómo se hacen".
Trini ha estado trabajando en su casa de Gustavo desde hace casi un año, cuando decidió mudarse para vivir solo.
"Yo soy
especialista en instrumentos de ahorro para las mujeres y estoy
consciente de la importancia de que ellas puedan tener independencia
económica y sus recursos, e incluso de ahorrar una parte. Yo le pago
bien, respeto sus derechos, le doy vacaciones, aguinaldo y seguro".
Matus explica
que Trini vive con su esposo, sus hijos y sus nietos, pero ella es el
principal sostén del hogar, es la proveedora porque su esposo no tiene
trabajo.
Las mujeres: sé muy bien lo que cuesta hacer ese trabajo
Norma ha
trabajado con Esther Hernández por más de 15 años. "Juntas hemos pasado
mucho y sacado adelante a mis hijos", dice Esther, madre de dos varones,
a los cuales sacó adelante desde que la muerte sorprendió a su esposo,
hace 15 años, cuando el hijo más pequeño tenía apenas un año.
Ella vive en
Jalapa. Ante la viudez, tuvo que buscar una forma de llevar dinero a
casa. Afortunadamente, encontró un trabajo como secretaria en una
oficina de abogados, en donde sigue laborando hasta la fecha.
A Norma se la
recomendó uno de los abogados. "Desde que llegó a casa ha sido una gran
ayuda, un gran apoyo. Gracias a Norma pude seguir trabajando y hasta
especializarme y tomar algunos cursos, sobre todo para manejar las
nuevas tecnologías".
Esther no dejó a
sus hijos a cargo de Norma, pero sin duda fue su gran apoyo. "Con los
niños pequeños, Norma hacía el desayuno, lavaba la ropa, planchaba, iba
al mercado, limpiaba la casa, hacía la comida, la cena, pagaba el gas,
la luz, el teléfono; en fin, cosas que requieren tiempo y que hacerlas
hubiera sido imposible por mi trabajo de tiempo completo, que me permite
solventar los gastos de la casa.
"No me imagino si, además, hubiera tenido que hacer todo lo de la casa, me hubiera vuelto loca", señala.
Esther dice
reconocer el trabajo de su empleada. "Yo misma alguna vez hice todo el
trabajo de mi casa, cuando aún vivía mi esposo, así que entiendo todo lo
que le cuesta a Norma, todo lo que significa. Para mí, más más que ser
parte de la familia, ella es un pilar muy importante en mi vida".
La historia de Lupita
Lupita ha
trabajado con la familia Sánchez, en Morelia, por más de 10 años. La
familia está compuesta por seis personas: el papá, Rodolfo; la mamá,
Teresa; tres hijas y un hijo.
Teresa explica que Lupita ha sido para ella un soporte "qué no se imaginan".
"Me ha ayudado a
mantener muy bien la casa y a que todos los integrantes de la familia
estemos muy bien y que no nos falte nada. Yo soy maestra, mi esposo
también trabaja, así que, con cuatro hijos, Lupita ha sido pieza clave.
Imagínate que me ha ayudado a lavar la ropa, hacer desayunos, comidas,
planchar… bueno, todo".
Teresa cuenta
que Lupita ya es parte de la familia, sus hijos e hijas la quieren mucho
y ella ya se sabe los gustos y las manías de todos. "Va al súper y ya
sabe que a una de mis hijas le gustan tales galletas, que a mi marido
tal marca de jamón, que a mi hijo tal cereal; en fin, cosas que parecen
banales; sin embargo, si yo voy, de inmediato hay bronca, porque a mí se
me va la onda", dice riendo.
Lupita tiene un
buen salario, vive en la casa de los Sánchez, pero va de vacaciones a
ver a sus familiares, tiene días de descanso y la señora Tere dispuso
desde el primer día, que a cierta hora, Lupita se vaya a descansar. "Yo
me hago cargo de la cena, sé perfecto lo desgastante que es atender una
casa y ella también tiene que descansar".
Estas historias
muestran cómo sin la ayuda de las trabajadoras domésticas, muchas
personas y familias enteras no funcionarían. "Hay que dar el valor que
merece nuestro trabajo y, sobre todo, hay que lograr que las personas
que nos contraten sean conscientes de que se trata de eso, de un
trabajo, no de un favor, y como un trabajo necesitamos seguro médico,
prestaciones, horarios y protección legal. No deben tener miedo, se
trata de ser justos", concluye Marcelina Bautista.
Foto:
Archivo AmecoPress. Marcelina Bautista, Directora General del Centro de
Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH)
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