7/09/2019

Astillero de Julio Hernández López


AMLO se adelanta al EZLN
Choque con izquierda social
Profunda discusión en Morena
¿En la victoria, nuestra derrota final?
Alos problemas relativamente explicables que enfrenta el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en su intento de modificar ciertas podredumbres del sistema político y económico vigente, ha de sumarse la reposición del añejo diferendo entre la izquierda electoral (con AMLO y ahora Morena, como antes lo fue el PRD, en el papel de avanzada de esa lucha desde las urnas) y la izquierda social que, sin rechazar totalmente la vía electoral, se concentra en la defensa específica de causas sociales (los movimientos de organización comunal, sobre todo de pueblos originarios, regiones asoladas por la industria extractivista y en particular el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el Congreso Nacional Indígena).
Una muestra de esa tensión subsistente entre esas izquierdas, y de la percepción desde ambos bandos de que el tiempo y las circunstancias las encaminan a una confrontación de dimensiones imprevisibles, la ha dado el propio Presidente de la República al hacer una invitación al zapatismo a dejar de lado divisiones y buscar la unidad de objetivos.
López Obrador ha dado el primer paso explícito porque tiene claridad en que el zapatismo y los movimientos comunales han estado afinando sus estrategias de resistencia ante los proyectos económicos esenciales del lopezobradorismo, como el Tren Maya, el corredor transístmico, la siembra masiva de árboles y los planes morelenses impugnados en Huexca. También sabe el político tabasqueño que la zona bajo gobierno zapatista ve con recelo las acometidas asistenciales y la presencia creciente de fuerzas federales armadas en la región.
El exhorto andresino a la unificación es justamente un reconocimiento práctico de la división existente y la iniciativa retórica de AMLO confirma que le es necesario instalar mapas discursivos de paz sobre la mesa unilateral a sabiendas de que en la realidad lo que hay es un choque de posturas que podría llegar a expresiones físicas concretas. Por ejemplo, el zapatismo ha dicho con claridad que está dispuesto a repeler los avances de la Guardia Nacional en su territorio.
El pulso que sostienen AMLO y el EZLN se produce en momentos en que se ha desatado una fuerte discusión (necesaria) respecto a la fuerte inconsistencia de lo que debería ser el brazo político, de sostén, defensa y ataque, de la administración lopezobradorista: no se ha podido consolidar el partido Morena, a pesar de la fuerte afluencia en urnas que ha tenido y de la poderosa figura cuasi paterna del citado López Obrador.
Parece un hecho que el ciclo político de Yeidckol Polevnsky ha llegado a su fin, pero la muy deficiente estructuración institucional de Morena es un problema que va más allá de nombres y apellidos. No bastaría con el relevo de la ex dirigente empresarial por Mario Delgado (apadrinado por Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard) o Bertha Luján (considerada la candidata oficialista, impulsada por el círculo más cercano a AMLO).
El problema de fondo es que no hay partido y que vicios de la cultura política dominante se han asentado en Morena. El periodista y escritor Pedro Miguel, en su página de Internet, ha advertido: Es en estas circunstancias que el partido debe llevar a cabo su próximo congreso nacional a sus congresos estatales y los procesos de renovación de sus dirigentes. El rumbo y el futuro de nuestra organización está en juego. En esos procesos se definirá si somos capaces de rescatar y consolidar nuestro perfil como una entidad política única en el mundo o si sucumbimos a las dinámicas que destruyeron al PRD o, peor aún, a las que confluyeron en la formación del PRI. Si no logramos conducir nuestro reacomodo con base en principios; si recurrimos al agrupamiento tribal y faccioso, al uso indebido de posiciones, a las disputas por los cargos sin más contenido que el deseo de poder, a las trampas electoreras y a duelos entre personalidades, habremos encontrado en la victoria nuestra derrota final.

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