Cuauhtémoc Cárdenas
En un albazo legislativo, 21
diputados locales –muy probablemente debidamente aceitados ($$)– votaron
la prolongación de dos a cinco años del mandato del gobernador electo
de Baja California.
Ha sido no sólo una maniobra sucia, sino que 21 diputados, en una
sesión legislativa convocada al vapor y que puede decirse realizada en
lo oscurito, están pretendiendo sustituir el mandato surgido de una
elección democrática, declarada legal por la autoridad correspondiente.
Los ciudadanos de Baja California eligieron a un gobernador que
próximamente debe tomar posesión del cargo para desempeñarse en un
periodo de dos años; 21 diputados de los partidos Acción Nacional,
Morena, Revolucionario Institucional, del Trabajo, Movimiento Ciudadano,
de la Revolución Democrática y Transformemos, pasando por encima de una
elección y de la voluntad ciudadana expresada en mayoría el pasado 1º
de julio, decidieron regalar a su gobernador electo tres años más de
gracia en el cargo.
Con esta resolución se atropella la voluntad ciudadana, se viola la
ley en su espíritu y letra (por más que el voto legislativo se haya dado
según procedimientos establecidos en la ley local), se rompe el orden
republicano y se lesiona gravemente nuestra aún incipiente democracia.
La mayoría de los diputados del Congreso local y los partidarios de
la prolongación del mandato pretenden que se crea que se trata de una
reforma tomada en beneficio del pueblo y el estado de Baja California.
Pretenden hacer creer a la opinión pública que se trató de una sesión de
Congreso como ha habido y habrá muchas más, que responde al sentir del
pueblo bajacaliforniano, que hasta donde se sabe, la reforma, como se
dice corrientemente, le pasó de noche. No se ha enterado de ella hasta
que fue aprobada por la mayoría legislativa, que por haber procedido
como lo ha hecho, pierde toda legitimidad, haciéndosela perder al cuerpo
al que pertenece si no se revierte la reforma y si no se aplican las
sanciones que procedan.
Resulta un fuerte insulto a la inteligencia que los 21 diputados
quieran hacer a todo mundo creer que han actuado por el bien de sus
representados. Si esta reforma llega a cobrar vigencia, en teoría sólo
hay un beneficiado: el senador con licencia Jaime Bonilla, gobernador
electo de Baja California. Aunque, claro, no puede sino pensarse
(¿será?) que los 21 diputados son beneficiarios igualmente al haberse
llenado ya manos y bolsillos. ¿Qué procede?
• Si hubiese moral y no estuviese detrás de la maniobra, que el
senador con licencia y gobernador electo Jaime Bonilla declare
públicamente su rechazo a la reforma y su compromiso de cumplir el
periodo de dos años para el que fue elegido. Ni un día más.
• Que abandonen sus cargos los 21 diputados que votaron aprobando la
reforma, sean política y, en su caso, penalmente sancionados, y sean ya
sustituidos por sus respectivos suplentes.
• Aquellos facultados por la ley, individuos e instituciones, que
interpongan los recursos que procedan para reclamar la anulación de la
reforma.
• Que intervenga el Senado para restablecer el orden republicano y democrático en Baja California.
• Que los partidos políticos a los que pertenecen los 21 diputados
que aprobaron prolongar el mandato del Ejecutivo local sean sancionados
de acuerdo con sus respectivos estatutos.
Si esta reforma que amplía el mandato de un gobernador no se echa
abajo, tanto en la ley como en la práctica, se estaría creando un grave
antecedente para nuestra vida republicana y democrática.
Lo que han hecho los 21 diputados del Congreso bajacaliforniano no
representa un mal menor. Cualquier mayoría legislativa, debidamente
preparada para ello ($$), podría votar la prolongación o acortamiento de
mandatos de mandatarios en funciones o por entrar en funciones. ¿En
dónde? ¿Por qué no y desde ya en Tlaxcala, Sonora, Michoacán, Yucatán,
la Ciudad de México o cualquiera del resto de las 32 entidades de la
Federación? ¿Y por qué no suponer que el Congreso de la Unión pudiera
pensar en una reforma constitucional que facultara a los congresos de
todas las entidades federativas y a sí mismo para alargar o acortar
mandatos de funcionarios electos en cualquier momento, en los Poderes
Ejecutivo, Legislativo y Judicial?
Muy grave me parece que un miembro del partido mayoritario en Baja
California, como el senador con licencia y gobernador electo Jaime
Bonilla, pudiera prestarse a ser el beneficiario de una medida así. Muy
grave me parece que la presidenta del partido mayoritario del país, que
proclama la vigencia del estado de derecho y el riguroso cumplimiento de
la ley, considere que prolongar por tres años el mandato del gobernador
electo de Baja California es una decisión intrascendente, de cajón, de
un Congreso local, como pudiera haber sido cualquier otra. La inocencia
no es creíble en este caso.
El mandato de una elección democrática debe ser inamovible.
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