Foro de la cineteca
Carlos Bonfil
Resistencias. Para su primer largometraje, la realizadora rumana Ioana Uricaru ha elegido un título emblemático Limonada (2018), como referencia transparente al álbum homónimo de la cantante afroestadunidense pop Beyoncé sobre una tradición de resistencia femenina a los abusos domésticos transmitida de abuelas a madres y a sus hijas, todo bajo la sencilla metáfora de hacer una limonada con los limones disponibles –es decir, lo mejor posible en la vida con las pocas cosas que tenga uno a la mano. Y es justamente eso lo que se propone hacer la protagonista Mara (estupenda Malina Manovici) para permanecer como inmigrante en Estados Unidos enfrentándose a todo tipo de adversidades burocráticas que incluyen el chantaje y el abuso sexual de un corrupto agente de inmigración.
Con un realizador tan notable como el rumano Cristian Mungiu (4 meses, 3 semanas, 2 días, 2007) al frente de la producción, cabía esperar un relato sombrío y duro, semejante a tantas otras producciones que han marcado el éxito del nuevo cine rumano en los festivales. El relato que ofrece la joven directora contiene, en efecto, fuertes cargas de dramatismo, pero no es la desesperanza la tónica prevaleciente, y eso queda claro desde la metáfora aleccionadora de su título. Para garantizarle una mejor educación a su hijo de 8 años, Mara, una madre soltera, ha decidido permanecer en la nación americana después de la expiración de su visa de trabajo temporal. Su ocupación como enfermera le ha permitido conocer a Daniel (Dylan Smith), un convaleciente con daño renal, de quien alega haberse enamorado. Para el agente de inmigración Moji (Steve Bacic) el asunto parece sospechoso, dado que el rápido romance hospitalario semeja a una estrategia para un matrimonio por conveniencia. Su dura negociación con Mara: darle a elegir entre la expulsión del país o someterse a sus reclamos sexuales, será el punto de partida para una aguda exploración de la violencia de género y la xenofobia en Estados Unidos.
Entre la ofensiva brutal del agente Moji y la súbita transformación de Daniel de enfermo agradecido y amoroso a energúmeno machista, la joven inmigrante tiene, como contrapartida, la doble solidaridad de su hijo Dragos (Milan Hurduc) y de una compañera rumana que la apoya todo el tiempo. El relato adolece de cierto esquematismo moral, pero jamás incurre en el exceso melodramático. Las actuaciones son contenidas y el caso de Mara se vuelve rápidamente la ilustración de una crisis migratoria y una misoginia extrema con dimensiones globales, pero con respuestas comunitarias nada desdeñables. Lejos de languidecer en la rutina, el cine rumano sigue deparando muy buenas sorpresas.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 12 y 17:30 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1
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