Reforma energética=estafa
Peña Nieto: oro por espejitos
Prometida como la
llave del exitoso futuro nacional, la reforma energética –como todas las privatizaciones– resultó ser un gran negocio para el grupúsculo de siempre y un sonado fracaso para el país y sus habitantes. Otra historia de oro por espejitos.
En entrevista colectiva con La Jornada, Andrés Manuel lo resumió así: la reforma energética resultó ser una farsa. El gran timo:
Decían que íbamos a estar produciendo 3 millones de barriles diarios; estamos en 800 mil, y a la baja, en una crisis nunca vista, al grado de que ya tenemos que estar comprando petróleo crudo (en el extranjero), y con el gas ocurre lo mismo. Dejaron de invertir (en el gobierno), partiendo del supuesto de que iba a llegar inversión extranjera y que no se iba a requerir la inversión pública. No llegó la inversión extranjera, eso fue una gran estafa.
Cierto es: desde la promoción de la reforma y su posterior
aprobación por el Congreso, la cantaleta oficial es que llegaría un río
de inversión (presumieron 200 mil millones de dólares) y que la
producción de hidrocarburos y sus derivados crecería a paso veloz.
Son muchos más, pero dos hechos confirman los señalamientos de López Obrador: ya con reforma
energética, por primera vez en 44 años, México importó petróleo crudo; y
el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, reconoce que desde la
aprobación de tal reforma, en 2014, las compañías petroleras,
incluida Pemex, sólo han invertido 938 millones de dólares, apenas 0.47
por ciento de los 200 mil millones presumidos.
Al mismo tiempo, detalló Joaquín Coldwell, los consorcios ganadores
en las adjudicaciones de campos petroleros sólo han perforado 17 de los
138 pozos (12 por ciento del total) a que se comprometieron a trabajar
como parte de las rondas de licitaciones. Paralelamente, el sector
energético del país es un tiradero, desmantelado, privatizado,
improductivo, con creciente importación y con precios elevadísimos.
Con Peña Nieto y su reforma, México registra la producción
petrolera más baja desde 1980; los mexicanos pagan precios
históricamente elevados por los combustibles; la refinación se desplomó
40 por ciento; el valor de la exportación cayó 58 por ciento; la deuda
de Pemex rebasó 100 mil millones de dólares; la importación de gasolinas
y diésel representa 75 por ciento del consumo interno, y las reservas
de petróleo crudo equivalente se hundieron 43 por ciento. Eso y mucho
más.
Compárese lo anterior con las promesas de Peña Nieto, gracias, obvios es, a la reforma
energética: “Beneficios concretos para todas las familias; más gas y a
menor costo para generar electricidad; gradualmente disminuirán los
precios de la luz y el gas que pagan los hogares del país. Los negocios
también pagarán menos por la energía, especialmente las micro, pequeñas y
medianas empresas. Con el tiempo disminuirán sus costos de producción
y, con ello, podrán crecer y generar más empleos.
“Al asegurar el abasto de energéticos a precios más competitivos,
México también atraerá mayores inversiones nacionales y extranjeras.
También mejorarán los ingresos de las familias del campo. Se reactivará
la industria nacional de fertilizantes; ello reducirá su costo y más
productores podrán aprovecharlos para obtener mayores rendimientos en
sus cosechas y aumentarla disponibilidad de alimentos accesibles en el
país.
La reforma energética abre una gran oportunidad para México. Este es el momento de ponerla en acción. Las grandes mayorías de los mexicanos podrán recibir los beneficios que trae consigo. Los mexicanos debemos sentirnos muy orgullosos, porque nuestra democracia ha dado grandes frutos.
Ese es el balance. Peña Nieto ya se fue, pero deja un destrozo descomunal.
Las rebanadas del pastel
Llegó el gran día: pasó lo difícil, y hoy comienza lo
verdaderamente complicado: sacar al país del hoyo; concluyó el tiempo de
las promesas, y llega el de los resultados. De aquí en adelante, no más
discursos; sólo hechos.
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