11/10/2013

Alicia en el palacio de las curules sin dueño



por Miguel Alejandro Rivera
CurulesSon quinientos diputados y ellos son quienes tienen el control en el Palacio de San Lázaro. Sean del partido que sean, tienen la atención los medios de comunicación y prácticamente pueden tenerlo todo al alcance de una orden. Cada legislatura gana millones  y aprovechan sus tres años de reinado para enriquecer sus arcas a manos llenas.

¿Qué dirían los cuadros de Madero, Juárez, Carranza e incluso Villa o Zapata que se encuentran en las oficinas de los legisladores si pudieran expresar su opinión de todo lo que ven?

En San Lázaro coexisten miles de vidas junto con los quinientos dueños de los curules; gente sin rostro, sin nombre y muchas veces sin voz; sombras inadvertidas que subsisten de las pequeñas goteras que se filtran del erario público y se alimentan de las migajas que no se alcanzaron a comer los legisladores.

Para quienes viven de un salario bajo y hacen malabares con él para salir adelante, muchas de las extravagancias de los legisladores son realmente asquerosas ¿Cuántas familias en pobreza extrema podríamos alimentar con la corbata de este diputado o con los zapatos de aquella?

En la reflexión de esta situación es cuando nos encontramos con Alicia, una alegre señora de sonrisa incansable, que diario y muy temprano limpia los pasillos, los baños y las oficinas en cierto edificio de la Cámara de Diputados. Camina a prisa y muy amable siempre da los buenos días, aunque ella no siempre obtenga respuesta.

Para muchos Alicia es una mujer más del servicio de limpieza, para otros seguramente ni siquiera existe, sin embargo, ella carga más que su carrito donde trae cubetas y la basura que viene recogiendo; ella debe cargar con su propia historia, la cual tiene a bien compartir.

“Mis nietas dependen de mí, son gemelitas. Yo saco a mi hijo adelante que está en silla de ruedas. Sufrió un accidente, él y su mujer fueron a hacer su tesis a Texcoco y un señor que venía bien tomado en un carro chocó con ellos en la carretera. Mi hijo dio volteretas, no alcanzó a sacarle el cinturón de seguridad a su esposa y ella murió”.
“Mis niñas van a cumplir cinco años. Yo les digo que le echen muchas ganas a la escuela, que estudien como mi hijo el de la prepa. Él terminó su prepa pero no tiene para su carrera; él quiere mecánica automotriz y me dice  ’mamá, vamos a juntar para un carrito para ruletear y ya de ahí yo me pago mis estudios, ya lo que tú me diste te lo agradezco mucho, de corazón’ yo le digo, ‘es poquito lo que te di pero con mucho orgullo’, porque soy madre soltera desde que mi hijo el menor estaba muy chico”.

Después de que su hijo mayor, el padre de las gemelas, sufriera el accidente que lo postrara en una silla de ruedas, su esposo volvió y puso a Alicia frente un camino de dos vías “tus nietas y tu hijo o yo”. De los dos caminos ella eligió el que incluía a más personas y siguió con su batalla, la cual como bola de nieve, crecía cada vez más.

No hace mucho tiempo uno de sus ex cuñados buscó a Alicia para quitarle el terreno donde vive actualmente; afortunadamente para ella, tiene papeles con los que puede defender lo poco que tiene. “Yo y mis hijos hasta andábamos sin ropa para hacer la casa donde ahora vivimos. Yo le puse al papel que soy la albacea y mis hijos los dueños ¿cómo es posible que me vengan a pelear el lugar donde vivimos?”

“Mi hijo duró tres años con unos zapatos, porque se los quitaba, los boleaba  y se ponía unas chanclitas, porque él veía todo lo que yo sufría para que ellos tuvieran lo que tienen ahora. Mis hijos dicen que se sienten orgullosos de mí… es que una como madre da todo”. Alicia sonríe satisfecha, melancólica, pero satisfecha.

Por si no fuera suficiente el peso de sacar adelante a sus nietas y a sus hijos, en la vida de Alicia existe otro pendiente muy grande, pues al estilo del “presunto culpable”, su hermano fue confundido con un sujeto que atropelló a una persona y ahora está preso en el reclusorio Sur.

Sin el apoyo de su hermano que cumple una condena ajena, la madre de Alicia debió mudarse de Michoacán al Distrito Federal, pues aparte de quedarse sola, vendió la casa para correr con los gastos que traen los procesos penales en México. La corrupción y las ganas de que los inocentes paguen lo que no deben, llevaron a esta familia a gastarlo todo. En diversas ocasiones ha pedido ayuda a los diputados para dar un apoyo a su madre…el apoyo jamás ha llegado. Alicia le manda cincuenta pesos de vez en cuando, es todo lo que puede dar.

Cercanos los días al problema de su hermano y la venta de la casa de su madre, Alicia se entera de otra noticia: dos de sus sobrinos han sido asaltados y asesinados en Guerrero “yo quería mucho a esos niños, porque a esos chiquillos los crié y me dolió mucho enterarme de eso” nos dice con un tono que pareciera de resignación, de cansancio, de hartazgo.

Para Alicia el país viene “a pique”, es realista y afirma que el mismo daño hacen los ladrones que hieren que el que hacen los policías corruptos “porque ahora con  mi hijo yo peleaba para que mantuvieran a mis niñas pero no se pudo porque las autoridades me quitaron los papeles de accidente y de la muerte de mi nuera. El mismo Ministerio Público se lo dijo a un policía, que nos iban a quitar todo, pero yo al momento del accidente estaba aturdida, no podía creer que mi nuera había muerto, porque ella era huérfana y siempre me quiso como a una madre…ellos se querían mucho, mi hijo hasta se quería matar cuando ella murió”, comparte.

La solución, según ella, es el apoyo a la gente y si pudiera “ayudaría mucho a la gente humilde. A mí me gusta mucho hacerlo aunque tengo muy poco. Defendería mucho a la gente para que no los pisotearan como nos pisotean a nosotros”.

Por ahí dicen que la gente de escasos recursos es la que más tiende a ayudar a los de más, seguramente las experiencias nos orillan a apegarnos a ciertos comportamientos. La mujer con la que conversamos es muy humilde y dice que sería feliz ayudando a la gente, sin embargo llegó a un lugar donde se puede encontrar lo que sea menos humanidad.

La empresa que contrata al personal de limpieza de la Cámara de Diputados recortó algunos pesos de su salario, para ciertas personas quizá esa cantidad no sería nada pero para ella significa mucho

“No es justo porque uno está ganando poco y aparte le quitan. Tiene poco que me descontaron cien pesos. Supuestamente nos dijeron que era de un seguro. Fui a reclamar al banco y es mentira, nos sacaron la cuenta en el banco y mi hijo me explicó que era mentira eso del descuento, lo descuentan los mismos de la empresa que nos está contratando, gente que trae sus carros del año y sus celulares fregones”, reflexiona.

Así es, cien pesos. Usted que lee esto piense rápidamente en qué gasta cien pesos: cigarros, cervezas, una camisa, una propina, los apuesta, se compra galletas ¿en qué gasta cien pesos?… para muchas personas como Alicia, un billete rojizo con Netzahualcóyotl impreso significa bastante.

Dado su bajo salario, esta mujer tuvo la idea de recolectar botellas de plástico salidas de la basura para tener un ingreso extra y sacar para los pasajes, no obstante hace no mucho la seguridad de la Cámara no le permitía llevárselas “antes la policía se me ponía al brinco por llevarme la botella; ‘yo les decía, pues si es basura’ y fuimos a hablar con el comandante y se nos puso peor. La mera verdad es injusto que hagan eso con la gente pobre sólo porque no tenemos estudios”.

“Una siempre anda buscando de donde sacar una lanita más, porque cuando no tengo dinero hasta se hace un nudo en la garganta cuando mis niñas piden que un yogurt, que unas galletitas… nos están pagando mil 960 pesos a la quincena, no alcanza para nada” reflexiona entre risas nerviosas.

¿Por qué cree que sea tan diferente el sueldo de ustedes al de un diputado? Le pregunto. Ella responde:

“Yo pienso porque uno no tiene estudios, pero yo he estado razonando eso y digo: no tiene uno estudios pero hace el esfuerzo para que esté limpio aquí y ellos son muy volubles, a uno le tratan mal y la mera verdad eso está mal, porque somos seres humanos, somos lo mismo. Ese es mi pensar, no deben de sobajar a la gente que no tiene estudios, somos como cualquier ser humano”.

Quizá Alicia no sabe que en esta legislatura cuarenta y cuatro de los diputados federales no cuentan con una licenciatura, lo cual nos indica que el nivel de estudios de la personas no es un requisito aquí en el Palacio para que una persona pueda ganar más de cien mil pesos al mes.

Alicia insiste en que “todos los seres humanos somos iguales” y no aprueba la disparidad en las clases sociales, sin embargo aquí en San Lázaro la realidad viene de frente, pues mientras los legisladores comen en onerosas reuniones, la mayoría de las personas que visten el mismo overol azul que ella, comen en los pasillos, los jardines e incluso en las escaleras.

La charla se vuelve dispersa, pues el lugar en el que nos encontramos comienza a invadirse de personajes extraños a nuestra plática. Ambos sabemos que podremos conversar en otro momento; le agradezco la confianza que ha tenido y prometo dos cosas: la primera es que cambiaré su nombre, no la culpo, trabaja en un lugar donde para sobrevivir debes ser desconfiado; la segunda: “si un día tu historia se publica, te la imprimo y te la traigo”.

Alicia se pone en marcha con su mechudo en la mano, sube unos cuantos escalones y manos a la obra, vuelve a su empleo de todos los días, en el cual se mezcla con las mismas vidas anónimas de siempre, las historias detrás de los quinientos dueños de las curules.

Sirvan estas líneas para conocer una historia más de entre millones de mexicanos que no han sido tocados por el dedo bendito de un puesto político o de la vida sencilla del burócrata o el empresario; sirva pues este texto como un homenaje a los que trabajan todos los días, a todas horas por un sueldo paupérrimo para llevarles algo de comer a sus familias… porque nadie ha elegido nacer con hambre ni padecer las tragedias como las que ha pasado la misma Alicia, quien antes de alejarse del todo, gira, me mira sonriente y dice “de verdad que lo que he vivido, no se lo deseo ni a mi peor enemigo”.

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