10/11/2010

Educar con sensatez


Aprender a Morir
Hernán González G.

“La gente no cree en la frase ‘los hijos son prestados’, pero el tiempo en que eres prioridad para los niños es muy corto: 10, 12 años quizá. Después, amigos, estudios o noviazgos. Como no veo a mis hijos todo el tiempo, el lapso que compartimos es muy fructífero. A veces jugamos y dialogamos, dos o tres o los cuatro”, agrega Alicia Ríos, quien de común acuerdo con su pareja cambió de papel, dejando a los dos niños (de seis y ocho años de edad) y la casa al cuidado de su esposo, ingeniero civil que supo modificar esquemas.

“Honestamente, estoy muy orgullosa de cómo son y cómo actúan, pues han ayudado a su padre, que cocina muy bien, pero no sabe planchar, a ser menos rígido y más sensible como profesional del hogar que es, e incluso lo han empujado a deslindarse poco a poco de los problemas de sus padres y hermanos para concentrarse en nosotros cuatro.

“Se nos inculcó la idea de que en esta vida tenemos que sufrir y olvidamos las oportunidades de estar bien que ofrece cada día. Eso es lo que mi esposo y yo tratamos de dar a los niños: un testimonio de acuerdos maduros, de armonía y de encauzamiento. Hay que tener muy claro qué quieres de ti, de tu vida y de la vida, no sólo clavarte en los problemas que plantea sino en las soluciones que brinda, si las sabes encontrar.

“Más que educación religiosa hay que fomentar seguridad en sí mismos y que se formen un criterio propio a partir de la sensatez, no de amenazas. Mis padres trabajaban, por lo que mi relación con ellos fue lejana o circunstancial, en cambio la que tengo con mis hijos, con sólo uno de los padres trabajando, es mucho mejor en calidad. El manejo impresionante que tienen de la computadora obliga a compensarlo con menos televisión y más lecturas.

“Aficionar a los niños a la lectura es fundamental en la formación, no para ser intelectuales, sino para aprender a reflexionar y a vivir con más sensatez y menos enajenación, con una individualidad solidaria, no individualismo solitario. Obstáculos y problemas siempre habrá, el chiste es buscar resolverlos y salir fortalecidos.

Cuando nuestros hijos nos manden a volar, retomaré mis cursos de trabajo interior. Por lo pronto los he enseñado a respirar y a relajarse, lo que contribuye a que se concentren y relacionen mejor, con seguridad en sí mismos e ideas propias, menos a merced de la opinión o las presiones del grupo, concluye Alicia.

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