Aunque en repetidas
ocasiones Donald Trump ha advertido a los estadunidenses sobre las
amenazas provenientes de México, lo que ni él ni la mayoría de las
personas se dan cuenta es que los riesgos más importantes se están
originando en la dirección opuesta –a través de exportaciones masivas de
alimentos transgénicos sometidos a ingeniería genética cultivados en
Estados Unidos (EU). Es más, México ha sido instigado a aceptar ese
alimento mediante el fraude sistemático del gobierno estadunidense.
Este fraude fue expuesto de manera significativa mediante una demanda
iniciada por mí que obligó a las secretarías de aquel país para evaluar
Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de EU a
divulgar sus archivos sobre alimentos transgénicos y las siguientes
revelaciones provienen de los documentos contenidos en esos archivos y
de otras fuentes con evidencia sólida.
Desde 1986 EU ha aplicado una política de promover la industria
biotecnológica de la nación, y la FDA ha admitido que obedece esta
política. En 1992, antes de que cualquier otra autoridad reguladora
tomase una posición oficial sobre los alimentos provenientes de
organismos genéticamente modificados (alimentos transgénicos), la FDA
emitió una declaración de la política que sentó las bases para su
comercialización aseverando que había un consenso abrumador entre los
científicos en cuanto a que son tan seguros que no requieren estudios.
Sin embargo, la FDA encubrió un hecho decisivo: sus propios científicos
llegaron a una conclusión opuesta. Su opinión predominante, expresada en
una serie de memos enviados a sus superiores, fue: a) que los
alimentos transgénicos conllevan riesgos novedosos, en especial la
posibilidad de efectos secundarios nocivos no previstos difíciles de
detectar, y b) que ninguno de estos alimentos transgénicos se puede
considerar seguro a menos que hubiese aprobado las pruebas capaces de
detectar tales efectos.
La generalización de las inquietudes dentro del personal científico está confirmada en el memo de un funcionario de la FDA quien declaró:
Los procesos de ingeniería genética y la reproducción tradicional son diferentes, y de acuerdo con los especialistas técnicos de la agencia, estos procesos dan pie a diferentes riesgos. Además, los funcionarios de la FDA sabían que tampoco había un consenso en torno a la seguridad entre los científicos externos a la agencia y que esta ausencia fue reconocida por el coordinador de Biotecnología de la agencia en una carta dirigida a un funcionario canadiense. Él también admitió,
creo que la posibilidad de que algunas sustancias de los alimentos transgénicos causen o no reacciones alergénicas particularmente difíciles de predecir.
No obstante, en su declaración de la política, la FDA afirmó que
no estaba al tanto de información algunaque mostrase que los alimentos transgénicos diferían de otros
de modo significativo. Además, aunque con el paso de los años la agencia ha recibido extensa información adicional que demuestra diferencias importantes, continúa afirmando falsamente que no está al tanto de nada.
La FDA ha cometido otros fraudes para proteger también la
imagen de los alimentos transgénicos. Por ejemplo, aunque los
funcionarios de EU de manera rutinaria afirman que ningún producto
elaborado con cultivos resultado de la ingeniería genética se ha
vinculado con algún problema de salud en los humanos, en 1989 el primer
producto tecnológico comestible (un suplemento alimenticio del
aminoácido L-triptófano producido mediante bacterias genéticamente
modificadas) indujo una gran epidemia que mató a decenas de
estadunidenses y enfermó gravemente a miles más. Aunque la evidencia
señala la alteración genética como la causa principal de la
contaminación inusual que volvió tóxico el suplemento, la FDA creó la
ilusión de que el proceso de la transgénesis no estaba conectado con la
catástrofe. Por ejemplo, los funcionarios de la FDA afirmaban que
algunos lotes tóxicos de L-triptófano se habían creado antes de
emplearse la ingeniería genética a pesar de poseer pruebas de que la
tecnología ya se usaba en ese periodo.
La FDA no sólo ocultó los problemas vinculados al primer suplemento
alimenticio comercializado de la ingeniería genética, lo mismo pasó con
relación al primer alimento transgénico comercializado: un jitomate
genéticamente modificado. Cuando los científicos de la FDA revisaron los
estudios de alimentación que el fabricante había conducido
voluntariamente, expresaron preocupación acerca de un patrón de lesiones
estomacales que concluyeron planteaba un problema de seguridad
inconcluso; por lo que pidieron evaluación adicional. Nada más que la
FDA ocultó de nuevo las conclusiones de sus expertos y luego las
tergiversó. Afirmó que sus científicos habían determinado que todas las
cuestiones de seguridad se habían resuelto, y dejó que el jitomate
entrase al mercado sin realizar ninguna prueba adicional.
Por consiguiente, está claro que la política del gobierno de Estados
Unidos sobre alimentos transgénicos no ha tenido como base la ciencia
sino ignorar la ciencia y distorsionar la verdad. También es evidente
que si se hubiese dicho la verdad, la historia de los alimentos
transgénicos habría sido radicalmente diferente, y Estados Unidos no
podría haber enviado ninguno a México.
En artículos futuros describiré cómo otras instituciones respetadas
han estado deformando los hechos acerca del alimento transgénico, cómo
se ha demostrado que es tóxico uno de los alimentos que los mexicanos
están comiendo, y cómo incluso la Academia Nacional de Ciencias de
Estados Unidos y la Academia Mexicana de Ciencias han engañado al
público acerca de esta desagradable realidad.
*Steven M. Druker es el director ejecutivo de Alliance for Bio-Integrity, una ONG con sede en Estados Unidos. Es el autor de Genes
modificados, la verdad distorsionada: Cómo el negocio de modificar
genéticamente nuestros alimentos ha trastocado la ciencia, ha corrompido
al gobierno, y ha engañado sistemáticamente al público.
Copyright © 2018 Steven M. Druker
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