Violencia Machista & Violencia Sexual
Fuentes: www.publico.es
Sobre la Violencia Sexual como la forma más extrema de Violencia de Género
En este tiempo, me he encontrado con más de una mujer que se ha
sentido aliviada cuando le hemos dicho (o le he dicho de forma
personal): «lo que te ha pasado es violencia sexual». A veces, la
violencia sexual es evidente. Otras, no tanto, cuando se ejerce de
forma online o cuando tenemos asumido (incluso entre nosotras)
el mensaje de «accede, no seas una mojigata, mira que eres estrecha…».
Sólo cuando pones nombre y apellidos a lo ocurrido, asumir que eso no
fue normal sino una agresión frente a tu consentimiento e intimidad,
puedes empezar el proceso de recuperación. Por eso es tan importante el
reconocimiento, y por eso es prioritario y urgente el desarrollo de la
ley de libertades sexuales.
Porque la violencia sexual impregna todo. Desde su máxima
normalización dentro de las relaciones de pareja, donde suceden
violaciones que sus víctimas no denuncian por las circunstancias, al
hecho de que las mujeres que han sufrido violaciones y agresiones
sexuales se han visto marginadas por el sistema.
Ellas no han sido reconocidas por ley como víctimas de violencia
machista. Ellas no han tenido la misma red de asistencia ni apoyo. Ellas
han sido las más juzgadas e incomprendidas porque la cultura de la
violación y sus mitos siguen ahí. Todo ello, en un contexto donde las
violaciones grupales han aumentado, porque violar se ha normalizado
hasta considerarse un acto de ocio, porque nos ven como objeto y carne,
no como personas.
Por eso a estas mujeres se les debe una ley a la altura de las
circunstancias, porque vamos ya tarde. Debe ser un aviso a los
agresores, una alerta de que ya no hay silencio ni impunidad. Que esto
se acabó. Porque hemos llegado a 2020 con un convenio de Estambul
firmado por el Estado español y sin aplicarse. Porque justo por ese
retraso se ha sometido a víctimas como la de La Manada, y a otras, a
luchar y luchar en los tribunales a más altas instancias lo que otros
les negaban: su palabra y su reconocimiento.
Por no cumplir con nuestra obligación como Estado se ha estado
desatendiendo a estas víctimas, por no reconocer la violación en base al
consentimiento, que sí se ha había hecho ya en otros países europeos.
Por no cumplir hemos abierto debate en algo que no lo tiene porque está
recogido en el Convenio, y hemos tenido que soportar declaraciones
vomitivas como «¿ustedes dicen sí sí hasta el final?», en palabras de
Cateyana Álvarez de Toledo. Y todo esto, por esa normalización cotidiana
que impregnan todas nuestras violencias, porque «así ha ocurrido toda
la vida».
Sólo porque estas víctimas han hablado y solo porque estas mujeres
agredidas han denunciado, el sistema político ha empezado a ponerse las
pilas. El informe sobre violencia sexual de Amnistía Internacional ya
alertaba de que todas las mujeres víctimas de su estudio afirmaban que
no volverían a denunciar, si hubiesen sabido lo que les iba a acarrear. Y
eso un Estado democrático no lo puede permitir.
Y luego, les queda el proceso de recuperación, en un Estado que
tampoco ha cumplido como debe, considerándolas víctimas de segunda. No
tiene justificación que el Ministerio de Hacienda haya rechazado el 84% de las ayudas de
terapia a víctimas de delitos sexuales entre 2000 y 2018, y hablamos de
unas ayudas que no superan ni los 800 euros para tratamiento
psicológico. Y ojo, porque si ya el hecho de convivir con esa situación
es doloroso, el sistema te pide que además adjuntes un «informe médico
forense que acredite que existe daño mental» (vaya a ser que te lo
inventes), porque ya sabemos a que a nosotras, a las mujeres, no nos
creen con solo nuestro testimonio.
Necesitan ayuda las 24 horas (como se prevé en la ley), pero
necesitan que no se las margine y que, como indica el convenio de
Estambul, esos agresores cumplan con programas de terapia específicos, o
al final llenaremos la cárceles de agresores que al salir seguirán
violando, y entrarán otros nuevos que no han sido educados en el NO
violar.
Los machistas podrán seguir pataleando, podrán seguir mostrando su
rabia e ignorancia sobre el consentimiento y negando las agresiones
sexuales. Pero que no se nos olvide la motivación de esta ley, porque a
las víctimas de violencia sexual le debemos todo.
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