9/17/2010

¡Culeeero!, uno de los gritos lanzados en el acto de Dolores

Calderón apresuró la ceremonia de Independencia en Guanajuato

En el Jardín del Grande Hidalgo, el mandatario leyó el discurso del cura

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El presidente Felipe Calderón Hinojosa con su familia, en Dolores Hidalgo, cuna de la gesta históricaFoto Notimex

Ciro Pérez Silva
Periódico La Jornada

Dolores Hidalgo, Gto.
16 de septiembre. Dos siglos y algunas horas después, Felipe Calderón apresuró en este municipio una ceremonia para conmemorar el llamado de Miguel Hidalgo a levantarse en contra de la autoridad virreinal de la Nueva España, arenga que ayer, en voz del titular del Ejecutivo federal, estuvo precedida por gritos de ¡culeeero! ¡culeeero! ¡culeeero!, que desde la plaza principal, conocida también como Jardín del Grande Hidalgo, daban la bienvenida al mandatario.

Eran las 7 horas con 11 minutos y Calderón ya había visitado el museo Casa Hidalgo –en el que vivió el cura y que conserva muebles originales e importantes documentos– donde depositó una ofrenda floral, montó guardia de honor en el salón de homenajes y firmó el libro de visitantes distinguidos.

Antes de abandonar el inmueble recibió de manos de la encargada del museo, Agapita Gutiérrez Mendiola, la bandera nacional, que a su vez Calderón entregó a elementos del Colegio Militar. Salió detrás de la escolta, con las últimas sombras de la noche, mientras en la plaza sonaban canciones de José Alfredo Jiménez, oriundo de esta tierra. De pronto se escuchó el primer ¡culeeero!, seguido de otros dos más prolongados y sonoros que no sin dificultad fueron acallados por voces que gritaron ¡Calderón! ¡Calderón! y el persistente redoble de tambores y la pérdida por más de 40 segundos de la señal que transmitía el acto en cadena nacional.

El titular del Ejecutivo cruzó entre el jardín y el atrio de la parroquia de Nuestra Señora de Dolores, donde había unas 3 mil personas, muchas de las cuales lo esperaron desde la noche anterior, cuando celebraron el Grito de Independencia con música de banda y danzón. Algunos niños, mujeres y hombres alcanzaron a estirarse sobre las vallas metálicas para estrechar la mano del Presidente, mientras otros aplaudían a su paso.

Al pie de la escalinata del templo, Calderón recibió de manos de la escolta del Colegio Militar la bandera nacional y subió los 10 escalones que lo separaban del atrio, donde ya lo aguardaba su esposa, Margarita Zavala, y sus hijos Luis Felipe, Juan Pablo y María, para dar lectura a las palabras que, según la versión del dolorense Pedro García, contemporáneo de los acontecimientos, pronunció Miguel Hidalgo y Costilla aquella madrugada del 16 de septiembre de 1810.

“Mis amigos y compatriotas: No existe ya para nosotros ni el rey ni los tributos. Esta gabela vergonzosa, que sólo conviene a los esclavos, la hemos sobrellevado hace tres siglos como signo de tiranía y servidumbre; terrible mancha que sabremos lavar con nuestros esfuerzos. Llegó el momento de nuestra emancipación; ha sonado la hora de nuestra libertad; y si conocéis su gran valor, me ayudaréis a defenderla de la garra ambiciosa de los tiranos.

Pocas horas me faltan para que me veáis marchar a la cabeza de los hombres que se precian de ser libres. Os invito a cumplir con este deber. De suerte que sin patria ni libertad estaremos siempre a mucha distancia de la verdadera felicidad. Preciso ha sido dar el paso que ya sabéis, y comenzar por algo que ha sido necesario. La causa es santa y Dios la protegerá. Los negocios se atropellan y no tendré, por lo mismo, la satisfacción de hablar más tiempo entre vosotros. ¡Viva, pues, la virgen de Guadalupe! ¡Viva la América por la cual vamos a combatir!, proclama que fue vitoreada largamente.

Luego lanzó la arenga tradicional, en la que mencionó a algunos de los héroes que omitió nombrar la víspera en Palacio Nacional.

Mexicanos: ¡Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad! ¡Viva Hidalgo! ¡Viva Morelos! ¡Viva Allende! ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez! ¡Vivan Aldama, Bravo y Matamoros! ¡Vivan Abasolo, Galeana y Jiménez! ¡Vivan Moreno, Mina y Rosales! ¡Vivan Vicente Guerrero, Leona Vicario y Guadalupe Victoria! ¡Vivan todos los héroes de la Independencia! ¡Viva la Independencia nacional! ¡Viva el bicentenario de la Independencia! ¡Viva el centenario de la Revolución! ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!.

Cada mención fue correspondida con sonoras vivas y el tañido de la campana del templo. Al final, volaron fuegos artificiales y volvió a sonar la música de José Alfredo, mientras el mandatario recibía el abrazo de su familia y el saludo del presidente de la Cámara de Diputados estatal, Jorge Carlos Ramírez Marín, el gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva; el vicepresidente del Senado, Francisco Arroyo Vieyra; el presidente de la Suprema Corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia, y el secretario de Educación, Alonso Lujambio.

Eran las 7:25 horas y las primeras luces del día caían, como hace 200 años, sobre la plaza y el atrio de esta ciudad.

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