6/27/2010

El país con su nación, un volcán social

Álvaro Cepeda Neri

Ésa es, señores, mi convicción profunda: pienso que estamos durmiéndonos sobre un volcán, estoy profundamente convencido de ello

Alexis de Tocqueville

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A las puertas del ya fracasado presidencialismo panista-calderonista, se acumulan los problemas sociales, con raíces económicas (pobreza, desempleo, subconsumo) y políticas (la pavorosa corrupción de los panistas al grito de su bicentenario y centenario: “Chingue a su madre el que deje algo”). Se trata de problemas de competencia federal, que Calderón y sus secuaces han sido incapaces, tontos y, hasta de mala fe, de solucionar. Estos problemas son un volcán a punto de estallar. La desigualdad económica plantea que “muy pronto la lucha política se entablará entre los que poseen y los que no poseen”, ya que multimillonarios del capitalismo empresarial y del narcotráfico (con Slim de un bando y el Chapo del otro) han concentrado la riqueza. El duopolio televisivo, con Azcárraga-Televisa y Salinas Pliego-TV Azteca, juntos, pero no revueltos, monopolizando las telecomunicaciones. El Partido Acción Nacional (PAN), como partido en el poder, y Calderón, en la Presidencia de la República, no supieron maniobrar el timón del poder democrático, republicano y constitucional. La nave nacional ha estado zozobrando en el mar, a veces en calma aparente, y otras, embravecido por las crisis de política-económica y malestar social.

El foxismo fue una payasada, camuflaje para la corrupción de una familia, donde la máxima experiencia que había tenido como representante fue en la administración privada… ¡vendiendo adicción cocacolera! Y el sucesor –en unas elecciones bajo sospecha de fraude arreglado en las cúpulas del Instituto Federal Electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para darle una victoria pírrica– no supo ni pudo manejar el poder presidencial constitucional, provocando una seria crisis política que ha estado, con sus decisiones, manteniendo a raya el Senado para que el gobierno administrativo, Judicial y Legislativo estén logrando capotear el mal gobierno calderonista-panista que ha militarizado al país, como si viviéramos un golpe militar, atascado con su errónea antiestrategia para someter al narcotráfico, para solamente envalentonar a ésa y las demás delincuencias que ya pusieron la seguridad y la paz social al borde hobbesiano de “una guerra de todos contra todos”. Porque el calderonismo es presa de miedo, de la incapacidad y carencia de una mínima vocación para ejercer la política democrática y republicana de un auténtico político, al menos con medios weberianos, en lugar de estar buscando la salvación de su alma. “Quien quiera en general hacer política y, sobre todo, quien quiera hacer política como profesión, ha de tener conciencia de estas paradojas éticas y de su responsabilidad por lo que él mismo, bajo su presión, puede llegar a ser.

“Quien hace política pacta con los poderes diabólicos que acechan a todo poder” (Max Weber, El político). Y con ellos y contra ellos un gobernante, pero no Calderón ni el PAN, dado que ya está probado y comprobado que no están hechos para gobernar y mucho menos en esta época, embarazada de crisis, por abortar una rebelión social o alumbrar la transición a más democracia para depurar a sus instituciones de corrupción, impunidad y abusos de sus elites en los poderes económicos y políticos, y construir una sociedad, un gobierno y un Estado que tenga, no un Código Penal como su ley suprema, sino una Constitución para normar la conducta individual y colectiva, para reducir al mínimo los conflictos, los enriquecimientos ilícitos y el despotismo para dar lugar al buen gobierno de la ley.

Estamos en un parteaguas que ha de plantearse: “¿Por qué los hombres y las mujeres no se rebelan o, poniéndolo de otra manera muy tajante, la cuestión central será: qué les debe suceder a los seres humanos para que lleguen a someterse a la opresión y a la degradación… por qué con tanta frecuencia las personas soportan ser víctimas de sus gobiernos y por qué en otras ocasiones se encolerizan y tratan con toda pasión y todas sus fuerzas de hacer algo respecto de su situación?” (Barrington Moore, La injusticia: bases sociales de la obediencia y la rebelión). La nación mexicana es un hervidero, un volcán a punto de estallar, de problemas sociales, protestas, demandas, injusticia, desempleo masivo, pobreza en 50 millones de connacionales, despojos, campesinos e indígenas abandonados a su suerte miserable, etcétera. La verdad se puede deducir de esos hechos: los gobernantes municipales, de los 31 estados, de la capital del país y, no se diga de la administración y gobierno federales, no resuelven y están rebasados, al grado que los mexicanos (y sólo falta que 1 millón se decida) están a punto de una erupción “por el fracaso de la autoridad para cumplir con sus obligaciones y con su palabra para con sus ciudadanos… emociones humanas tan potentes que pueden derribar tronos”.

El Estado mexicano, al que la mayoría de los analistas confunden con el gobierno (Norberto Bobbio, Estado, gobierno, sociedad. Contribución a una teoría general de la política, Plaza & Janés, editores), carece de dirigentes en los cargos del presidencialismo. Una encuesta (El Universal, 7 de junio de 2010) acaba de reprobar al calderonismo por su ineficacia y porque Calderón no ha sabido –y es tarde para intentarlo– ejercer el poder constitucional, conformándose con haber sacado a los militares para mantener un simulacro de lucha contra el narcotráfico, mientras no cumple con sus obligaciones y todo el país, con el resto de sus gobernantes, la plutocracia de los poderes fácticos, es decir los ricos y millonarios con el multimillonario Slim, están haciendo lo que les viene en gana para atizar el volcán.

Eso y más es el hervidero de problemas que se han ido acumulando, como nunca antes, ante las puertas cerradas de los poderes públicos, mientras la elite política delante de las vísperas de la rebatiña por unas elecciones que, con votos y sin votos, cada vez menos, designa a quienes no representan ni a la nación ni a sus intereses. En lo que está siendo un divorcio de ciudadanos versus sus gobernantes con los poderes Legislativo, Judicial y de la administración. El bicentenario y el centenario de las dos revoluciones, cuyas fiestas de salón tendrán su prueba de fuego el 15 de septiembre y el 20 de noviembre próximos, pueden ser, más que una puesta en escena del folclorismo calderonista, convocatorias masivas para el estallamiento del volcán social que se gesta en todo el país, contra una clase gobernante que se ha convertido, “por su indiferencia, por su egoísmo, por sus vicios, en incapaz e indigna de gobernar”.

cepedaneri@prodigy.net.mx

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