Editorial La Jornada
Al menos tres maquiladoras
instaladas en Ciudad Juárez, Chihuahua, se encuentran en paro técnico
parcial debido a la falta de insumos provenientes de China y la
afectación podría alcanzar hasta a 20 de estas plantas si no se
restablece la cadena de suministros la próxima semana; otras de estas
industrias planean dar vacaciones a los empleados por falta de material
para laborar. Según una asociación empresarial que agrupa a más de 300
maquiladoras, las más afectadas son las del ramo electrónico. Esta
riesgosa coyuntura en la industria manufacturera de la frontera norte es
un ejemplo de los efectos inesperados de la epidemia causada por el
Covid-19, así como muestra de las consecuencias, no de la propagación de
la infección, sino de las medidas necesarias para contenerla desde que
apareció en la ciudad de Wuhan, importante nodo comercial chino, a
finales de diciembre pasado.
Aunque existen señales alentadoras de que la crisis comienza a
remitir en su zona de origen, sin duda las restricciones impuestas por
las autoridades chinas y de otros países habrán de extenderse por varias
semanas, por lo que cabe esperar nuevos sobresaltos en el complejo
entramado global de la producción de mercancías. A estas afectaciones
tangibles debe agregarse el daño causado a la economía planetaria por
las reacciones de pánico que han hecho presa tanto de la población civil
como de los dueños de los grandes capitales, e incluso de líderes
políticos que debieran dar ejemplo de mesura y serenidad ante la
presencia de una emergencia médica que supone un desafío serio a los
sistemas de sanidad, pero que –como ha reiterado la Organización Mundial
de la Salud– no representa por sí misma una amenaza considerable para
la vida humana. Entre estos daños inducidos por el pánico, sin duda
resultan de especial preocupación los que se registraron entre los
mercados financieros, cuyas bolsas sufrieron la peor caída registrada
desde 2011.
En el caso de México, hasta ahora el impacto económico se ha sentido
por las mencionadas alteraciones a la industria maquiladora, así como
por importantes retrocesos en la paridad de la moneda nacional frente el
dólar y en los precios de las acciones negociadas en la Bolsa de
Valores. Por el lado de la ciudadanía, una mezcla de temores
comprensibles, desinformación y manejo sensacionalista de la información
oficial en diversos medios ha dado pie a reacciones en todo punto
desproporcionadas con la extensión alcanzada por el patógeno. En efecto,
frente a apenas cinco casos confirmados al cierre de esta edición (dos
en la Ciudad de México, uno en Sinaloa, uno en Chihuahua y el más
reciente en Chiapas), habitantes de diversas ciudades del país,
incluidas varias en las que no existe indicio alguno de contagios, se
lanzaron a realizar compras de pánico de cubrebocas, desinfectantes y
materiales de limpieza hasta generar el desabasto de estos productos.
Ante estos accesos de pánico, es necesario reiterar que la enfermedad
causada por el Covid-19 tiene índices de letalidad muy por debajo de
otros males respiratorios de origen viral; que la mayoría de quienes
padecen el contagio presentan cuadros leves, superables mediante
cuidados hospitalarios y que, pese a todos los rumores y mitos, no es
necesario ni recomendable tomar precauciones más allá del reforzamiento
de la higiene.
Lejos de frenar la propagación del virus, el pánico únicamente
agravará las consecuencias económicas que ya se encuentran en marcha,
las cuales, al contrario de la enfermedad, ciertamente podrían alcanzar
niveles de desastre si no se recupera la sensatez social.
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