8/23/2010

Nueva cristiada




José Antonio Crespo

La Iglesia católica sigue desconociendo en los hechos las reformas realizadas en el siglo XIX, que separan a la Iglesia del Estado.

1) La jerarquía católica mexicana pudo haber matizado las declaraciones del cardenal Juan Sandoval, señalando como excesivo el lenguaje descalificatorio contra los homosexuales. Pudo también aclarar como imprudentes acusaciones tan serias como las que hizo el cardenal contra el jefe de Gobierno capitalino y los ministros de la Corte, si no se cuenta con pruebas contundentes. De haber sido así, todo el costo de los desfiguros declarativos de Sandoval los hubiera asumido él sólo. Al haber arropado la Arquidiócesis al cardenal, se generará más descrédito y deslegitimación de esa institución en México.

2) Lo que sucede es que la Iglesia católica sigue desconociendo en los hechos las reformas realizadas en el siglo XIX, que separan la Iglesia del Estado, la secularización de la política, la cultura, la educación y la ley. Sigue considerando que la Iglesia está por encima del poder civil, de las leyes seculares, como cuando en la Edad Media se debatían "las dos espadas" (la temporal y la espiritual). Por eso el clero violenta la normatividad cada vez que se le ocurre, sabiendo que eso no le generará problemas ni complicaciones. El entendimiento entre Iglesia y Estado, tras las guerras cristeras (la primera y la segunda), implicaba en los hechos impunidad para las trasgresiones que el clero cometiera a la legalidad.

3) Ha dicho el vocero de la Arquidiócesis, Hugo Valdemar, que la Iglesia vuelve a sufrir persecución religiosa por sus opiniones y valores. No es así. No se persiguen las percepciones, valores y opiniones de los prelados católicos, sino se pretende aplicar la ley, que ha sido violada al provocar perjuicio moral y calumnia (a menos que Sandoval demuestre su acusación, algo poco probable). Dice Valdemar que "Esto desataría una guerra en el país". Pero esto nada tiene que ver, por ejemplo, con las provocaciones de Plutarco E. Calles y de Tomás Garrido Canaval contra el clero, que sí supuso una injusta persecución de la Iglesia católica. Dice también el vocero que, con su demanda, Ebrard hace lo que sólo se esperaría de "dictadores como Pinochet y Francisco Franco". Curioso que no mencione que esos dictadores fueron rabiosamente católicos, que comulgaban y cumplían puntualmente con rituales y ceremonias religiosas mientras cometían crímenes sin fin, y que gozaron del pleno respaldo de la Iglesia católica. Mejor hubiera puesto ejemplos de dictadores de izquierda, como Stalin, Mao Tsé Dong o el propio Fidel Castro.

4) Es inevitable, cuando ya los aspirantes a la Presidencia se mueven por todos lados, evaluar el efecto político-electoral de los sucesos de los que son protagonistas. Dice Valdemar: "Estoy muy contento de que Ebrard y el PRD nos hayan demandado, porque eso hizo que se quitaran la máscara y mostraran su profundo odio a la Iglesia católica y sus pastores" (18/VIII/10). Algunos piensan que, en efecto, este conflicto le hará perder electores potenciales a Ebrard, considerando que la gran mayoría de mexicanos es católica. Yo coincido con quienes, por el contrario, consideran que al jefe capitalino le ha caído un regalo celestial con este asunto, que lo posiciona, le da reflectores gratis y lo proyecta positivamente más allá del universo de izquierda. La mayoría de mexicanos, es cierto, es católica, pero la mayoría de católicos -según múltiples encuestas- respalda al Estado laico y no gusta de la intromisión de la Iglesia en asuntos terrenales, y menos políticos. En todo caso, los católicos más conservadores, que suscriben lo dicho por Sandoval y Valdemar, jamás han votado por el PRD, y nunca lo harán. En esto hay, pues, una posibilidad de crecimiento electoral para Marcelo más allá de la izquierda, entre independientes y laicos, pues defiende al Estado laico que ha perdido terreno en estos diez años de panismo gobernante.

5)Y, justamente, la decisión de Ebrard -enfrentar las violaciones legales del clero- contrasta con la permisividad del gobierno federal panista, con la falta de voluntad de Gobernación para garantizar el respeto a la Constitución por parte de la jerarquía católica, y amonestar a los purpurados infractores. Por lo cual, es probable que el alto clero, queriendo dañar al jefe capitalino por sus decisiones en materia de derechos humanos y libertades de conciencia, le haya armado un templete desde el cual pueda posicionarse mucho mejor. Enrique Peña Nieto tendría que buscar una situación semejante, aunque no frente al clero católico, del cual es devoto allegado y aliado.

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