Orlando Delgado Selley
En 2021 México vivirá la crisis
más fuerte desde 1932. En pocos días, Hacienda enviará al Congreso el
paquete económico, que incluye el Presupuesto de Egresos de la
Federación y la Ley de Ingresos. Arturo Herrera advirtió que será “muy
cuidadoso, muy prudente, muy responsable y que requerirá la comprensión y
solidaridad… porque habrá menos recursos en el presupuesto que este
año…” Frente a este complicado panorama económico y presupuestal,
Ricardo Monreal advirtió que
es impostergable que el Congreso de la Unión impulse una reforma fiscal progresiva para enfrentar los desafíos que ha planteado al país la pandemia de Covid-19. Informó que en el Senado ya se trabaja esto en el marco de la discusión de la Ley de Ingresos.
La trayectoria esperada del PIB por todos los analistas da cuenta de
que en 2020 se reducirá 10 por ciento y se espera que en 2021 haya un
crecimiento de apenas 2.95 por ciento. Con estas previsiones, resultará
que a finales de 2021 respecto a 2018 el PIB estará siete puntos
porcentuales por debajo. De modo que la recuperación en V claramente no
ocurrirá. Por supuesto, este desempeño afectará la situación fiscal. Los
ingresos tributarios y no tributarios esperados para 2021 serán menores
que los presupuestados para 2020 y el gasto será mayor. En este mayor
gasto resalta el costo de la deuda externa en pesos que sin tener
incrementos netos impactará más debido a la pérdida en la paridad
peso-dólar. Por ello, en 2021 estaremos frente a una crisis como la de
1929-33. En 1932 el PIB mexicano tuvo una reducción de 14.8 por ciento
respecto a 1931, pero en relación con el nivel de 1928 la reducción
llegó a 20.84 por ciento.
El año que vine será duro, pero no como 1932. Sin embargo, lo
realmente relevante es que las finanzas públicas no tienen margen de
maniobra. Desde la llegada de AMLO el gasto público se contrajo, en 2020
ante el inicio de los impactos de la pandemia sufrió una nueva
reducción, que en el Informe de anteayer se ubicó en 560 mil millones de
pesos, de modo que el año próximo ya no hay posibilidad de mayor
austeridad. Por esto, es impostergable acordar una reforma fiscal que,
como Monreal propuso, haga
profundala progresividad. Se trata de que los que ganan más paguen proporcionalmente más impuestos. La profundidad de la progresividad propone concentrar el incremento en la carga tributaria en el decil de mayores ingresos, pero sobre todo en el uno por ciento que recibe los mayores ingresos en el país.
Para plantearse una reforma fiscal hace falta legitimidad. Tras casi
dos años de gestión el gobierno de AMLO ha probado que es
presupuestalmente serio. Ha cumplido con las metas fiscales propuestas,
ha controlado su gasto escrupulosamente, ha mantenido la meta de no
deuda neta adicional, ha avanzado con el cobro de impuestos atrasados en
litigio con grandes corporativos. Esta seriedad, le ha permitido
financiar sanamente los programas sociales de su gobierno, sin generar
un déficit mayor ni endeudamiento público nuevo. Probablemente hubiera
podido seguir en esa trayectoria hasta finales del sexenio, pero la
pandemia cambió dramáticamente los parámetros con los que hay que
operar. No hemos salido de la crisis. Por el contrario, lo que sigue es
más duro que lo que hemos vivido hasta ahora.
La planeación presupuestal para 2021, por más cuidadosa y
responsable, aunque logre ser comprendida y genere solidaridad, debe
contemplar un incremento significativo en los ingresos públicos. No es
probable que las fuentes actuales de ingresos públicos pudieran
ampliarse; por el contrario, su trayectoria más probable es hacia abajo.
No queda más que aumentar la captación tributaria. Para ello, no basta
con gravar las herencias o aumentar el impuesto a los refrescos. Es
indispensable incorporar un criterio de progresividad al impuesto sobre
la renta. En esto debe concentrarse la urgente reforma fiscal. Se trata
justamente de acordar este criterio de progresividad.
En las condiciones actuales la tasa máxima para personas físicas y
morales es de 35 por ciento, lo que en cualquier comparación
internacional resulta bajo. Convendría ajustar nuestras tasas máximas de
carga tributaria a las que se cobran en España, Canadá o algún país de
ingresos medios como nosotros. España, por ejemplo, tiene un sistema
claramente progresivo: para ingresos menores a 17 mil 700 euros anuales
la tasa a cobrar es de 21 por ciento; ingresos entre 17 mil 700 y 33 mil
se cobra 30 por ciento; entre 33 mil y 53 mil 400, 40 por ciento; entre
53 mil 400 y 120 mil, 49 por ciento; entre 120 mil y 175 mil, 51 por
ciento; finalmente para ingresos mayores a 175 mil euros anuales se
cobra 52 por ciento.
Por supuesto, hace falta operación política para proponer esta
reforma y lograr aprobarla. Además, hacerlo en un tiempo corto para que
pueda ampliar los márgenes de maniobra a la planeación presupuestal de
los años siguientes. Este es el tiempo para una reforma fiscal
progresiva. El país necesita un estado con capacidad para proteger a los
que menos tienen. Conseguir financiar sanamente estos requerimientos
mediante impuestos progresivos es la manera para que avancemos hacia un
mejor país.
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