Traducción del editorial de la revista feminista griega To Mov sobre la presencia de los derechos de las mujeres en la campaña electoral realizada por Isabel Cadenas Cañón y Doris Gutiérrez
Redacción
Madrid, 27 ene. 15. AmecoPress / Diagonal. El
comité editorial de la revista del movimiento autónomo, Το Μωβ (To Mov,
que significa "Morado" en griego) publicó un editorial que denuncia la
falta de atención que se ha prestado a los derechos de las mujeres en
la campaña electoral que se ha vivido en Grecia en las últimas semanas.
‘Grecia: en las elecciones del domingo falta el color morado’
No somos un
partido, y no escribimos en apoyo a ningún partido en las próximas
elecciones, pero somos ciudadanas activas e interesadas en cuanto se
dice y se hace. Nosotras, miembras del comité editorial de To Mov y de
su revista electrónica, simplemente nos preguntamos acerca del momento.
Porque estamos muy interesadas en muchos problemas que, o no se
discuten, o se esconden deliberadamente en los debates preelectorales
en los medios de comunicación.
Creemos que
los intereses cotidianos de las personas están siendo eclipsados por un
discurso cuyas prioridades no se corresponden con lo que afecta a sus
vidas –y el resultado de las próximas elecciones va a tener un gran
impacto en esas vidas–. No hay duda de que el tema económico es clave y
decisivo para la ciudadanía, puesto que constituye la base del
bienestar social en la sociedad capitalista contemporánea, en la que la
producción de mercancías y servicios son la base de la vida social.
Pero ¿qué significa exactamente esa producción de mercancías y
servicios y de qué manera se calcula su magnitud económica?
Desde los
partidos políticos nunca se habla del trabajo no remunerado de las
mujeres en los hogares, en la familia, en los negocios familiares, en
las granjas. Sólo un ejemplo: una enfermera en el hospital de
Evangelismos cuida a las personas enfermas y gana un salario por este
trabajo –si bien su remuneración es de media un 25% más baja que la de
sus colegas hombres–. Pero la hija de Juan, que está en el mismo
hospital, junto a la cama del padre, haciendo casi el mismo trabajo que
la enfermera, no recibe ningún salario y, de hecho, su trabajo ni
siquiera se considera trabajo. El trabajo de un restaurante se
considera un negocio y se incluye en el cálculo del PIB. La mujer que
cocina cada día para su familia, a menudo después de haber trabajado
fuera de casa, tampoco es considerada una trabajadora, y su actividad
no se incluye en el PIB.
Las mujeres
nos enfrentamos, hoy, a las repercusiones del colapso del estado social
y del sistema nacional de salud, que nos obligan a remplazar los
cuidados sociales que antes proporcionaba el Estado por nuestro propio
trabajo –ya que, por desgracia, los hombres no comparten tales
responsabilidades–. La violación de nuestros derechos laborales permite
que los empleadores actúen de manera arbitraria y discriminatoria, a la
vez que se reducen las estructuras de apoyo a las víctimas de violencia
machista o del tráfico de mujeres. Si bien esto ya sucedía durante la
crisis, el deterioro durante los últimos 4 años es significativo.
Hay temas de
los que no se ha oído hablar en la campaña electoral: la desigualdad
salarial, la violencia machista, el trabajo doméstico no remunerado. Ni
siquiera hemos oído promesas de cambio sobre ninguno de estos temas. En
el mismo sentido, algunos partidos políticos proclaman la
redistribución de los recursos entre personas ricas y pobres, pero
todos se olvidan, sistemáticamente, de la redistribución entre hombres
y mujeres, a pesar de que esta desigualdad está documentada y calculada
–y eso dejando de lado el trabajo doméstico no remunerado–.
Ante los
discursos de economistas sobre temas "serios", las mujeres nos sentimos
culpables y llegamos a pensar que se trata de asuntos diferentes que
sólo pertenecen a la cotidianeidad, que sólo se discuten en el ámbito
personal. Pero dejemos de lado, por un segundo, al patriarcado y las
diferencias de género: ¿Por qué no hemos oído nada sobre cultura
durante los días previos a las elecciones? ¿Acaso la cultura no es un
elemento necesario? ¿acaso a la cultura no le influyen las decisiones
políticas, tanto económica como ideológicamente?¿o acaso los derechos
humanos, de los que se ha hablado tan poco durante la campaña, no
guardan relación con los acontecimientos políticos? Hay más de 4.000
migrantes indocumentadas detenidas. Son tanto hombres como mujeres,
pero este tema sólo ha despertado el interés en los debates o en los
discursos públicos para criminalizar a estas personas.
Sale
un anuncio en la televisión: unas personas ancianas hablan sobre el
recorte a sus pensiones y de que no pueden pagar sus medicinas, pero no
hay ninguna referencia al aspecto psicológico, o a la soledad en la que
viven hoy, en Grecia, la tercera edad. En el tema de armamento, es
decir, en el tema del dinero y de la muerte, los partidos parecen estar
todos de acuerdo con la necesidad de la ingente cantidad de armamento
que tiene en este momento nuestro país. Es cierto que algunas mujeres,
durante la campaña electoral, se han referido a estas cuestiones, pero
su discurso se toma como un discurso devaluado y, en última instancia,
irrelevante respecto a las "prioridades" actuales. Si las cuestiones
sociales nunca han sido una prioridad, hoy lo son menos aún.
En el lado
opuesto está, por ejemplo, el discurso de la Iniciativa Feminista de
Suecia, que consiguió un 5% en las últimas elecciones y cuyo programa
incluía todas las demandas sobre derechos de las mujeres y derechos
humanos. Esperemos que a Grecia le llegue, también, este momento, estas
ideas o, incluso, ese tipo de estructuras. Mientras tanto, el sábado
nos iremos a dormir con un parlamento formado por el 21% de mujeres, si
bien las mujeres constituimos el 51% del censo electoral. Y nos
preguntaremos si, cuando despertemos, el parlamento conseguirá tener
una representación igualitaria de mujeres y de hombres, o si seguirá
exactamente igual.
Un artículo
pasado de nuestra revista sobre Alexandros Papanastasiou habla de cómo
los derechos de las mujeres y el derecho al voto femenino está presente
en la esfera política desde principios del s. XX. Desde entonces hemos
ganado muchos derechos, pero seguimos siendo minoría en los lugares de
toma de decisión, siendo el parlamento el mayor ejemplo. A pesar de
todo esto, seguimos luchando por un cambio en la composición del futuro
parlamento, seguimos reclamando más mujeres electas: mujeres que tengan
un discurso global, que apoyen los derechos y el igual bienestar de
toda la ciudadanía, hombres y mujeres.
Votamos por las mujeres.
Votamos por aquellas mujeres que no necesitan plegarse al discurso y al rol masculino dominante para ser reconocidas.
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