Desplazamiento forzado en la ciudad
Fragua
Seguramente hemos visto anuncios y spots
del gobierno que hablan, o más bien prometen, el “mejoramiento” o
“rescate” de ciertas zonas o barrios de la ciudad de México. El
gobierno local los anuncia como los grandes proyectos que, aseguran,
conservarán la identidad de los barrios mejorando servicios, viviendas,
infraestructura etc. Sin embargo, lo que no nos dicen es que dichos
proyectos conforman parte de un proceso bastante selectivo y violento
de urbanización o reacomodo espacial que no incluye a la población local, es decir a los habitantes originarios o colonos. Este proceso se denomina gentrificación.
¿Qué? Si, así: Gentrificación. En pocas palabras, la gentrificación es el proceso de desplazamiento y encarecimiento social de las ciudades, es un proceso de urbanización salvaje.
De entrada, el puro nombre parece ser algo muy ajeno a nosotros,
empezando porque la palabra ni está en español, no obstante, está
presente en nuestra vida cotidiana y, dependiendo de la zona en la que
vivamos, incluso podemos ser víctimas de esta urbanización salvaje.
La gentrificación hace referencia a un proceso de “desinversión” de
áreas urbanas; vecindarios que viven prácticamente en el abandono por
parte del gobierno en cuanto a infraestructura, servicios, comercios
pero que se ubican cerca de importantes centros urbanos. Pareciera que
hablamos de casi cualquier barrio de nuestra ciudad, sin embargo no
termina aquí esta categorización. A estos barrios “elegidos” se les
prepara un atractivo proyecto de “recolonización”, para que lo habiten
nuevas personas, personas que tengan un mayor poder adquisitivo, en su
mayoría de extracción burguesa y miembros de la pequeña burguesía
acomodada. Este proceso se desarrolla a través de una sistemática precarización
(empobrecimiento planificado, podríamos decir) del vecindario o colonia
debido a diversas políticas públicas que recortan el presupuesto para
mejorar calles y viviendas, construcción de parques, etc. Sumado a
esto, el barrio que ya se encuentra en condiciones de abandono, es estigmatizado socialmente,
es decir, se criminaliza la pobreza señalando que no sólo tiene un mal
aspecto sino que también es un “barrio bravo”, es inseguro y salen a la
luz tasas de criminalidad que, engañosamente, buscan acrecentar la
cantidad de delitos en las colonias que, no por gusto, tienen precarias
condiciones de vida.
Es entonces que las grandes empresas
inmobiliarias, coludidas con el gobierno, aprovechan dicho abandono y
proyectan “mejorar” las condiciones del barrio comprando a precios
bajísimos predios y propiedades, remodelando construcciones y atrayendo
todo tipo de inversión, siempre y cuando se mantenga dentro del nivel
adquisitivo y se dirija a la clase social que pueda costearlo (la clase
burguesa y la pequeño burguesía acomodada). De esta manera especulan
con el futuro de la zona y, para los empresarios, el negocio es
redondo: comprar a bajos precios, especular con la renta del suelo y
vender o rentar a precios exuberantes.
Sin embargo, la
cosa no sale así de exitosa para todos, los colonos o primeros
habitantes forman parte del plan pero no tienen un futuro tan
brillante. El mercado de bienes, al encarecer la renta, y el gobierno,
al subir los impuestos, hacen que sea prácticamente imposible para las
familias sostener los nuevos precios del renovado barrio (ya que para
“atraer la inversión” se tuvo que invertir en calles, construir
parques, bibliotecas, etc. que luego son, literalmente, cobrados) y,
eventualmente, son desplazados a las periferias. Es decir, existe una sistemática expulsión de la clase trabajadora hacia las orillas de los grandes centros urbanos, de las zonas bonitas y modernas, y los trabajadores se ven obligados a vivir en los cinturones de miseria que rodean las metrópolis puesto que son las únicas rentas que los bajos salarios permiten costear.
Este proceso comenzó a desarrollarse en países como Inglaterra y
Estados Unidos, sin embargo, actualmente no es exclusivo de una región,
sino que es una característica de las ciudades capitalistas. En nuestra
ciudad tenemos varios ejemplos, como el corredor peatonal Madero, la
plaza de Garibaldi, el proyecto de “rescate” del barrio de la Merced, o
bien el más polémico en los últimos meses: el proyecto de las Zonas de
Desarrollo Económico y Social (ZODES), el cual incluye cinco zonas de
desarrollo en distintos puntos de la ciudad, los más conocidos hasta
ahora son el corredor llamado “Ciudad de la Salud” ubicado en la
Delegación Tlalpan, la “Ciudad Administrativa” que estará ubicada en la
Colonia Doctores y la “Ciudad del Futuro” ubicada en los pedregales de
Coyoacán.
Como vemos, no es un proceso que se desarrolle en un año o dos, sino que es de largo aliento y para
que la urbanización salvaje suceda es vital que las inmobiliarias y
empresas constructoras planifiquen de la mano con el Estado. No nos
vayamos con la finta, no todo proceso de mejoramiento de las colonias o
barrios en las ciudades se trata de un proceso de gentrificación, sin
embargo hemos de mantenernos alertas, el acceso a una vida digna es un
derecho y no tiene que venir condicionado con altas rentas ni costosos
impuestos. No dejemos que nos expulsen de nuestras colonias ni
barrios siendo que en muchos de estos fuimos nosotros mismos quienes
los construimos. Así como construimos nuestras casas picando piedra
y removiendo escombros, organicémonos y luchemos ya no sólo por nuestra
casa, sino por el futuro de todo el pueblo trabajador. No dejemos que
las autopretendidas “Ciudades del Futuro”, se roben el futuro del
pueblo.
Este artículo fue publicado como parte de la sección CIUDAD del No. 5 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 18 de enero de 2015.
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