9/26/2011

Cuando el presente se transforma en pasado

Escrito por

Javier Montemayor

Enrique Peña Nieto en entrevista con Joaquín López Dóriga declarando: "Sí quiero ser presidente de México".

No deja de ser irónico que a pesar de la debilidad del gobierno y figura del Presidente Felipe Calderón, la sucesión presidencial el día de hoy se percibe tan lejana. Aún carecemos no sólo de métodos de selección definidos por parte de los tres partidos principales para elegir candidato a la Presidencia de la República, sino de planteamientos sólidos y claramente diferenciados de cuáles son los caminos que pudiera tomar el país frente a la actual grave crisis de seguridad pública y el precario escenario macroeconómicoa nivel global, entre otros acontecimientos igual de preocupantes.

Lo que se ha consolidado es una serie de percepciones mediáticas que ante la falta de una ciudadanía crítica e informada, terminan por tener eco en la realidad. El destape de Enrique Peña Nieto en Noticieros Televisa es parte de un proyecto orientado a la uniformidad de criterios. Se reeditan viejas prácticas como la cargada y el besamanos; con la plataforma del Canal de las Estrellas para vender como hecho consumado la llegada en 2012 del otrora partido oficial. De imponerse esta visión, vamos hacia unas elecciones sin substancia, debate o ideas relevantes que terminarán siendo parte del desastre que acongoja a la nación.

Hace unos meses el director de un documental reciente sobre las elecciones del 2006 declaró que en su opinión la polarización política vuelve a una sociedad muy vulnerable.

Frente al panorama político-electoral actual; podría argumentarse lo contrario. Es verdad que en el 2006 hubo una polarización insana, que provocó tanto tensiones como divisiones (en muchos casos irreconciliables) entre familiares, amigos y colegas.

El candidato de la derecha y los grupos de poder que lo respaldaron no tuvieron reparo en agitar los prejuicios socioeconómicos más añejos mientras que su rival de izquierda no tuvo el talento de responder en tiempo y forma a la campaña de linchamiento mediático que se emprendió en su contra. La confrontación entre los ciudadanos que apoyaban dos proyectos radicalmente distintos de gobierno fue escalando antes y después de las elecciones; las pasiones se desbordaron en muchos de los casos. Sólo el desgaste a lo largo de los meses pudo menguar un conflicto electoral que se trasladó al terreno social y que duró mucho más de lo previsto.

Pareciera un lugar común recurrir a la frase de “cualquier tiempo pasado parece mejor”, pero el debate de ideas (cuando llegó a darse), así como la participación ciudadana de uno y otro bando durante el 2006 es algo que contrasta con la apatía ciudadana frente a los pre-candidatos actuales que tienen probabilidades de participar en la contienda del próximo año.

Recordemos que aún después de del conflicto electoral del 2006; muchos analistas predecían que había surgido un nuevo panorama político-electoral en México en donde la batalla política se libraría a partir de entonces entre la izquierda y derecha; el tercer y distante lugar que obtuvo el PRI en esa elección hacía posible concebir esta idea. Desde la derecha; otroscomunicadores predecían emocionados un renovado y largo predominio del Partido Acción Nacional. La imposición del entonces candidato Felipe Calderón al fenómeno político más notable de las últimas décadas así como los graves errores que cometió durante el conflicto post-electoral abonaron a esta percepción.

Ninguno de las dos hipótesis se cumplieron, el PAN se desplomó electoralmente a lo largo del sexenio de Calderón, y las fuerzas que apoyaron la candidatura de Andrés Manuel López Obrador en ningún momento han recobrado la fuerza o resultados obtenidos durante su mayor auge.El desanimo y decepción cundió entre millones que apoyaron el proyecto de López Obrador; mientras que simpatizantes de antaño del blanquiazul abandonaron esa alternativa política por el enorme desprestigio que ha caracterizado a los gobiernos emanados de ese partido.

El fortalecimiento del PRI en la mayoría de las elecciones estatales de los últimos años así como la construcción virtual de la candidatura de Enrique Peña Nieto, han logrado posicionar en buena parte de la opinión pública la idea de un retorno o de un inevitable regreso al poder federal del PRI; sin que hasta el momento exista alguna reacción ciudadana organizada en contra de la restauración del modelo autoritario que se atribuye al Revolucionario Institucional.

La principal diferencia entre un escenario electoral polarizado entre izquierda y derecha y uno en donde el tricolor lleva las de ganar; es precisamente que el contraste de proyectos distintos será difícil de lograr. El PRI ha tenido la habilidad de manejar un discurso lejano a los extremos ideológicos y en los hechos; prometer y tratar de quedar bien con casi todos los sectores sociales.

De no aparecer un contendiente que logre capitalizar el voto anti-priísta y pueda posicionar un proyecto convincente ante el electorado(que Peña Nieto carece) el escenario electoral para el 2012 podría emular de alguna manera las anodinas elecciones de Nuevo León en el 2009. Aquel fue poco más que un espectáculo frívolo, en donde la disputa se centró en la colisión del poder local y federal; ambos candidatos recibieron ayuda ilegal del centro y del gobierno estatal; eliminando posibilidad jurídica alguna de que el candidato que resultara perdedor tuviera argumentos de impugnar la elección.

A falta de ideas y de proyecto de cualquiera de los dos contendientes, el debate político entre ambos no se centró en como hacer frente a los crecientes índices de violencia e inseguridad, que llegarían a niveles históricos tan sólo un año después; sino en un debate simplista sobre la conveniencia de tener a un político “joven con ideas frescas” frente a un “político veterano con mayor experiencia”.

A pesar del notable fracaso de la administración de Rodrigo Medina; pocos son los electores independientes que lamentan que el gris Fernando Elizondo no hubiese llegado a la gubernatura. Se tiene la percepción extendida de que independientemente del resultado de esa disputa el gran perdedor hubiera sido en cualquier caso Nuevo León.

Y ese es precisamente el mayor riesgo que enfrenta el electorado en 2012; que a final de cuentas resulte irrelevante preocuparse porque regrese o no el PRI de la mano de Peña Nieto. En la medida en que los ciudadanos no tomen partido en torno al proyecto que se encuentre más cercanos a sus convicciones y sean parte del debate de ideas; y que no exista una alternativa política creíble que haga lo anterior posible; la asimilación de lo inevitable marcará el porvenir de los próximos años.

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