4/20/2014

Tiempo de Blues : Singin' in the Rain: una tarde en la Cineteca Nacional



Raúl de la Rosa
Primera llamada

Nada más faltaba que Gene Kelly, Donald O’Connor y Debbie Reynolds ingresaran por la calle de Mayorazgo con sus impermeables amarillos y sus paraguas cantando bajo la lluvia, era factible, ¿por qué no? Estábamos en la centelleante Cineteca Nacional y no exagero; los relámpagos de abril estaban en todo su sonoro esplendor, que precedieron a un torrencial aguacero y como buena película de acción se abatió una granizada de Tláloc jugando a las canicas.

Es inevitable, las fechas son las mismas (un día de diferencia). Me traslado al 16 de abril de 1964 cuando otro inusual aguacero se abatió sobre México-Tenochtitlán, cuando Tláloc ingresa a las crónicas culturales, sociales y arqueológicas de nuestra ciudad acostado sobre 112 ruedas para ser depositado en la nueva sede del Museo Nacional de Antropología.

Lo de inusual hoy en día no tiene valía, pues lluvias, trombas, aguaceros, chubascos o granizadas caen cuando se les pega la gana, y esta sucedió en el 57 aniversario de la muerte de Pedro Infante, razón por la que navegamos a la Cineteca para asistir a la exhibición del documental de Luigi Lupone, que nos narra a lo largo de tres décadas el Fervor infantilista (título del documental) que acontece cada 15 de abril en el panteón Jardín, donde el fervor popular y el infantil surrealismo mexicano no tienen paralelo; hoy viernes 18 se estrena en la Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.

Segunda llamada

Sí, las comparaciones, a veces, son inevitables. ¿Cómo no hacerlas? El 16 de abril coinciden: el arribo del mencionado Tláloc el nacimiento de uno de los más notables arquitectos de México: Pedro Ramírez Vázquez (1919-2013), cuyo genial ciclo concluye 94 años después el mismo día, y mencionar que sus obras arquitectónicas, como el Museo Nacional de Antropología o el Estadio Azteca, ¡no tienen goteras! Ahí están enhiestos como el día que se inauguraron.
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En estás condiciones lució uno de los pasillos de la recién remodelada Cineteca Nacional, durante el aguacero del pasado 15 de abrilFoto Lé Miller

Los ingenieros de la firma Colinas de Buen calcularon el paraguas del Museo Nacional de Antropología, las estructuras del Estadio Azteca, de la Torre de Pemex y varias construcciones más de las que no hay que agregar nada, ahí están. Sí, la memoria me hizo viajar y al regresar me pregunté: ¿Dónde Señor están los arquitectos, ingenieros y constructores de antaño? Y si me lo piden, me voy hasta el Virreinato y al mundo prehispánico.

Es una historia de horror y cinismo a la que –tal parece– ya nos acostumbramos, vivimos una carrera en que nadie ganará, empezó mañana y ayer terminará. Los comentarios de todos los asistentes cargados de ironía, que la Línea Dorada del Metro, que la nueva Cineteca Nacional, que en plena función se filtra la lluvia, los baños se inundan y las instalaciones eléctricas se ¡convierten en regaderas!
Tercera llamada

Ahora todo se lo achacan a la Luna roja, pero a las 18:35 horas llovía en la cabina del cácaro, no podía creer lo que veía, la Sala 7 se inundó. Cuando me metí quedé asombrada, era como si no tuviera techo. Llegaron los de intendencia y los vigilantes, nos sacaron y no nos dejaron tomar fotos; también se inundó la parte de la biblioteca, nos comentó Parika Benítez, quien agregó: No hay baños suficientes, las taquillas tienen un pésimo servicio. En esta Muestra no se emitieron abonos, si quieres descuento te envían de una ventanilla a otra. ¡Bravo por haber remodelado y robado tanto!, las pantallas que cuestan 1 millón de pesos las cobraron en 10.

Mejor me quedo con el mito de Pedrito Infante y su angustiado grito que recorre las escenas de aquel 24 de marzo de 1982, cuando se quema parte importante del acervo fílmico de nuestro país, cargando en sus brazos al hijo quemado: ¡Toritoo!

Total, no está muerto, tan sólo no está vivo.

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