Javier Buenrostro
A
principios del siglo XX, principalmente con la Escuela de Chicago, hubo
un desplazamiento de los enfoques macros para los estudios sociales
hacia una microsociología que tomaba muy en cuenta distintas
aportaciones de la psicología en el comportamiento social de los
individuos. Hacia los años setenta, Theodore Kemper y Randall Collins
consolidaron la importancia sociológica que tienen cuestiones
emocionales como el miedo, el enojo, la alegría o la tristeza en
distintas asuntos colectivos. Desde entonces fenómenos sociales como los
procesos electorales han estado íntimamente ligados a tratar de
explotar estos sentimientos para beneficio de algún candidato.
En medio del escándalo
mundial que significó que Cambridge Analytica interviniera en distintos
procesos electorales, se descubrió que esta empresa también había
operado en África, donde el principal discurso era el del miedo y la construcción de una narrativa apocalíptica si no ganaba el oficialismo. Repetían en spots casi idénticos para Kenia y Nigeria
que el candidato opositor revocaría la Constitución, se convertiría en
un dictador en un hipotético futuro y quitaría libertades políticas y
religiosas mientras toda la gente estaría mendigando comida en la calle.
Lo mismo del presente pero peor.
En México, este 2018 se ha
reeditado la campaña del miedo contra López Obrador en formas similares.
José Antonio Meade, el candidato oficialista, tiene como principal lema
de campaña 'Miedo o Meade', tratando de reeditar la guerra sucia del 2006.
Se envían cadenas de WhatsApp donde dicen que López Obrador les quitará
las casas a los que tengan más de una o congelará cuentas bancarias
para quedarse con el dinero privado o que cerrará las iglesias porque es
un comunista. La estrategia no ha funcionado. Al contrario, el
candidato oficialista ha bajado en las encuestas. ¿A qué se debe esto?
Por más que sea evidente, hay quienes no se dan cuenta que las
condiciones de 2018 y las de 2006 no son las mismas.
Para empezar
la guerra sucia tuvo un alto impacto en 2006 porque era una novedad,
representó un giro inesperado y a pesar de estar sustentada en noticas
falsas a la gente le pareció lo suficientemente creíble. En 2018
el factor sorpresa se ha desvanecido y parece que la primera campaña
del miedo también ha resultado ser una especie de "vacuna" contra esta
reedición. Ya no creen el escenario de terror porque lo
viven de manera cotidiana con la violencia que ha arrojado 250.000
muertos y casi 40.000 desaparecidos en dos sexenios. Se nos inculca a
tener miedo no de lo que pasa (corrupción y violencia) sino de lo que
podría pasar en un futuro hipotético, pero siempre de naturaleza
distópica y apocalíptica.
Un
capítulo del 2006 que buscaba reeditarse era la campaña de miedo e
intimidación de ciertos empresarios a través de desplegados en diarios
nacionales y spots al margen de la ley. Los desplegados como mecanismo
de presión no son nuevos, son el origen mismo del Consejo Mexicano de
Negocios (CMN) cuando en 1960 publicaron uno bajo el título '¿Por cuál
camino, señor presidente?', en el que le jalaban las orejas a Adolfo
López Mateos e intervenían en la política económica y exterior. Nada
nuevo en cuanto estrategia pero parece que la cúpula empresarial
vive en los tiempos que marca un reloj atrasado por más de medio siglo
de historia. Por otra parte, los spots empresariales de 2006 fueron
calificados como ilegales por el Tribunal Electoral y se produjo una
sanción menor por no haber una legislación clara al respecto. En 2018, a
pesar de contar ya con una legislación que prohíbe esto, particulares
desafiaron a las autoridades y contrataron espacios publicitarios en
tiempos electorales para tratar de influir en la elección.
Afortunadamente, el Tribunal Electoral decidió retirarlos del aire por
su violación a las leyes electorales vigentes.
El miedo se ha complementado con el odio
El politólogo estadounidense Corey Robin ha estudiado la significación del miedo en la política moderna
y le concede un lugar sumamente relevante. "Miedo político [es] la
intimidación de hombres y mujeres por el gobierno o algunos grupos" (C.
Robin, 'El miedo. Historia de una idea política', 2004). La intimidación
igual que la discriminación viene desde el poder y el privilegio hacia
los que carecen de estos, no a la inversa. Política y electoralmente
hablando, el siglo XXI ha visto crecer exponencialmente las narrativas
del miedo. Lo mismo en Kenia que en Nigeria o en Francia y España. Y por
supuesto también en México con la guerra sucia y las campañas de miedo.
Al miedo se le ha buscado
complementar en esta guerra sucia con odio. El odio se ha promovido en
folletos y panfletos sin autoría visible pero fácilmente identificable.
También se ha hecho desde el pseudoperiodismo de personajes como Ricardo
Alemán, que incitó
en redes sociales al asesinato de López Obrador. Si bien las campañas
suelen ser un contraste entre proyectos y una disputa por el poder, el
llamado al exterminio del adversario político (no enemigo) y la apología
del delito deben ser gritos de alerta y sancionarse penalmente.
En
la calle empieza a haber una percepción generalizada del triunfo de
López Obrador y la mayor incertidumbre ahora es si en el periodo de
transición pudiera ocurrir algo similar a lo que incitaba Ricardo
Alemán. La especulación que existe cotidianamente en la calle y que uno
percibe en la peluquería, los lugares de trabajo o el transporte público
es que hay un deseo de algunos detractores y el temor de muchos simpatizantes que, de darse el triunfo de López Obrador, sea asesinado en el periodo de transición.
No es de extrañar este pensamiento si pensamos en el magnicidio del
candidato presidencial Luis Donald Colosio (1994), en las decenas de alcaldes asesinados en este proceso electoral o en los "accidentes" de políticos como Manuel Clouthier o Amado Avendaño.
Parar
la guerra sucia y las campañas de miedo y odio contra cualquier
candidato es primordial no solo para la democracia del país sino para
evitar que cualquier chispa incendie una pradera seca. La violencia
actual que vive México, la popularidad de López Obrador y el hartazgo
que hay contra el actual gobierno hacen una mezcla impredecible en caso de un magnicidio. En la historia latinoamericana hay que recordar lo que sucedió con el 'Bogotazo' y el asesinato de Eliécer Gaitán.
Es muy claro que en política las
dictaduras son enemigas directas de la democracia. Pero en las
democracias liberales consolidadas una amenaza igual o más grande se da
al interior con las políticas y los discursos del miedo y así es como se
ha consolidado a partir de la segunda mitad del siglo XX el "liberalismo del miedo",
como lo define Judith Shklar, académica de Harvard. El miedo afecta
tanto al ejercicio de la libertad como el autoritarismo ya que la
intimidación es pariente cercana de la represión. Un ejemplo de esto es
el macartismo estadounidense de mediados del siglo XX.
A López
Obrador se le ha acusado de ser un líder mesiánico. Pero un argumento
esgrimido con frecuencia por sus adversarios políticos y sus
censuradores es que un triunfo de él representa el caos total, la
llegada de los cuatro jinetes del apocalipsis. Su
presencia y un eventual triunfo se resignifica no como el paraíso
prometido sino como el infierno en la tierra. Esto nos da muestra que
las visiones sobre la encarnación del mal total en un individuo son
igual o más mesiánicas y teológicas que cualquier otra propuesta en la
búsqueda del bien.
Se viene la parte final de las campañas y el
odio y el miedo no deben tener cabida en nuestros procesos electorales
ya que son atentados en sí mismos a los postulados democráticos
liberales.
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