Leopoldo Santos Ramírez*
El 26 de agosto,
Sergio Tolano Lizárraga, secretario general de la sección 65 del
Sindicato Nacional Minero, murió después de que un caballo amansado por
él mismo lo tiró al suelo. Resistió unos días en el Hospital General de
Hermosillo. Hacía seis años había perdido a su hija Jessica, adolescente
víctima del cáncer, y aunque el dolor no logró tumbarlo en una primera
instancia porque atendía la movilización de los mineros en 2014, contra
el macroderrame de ácidos y metales pesados de la mina de Cananea, a la
postre se le desencadenaron males que lo mantendrían con recaídas.
A Jessica también le gustaba cabalgar, y quizá por el recuerdo de su
hija, siguió con más ahínco la cría de caballos. Sergio ocupó la
secretaría general del comité ejecutivo de la sección 65 del sindicato
minero unas semanas antes de que dicha sección se fuera a huelga en
2007, en condiciones por demás adversas para los trabajadores. Un año
antes, el PAN y Grupo México lograron entronizar en la dirección de la
sección 65 a Francisco Hernández García, El Panchín,
emparentado con el presidente municipal panista Francisco García Gámez.
Aquéllos, utilizando agentes del consorcio minero, operaron para hacer
creer a El Panchín que podía aspirar a separar la sección del
sindicato nacional y formar un sindicato propio. Desde entonces Germán
Feliciano Larrea, concesionario de la mina, había tenido la idea de
acabar con la sección 65, porque los cananenses se interponían en sus
planes de dominio absoluto sobre la región minera.
Cansados del estilo mafioso para tratarlos y al no soportar más a los
golpeadores de los que se había rodeado, en una asamblea plenaria los
trabajadores defenestraron al Panchín y desde entonces tomó
posesión Sergio Tolano con un nuevo comité ejecutivo seccional preparado
para responder las agresiones de Grupo México, pero también dispuesto a
negociar bajo las reglas de las leyes laborales y su contrato
colectivo. En ese momento la sección se adhirió más a la política del
comité ejecutivo nacional por la defensa de su sindicato, que a escala
federal enfrentaba la embestida de los aparatos del Estado, puestos a la
orden de Germán Larrea.
Así, la huelga que aún perdura, se inició el 30 de julio de 2007,
planteando como demanda central la revisión de las condiciones de
seguridad en las que los mineros laboraban, algo a primera vista
incomprensible para el estilo bronco sonorense. En esa ocasión fueron
tres minas las que paralizaron labores: la de Sombrerete, en Zacatecas,
la de Taxco, en Guerrero, y la de Cananea. Nunca dado a los arrebatos,
Sergio condujo durante 13 años la política local de la sección 65, con
sus saldos a favor y los negativos. Durante esos años fue un soldado
fiel del sindicato nacional y realizó prudentemente los planes y
acciones con los que su gremio respondió a las provocaciones y
agresiones del Grupo México. En ese periodo le tocaron las primeras
resoluciones de los juzgados, favorables a la existencia de la huelga, y
su posterior desconocimiento por las autoridades de la Secretaría del
Trabajo apegadas a los gobiernos de Fox y Calderón, apoyadores de Germán
Larrera. Al fin, en 2009, mediante una resolución ilegal, consiguieron
declarar la huelga de Cananea como inexistente
por razones de fuerza mayoral considerar la Secretaría de Economía que la infraestructura de la mina se había destruido, aunque a pocas semanas de la resolución del juez, la mina reinició actividades con nuevo personal contratado bajo condiciones laborales muy inferiores al contrato colectivo de trabajo de la sección.
A Sergio le tocó el largo periodo de colocar las banderas de huelga y
resistir hasta lo último los desalojos de las instalaciones de la mina,
enfrentando la represión de la entonces Policía Federal y los guardias
de la empresa. Batalló para que a los mineros graves se les abrieran las
puertas de los hospitales en la ciudad de Hermosillo, conseguir
medicinas y fondos de emergencia para los necesitados, gestionar becas
para los hijos de los obreros.
En 2014, ante el derrame de ácidos y metales pesados de los represos
de la mina de Cananea, imputable a la negligencia del consorcio, Sergio y
la sección 65 se movilizaron por todos los municipios del río Sonora en
la búsqueda de una alianza con los pobladores de la región. El triunfo
de la 4T y el encumbramiento de Napoleón Gómez al Senado reactivaron sus
esperanzas de una solución para su causa. Pero el fallecimiento del
líder cananense cierra un ciclo de la vida política del mineral, de la
agotada estrategia frente al consorcio, y del sindicato mismo en la
ciudad de Cananea.
Durante los 13 años de resistencia, confinados a espacios limitados
de acción política y a la casi nulidad de sus derechos laborales y
humanos, los mineros buscaron todas las salidas y siempre se encontraron
con la férrea voluntad de Grupo México y del poder de los sucesivos
gobiernos.
Es decir, durante todo este tiempo el consorcio ha atacado con plena
conciencia de clase patronal, golpeando con fuerza mortal partes
esenciales del cuerpo sindical. Hoy, como ayer, ante la necesidad de
darse nuevas autoridades locales, la emblemática sección 65, heredera de
los anarquistas floresmagonistas, está rodeada de los oportunistas de
siempre y en eso puede írsele su destino.
Para constituir su nueva dirigencia, la base minera debe considerar
en primer lugar a los obreros que han resistido en huelga todo este
tiempo, sin tolerar intromisiones externas que violen sus estatutos y
los principios del sindicalismo por ellos construidos. En los meses y
años que vienen sabremos si los cananenses aprendieron que la liberación
de la clase obrera nadie se las regalará, sino al contrario, será obra
de sí misma.
*Profesor investigador de El Colegio de Sonora
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