José Gil Olmos
MÉXICO,
D.F. (apro).- Para el gobierno de Enrique Peña Nieto, la verdad sobre
la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa está en un basurero y
en declaraciones tomadas como testimonios de delincuentes que, con base
en torturas, pudieran haber dicho lo que la PGR quisiera. En el
basurero de Cocula está la “verdad histórica” oficial en la que faltan
personajes importantes como el Ejército y el exgobernador Ángel Aguirre
Rivero.
En casi todos los casos difíciles las autoridades basan sus juicios
en la verdad jurídica y, con base en la comprobación de declaraciones y
pruebas científicas, se emiten las sentencias. Para el caso de los
estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa el procurador Jesús Murillo
Karam actuó al revés por conveniencia.
Sin pruebas contundentes y sólo basadas en dichos conformó la
“verdad histórica” sin poder corroborar la historia de la supuesta
incineración de los estudiantes confundidos con rivales por el grupo
criminal de los Guerreros Unidos.
La investigación de Murillo Karam bien podría irse a la basura si no
ofrece la certeza que la sociedad busca en la desaparición de los
estudiantes rurales en la que estuvieron involucrados el Ejército, la
Policía Federal, el exedil de Iguala y Ángel Aguirre.
No son suficientes 39 confesiones si éstas no son comprobadas,
tampoco la detención de 99 personas –policías municipales y sicarios—
si no están quienes son autoridades y no actuaron. No hay ninguna
verdad si lo único que se quiere es construir a modo una versión y
cerrar el caso para que los responsables, entre ellos personajes con
intereses políticos dentro del propio gobierno federal, no sean tocados.
Enredado en su propia maraña, Murillo Karam presentó la versión
oficial sin tener prueba alguna que corrobore las confesiones de los
criminales y policías. Su historia de que se usaron llantas, plástico,
gasolina y desperdicios del basurero de Cocula para incinerar 43
cuerpos, sin que nadie se hubiera dado cuenta, carece de sustento
pericial y ningún especialista independiente la acepta como cierta.
La participación directa o indirecta del Ejército y la PF la noche
del 26 y madrugada del 27 de septiembre en Iguala, Guerrero, es una
línea de investigación que ni siquiera se tocó en el informe de
Murillo, quien a pregunta expresa de los reporteros dijo que no se
tenía prueba alguna de dicha participación en la desaparición de los
estudiantes normalistas.
“No hay razón, no hay nadie quien haya intervenido en nada en
absoluto. No hay un solo elemento del Ejército que haya intervenido,
excepto la ida a la clínica, en donde las declaraciones dicen que
fueron, revisaron y se fueron”, aseguró el procurador cuando en la
conferencia de prensa se le inquirió si había llamado a declarar a
algún miembro del Ejército.
Ahogado en su peor crisis, al gobierno de Peña Nieto le urge dejar
atrás el caso de Ayotzinapa. “No podemos quedarnos atrapados en
Ayotzinapa”, pidió Peña en un acto previo a la conferencia de Murillo
Karam, en la cual éste quiso dar como cerrado el caso de los
estudiantes desaparecidos.
Peña y su gobierno le apuestan al desgaste y al cansancio de una
buena parte de la sociedad agobiada por la crisis, la violencia y el
crimen organizado; pese a ello, esa ciudadanía se ha manifestado en las
calles desde el año pasado, sobre todo exigiendo justicia para
Ayotzinapa. Tal vez vayan menguando las protestas por este caso, pero
seguramente habrá nuevas manifestaciones sociales de repudio al
gobierno que cada vez muestra más su ineficacia, inoperancia e
incapacidad, un gobierno digno de ser echado al basurero de Cocula.
Twitter: @GilOmos
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