Raúl Romero*
La pandemia por
coronavirus llegó a los pueblos en resistencia en un momento de guerra
por varios frentes: económico, militar, político y mediático. A la lucha
contra los megaproyectos, a la resistencia contra las violencias
estatales, paramilitares y del crimen organizado, a la ofensiva
mediática y al discurso oficialista que les coloca como enemigos; tienen
que sumar la organización para sobrevivir al coronavirus.
Basta con revisar la página oficial del Congreso Nacional Indígena
(CNI) para comprobar que durante la pandemia no cesaron los ataques
contra los pueblos. Sólo entre marzo y lo que va de agosto, hay más de
40 denuncias que van desde amenazas, detenciones, despojos, torturas,
secuestros y masacres. Mayor notoriedad cobraron la masacre contra el
pueblo Ikoots, en Oaxaca, o los despojos y agresiones contra integrantes
del Ejido Tila, en Chiapas. El ataque del sábado 22 de agosto, por
parte de grupos paramilitares contra bases de apoyo del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), termina de dibujarnos el
escenario de guerra en el que están inmersos los pueblos y sus
organizaciones.
Es en medio de esa guerra que estas organizaciones se han dado a la
tarea de implementar medidas para enfrentar la pandemia. En la Chiapas
Zapatista, por ejemplo, el EZLN llamó a sus bases de apoyo a adoptar
medidas con bases científicas, y desde la segunda quincena de marzo
sugirió el cierre de espacios como los caracoles y otros centros de resistencia.
La estructura de salud con la que cuentan las comunidades zapatistas
es ampliamente reconocida en la región. En 2014, durante la Escuelita
zapatista, las bases de apoyo contaron a sus alumnos y alumnas cómo se
implementa un modelo de salud desde abajo y desde adentro de las
comunidades, lo que permite un conocimiento del contexto cultural y
lingüístico. Este modelo, que tiene fuerte énfasis en lo preventivo y en
la alimentación, es aplicado con el trabajo de hombres y mujeres como
promotores de salud, con casas de salud, microclínicas y clínicas,
laboratorios, ediciones de libros y folletos, y capacitaciones.
En este modelo se combina la medicina tradicional con la medicina
moderna, partiendo siempre de ver a la salud como un proceso comunitario
e integral, donde lo físico, lo mental y lo emocional forman un
conjunto; y donde la salud personal y comunitaria, el territorio y la
naturaleza están íntimamente relacionados.
En el caso del CNI, los pueblos y sus organizaciones se dieron a la
tarea de compartir, mediante programas de radio, algunas de las
experiencias de lo que significa defender la vida en tiempos de
pandemia. En esas ediciones puede documentarse la importancia de las
radios comunitarias, desde las cuales se difundió información
culturalmente adecuada, traducida y adaptada por las propias
organizaciones.
La adaptación o creación de estrategias propias, como el
quédate en tu comunidades relevante. Igualmente, el papel de las juventudes fue clave, pues ayudaron al diseño de cápsulas de radio, infografías y folletos, y también a la utilización efectiva de redes sociales y plataformas digitales, con las cuales también se combatió la desinformación y difusión de información falsa.
Por otra parte, se ha hecho especial énfasis en la promoción de la
salud preventiva, enfocada a fortalecer las defensas del organismo
mediante la alimentación y la medicina tradicional. Se establecieron
cercos sanitarios y en algunos casos, en comunidades que tienen
importante flujo migratorio, se establecieron centros de observación
para prevenir infecciones.
En otras comunidades se activaron
comités de salud y resistencia,
comités de alimentación y resistencia, y fueron las propias comunidades las que se dieron a la tarea de conseguir insumos, botiquines. Salud comunitaria y autogestionada.
El trabajo de las mujeres parteras ha sido importantísimo, incluso, su labor cobró gran notoriedad en zonas urbanas.
La reflexión sobre el papel de las personas adultas mayores también
destaca. La integrante del Colectivo Suumil, en Sinanche, Yucatán;
reflexiona:
mientras el sistema puso a los ancianos como los y las desechables, en la comunidad nos lanzamos a su resguardo, a cuidarles. En ellos y ellas, nos cuentan en otros pueblos, habita la memoria histórica de cómo sus antepasados vivieron otras
calamidades.
Muchos otros elementos habría que apuntar de estas experiencias, en
lo económico, en la seguridad, e incluso en las propias formas que
tuvieron que imaginar para continuar con sus resistencias.
El EZLN y el CNI son sin duda la articulación más sólida que hace
frente, desde abajo y a la izquierda, al actual gobierno. Ellos y ellas
proponen construir un mundo fuera de los márgenes establecidos. Un mundo
con democracia, libertad y justicia. Un mundo sin capitalismo ni
patriarcado. Una verdadera alternativa civilizatoria. Eso incomoda a
quienes piensan que el capitalismo se puede humanizar y que sólo ahí es
posible la vida. Les incomoda que los pueblos se atrevan a decir y
construir otro mundo, por eso les hacen la guerra.
*Sociólogo
Twitter: @cancerbero_mx
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