La Jornada
La organización no
gubernamental Médicos Sin Fronteras (MSF) admitió ayer que en el curso
del año pasado ha registrado 24 casos de acoso o abuso sexual y 146
denuncias por acoso en general. Por ello, 19 personas fueron despedidas y
otras cinco sancionadas con diversas medidas disciplinarias. Pero el
número de abusos podría ser más elevado porque, según dijo la propia
organización con sede en París, el recuento no incluye
los casos directamente gestionados por los equipos en el terreno y no informados a la sede.
Esta información se suma de manera inevitable al escándalo en que se
encuentra sumida Oxfam internacional, una federación de organizaciones
civiles humanitarias, por las violaciones que cometieron algunos de sus
integrantes en Sudán del Sur y Liberia, así como porque los integrantes
de su misión a Haití tras el terremoto que asoló a esa nación en 2010
contrataron prostitutas con dinero de la propia organización
humanitaria.
En el pasado reciente, tanto en México como en el mundo, diversas
fundaciones y organizaciones no gubernamentales han sido señaladas por
el escrutinio público, en incluso sometidas a procesos judiciales,
porque funcionaron, en los hechos, como pantalla para la comisión de
delitos, algunos de ellos graves. Otras han sido denunciadas como
instituciones fachada con propósitos políticos y propagandísticos de
diversos gobiernos, y algunas más, como instrumentos para la realización
de fraudes y desvío de recursos.
En nuestro país, en la década antepasada, la Cruz Roja fue objeto de
señalamientos en contra de su entonces presidente José Barroso Chávez
por irregularidades millonarias en el manejo de fondos, y tanto en
México como en España instituciones laicas y religiosas de asistencia
privada se han visto involucradas en el tráfico, secuestro y maltrato de
menores.
Frecuentemente autodefinido como guardián de la pureza, en contraste
con la corrupción gubernamental, el descrédito de los partidos y/o la
voracidad empresarial, ese
tercer sectorconcentra sin duda un importante conjunto de propósitos humanitarios y legítimos, pero es también uno de los ámbitos más opacos de la sociedad, en el cual la corrupción no es ni más ni menos grave que en las oficinas públicas, son usuales los negocios disfrazados de militancia ciudadana y el afán de influir en la escena política en favor o en contra de determinados partidos termina siendo su razón de ser. Ajenas a todo control y a toda regulación, algunas de estas organizaciones se arrogan la potestad de juzgar y condenar a gobiernos, empresas, medios informativos y formaciones partidistas, valiéndose para ello del manto de pureza en el que previamente se han arropado.
Un caso insoslayable es el de Mexicanos contra la Corrupción,
una entidad dotada de un músculo financiero inexplicable que le permite
llevar a cabo investigaciones sobre una diversidad de asuntos y que no
oculta su fobia hacia las luchas del magisterio democrático ni esconde
sus preferencias políticas favorables a las fórmulas partidistas de
continuidad del modelo neoliberal y contrarias a las propuestas
electorales de cambio de rumbo político, económico y social.
En ese mismo ámbito sórdido, pero con raíces aún más inciertas, surgió hace unos días una entidad denominada Pejeleaks,
dedicada por entero a las campañas de descrédito en contra de uno de
los aspirantes a la Presidencia en la elección de julio próximo.
Productor de calumnias disfrazadas de reportajes y de revelaciones, esa
organización secreta se permite recaudar fondos y reclutar simpatizantes
por medio de su sitio en Internet. No es la única, sin duda, pero sí la
más prominente por su capacidad económica y mediática.
En términos generales, es clara la necesidad de legislar y regular
con seriedad la labor de las organizaciones civiles, ciudadanas, no
lucrativas o no gubernamentales. No cabe duda que muchas de ellas
desarrollan tareas encomiables y valiosas y que corren el riesgo de
verse sofocadas por las malas prácticas de otras que, movidas por
intereses vergonzantes –económicos, corporativos, políticos o
delictivos–, han encontrado en el disfraz de ONG una coartada perfecta.
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