El asesinato de Laura Luelmo ha conmocionado a toda la sociedad.
La juventud de Laura, su profesión y el hecho de que saliera a hacer
deporte y no volviera jamás sean, quizás, los indicadores de esta mayor
conmoción.
Las reacciones no se han hecho esperar y la noticia del asesinato
reavivó la polémica sobre la prisión permanente revisable que los
partidos de derecha han utilizado torticeramente para fijarse en el
asesino y no en la víctima y en los derechos de la misma.
La utilización partidista del asesinato de esta mujer pone de relieve
qué políticas tienen previstas los diferentes partidos para prevenir
los asesinatos de mujeres. Y, la verdad es que con algunas propuestas me
ha entrado miedo, más miedo si cabe.
Para mí, una de las grandes diferencias que existen entre la derecha y
la izquierda (al margen de lo económico) es que mientras los partidos
de derecha actúan sobre lo inmediato y a veces irreflexivamente, la
izquierda actúa más a largo plazo y a veces con exceso de reflexión. Y
me explico:
Si observamos las reacciones de la derecha, sus propuestas siempre
son punitivas y cortoplacistas. La prisión permanente revisable, el
aumento de las penas, etc. Todo ello encaminado a castigar a los
agresores y/o asesinos. Pero siempre cuando la agresión ya se ha
producido y la víctima de dicha agresión, si ha sobrevivido a ella,
consigue que la crean. Ni una palabra de prevención ni de
sensibilización.
En cambio, la izquierda promueve cambio de valores en la educación,
sensibilización en la igualdad entre mujeres y hombres, etc. y mientras
nos siguen asesinando por ser mujeres.
Pese que me identifico con los valores de la izquierda, no puedo más
que exigirle una mayor premura en su toma de decisiones y que se actúe
con mayor celeridad para evitar más asesinatos de mujeres y de
criaturas.
Es necesario un cambio de paradigma social y dejar de poner el acento
sobre las mujeres y comenzar a ponerlo sobre los hombres. Implicarlos
en la prevención de las violencia machistas, apelar a que condenen todas
y cada una de las agresiones que sufrimos por ser mujeres cada
día.
Hay que interpelarlos en sus privilegios y recordarles que lo que
desde el feminismo se exige el la igualdad real y, por tanto la libertad
de andar por la vida sin miedos a ser agredidas física o verbalmente
por ellos. Que no estamos siempre disponibles para colmar sus deseos.
Que no somos usables en cualquier momento y que, en definitiva, somos
seres humanos. Como ellos.
Ya sé que lo que digo es muy básico, pero estoy un poco harta de
señores estupendos que se sienten privilegiados en su estatus de hombres
progresistas que no sienten que estos asesinatos sean, también, asunto
suyo. De los conservadores, ya, ni hablo.
Cada asesinato de una mujer o una criatura es un fracaso social
colectivo que nos atañe a todas las personas que, en algún momento dado,
pudiendo haber actuado, no lo hicimos. Y no se trata solo de acudir a
paros o concentraciones cada vez que una mujer ha sido asesinada. Se
trata de posicionarse frente al maltrato de forma activa y públicamente.
Se trata de revisar y cortar de raíz el micro machismo que cada día y
que, en demasiadas ocasiones inconscientemente, repetimos. Se trata de
revisar nuestras conductas y canalizarlas hacia una verdadera igualdad
de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres.
Cada cual en su propia medida actúa como agente social y, por tanto,
también influye en el comportamiento de algunas personas de su
alrededor. Y por tanto puede actuar reeducando a su entorno más cercano.
Un ejemplo de mi propia vida personal. Un día estaba en un semáforo
junto a un niño y una señora. Esperábamos que el semáforo se pusiera
verde, pero al no haber tráfico, intenté cruzar la calle con el semáforo
todavía rojo. Di un paso y escuché exclamar al niño “¡¡pero si está en
rojo!!”. Volví sobre mis pasos y le di la razón al niño y esperé a que
el semáforo estuviera en verde.
Aquel niño desconocido me hizo entender que, sin buscarlo yo, que era
una extraña en su vida, actuaba de modo poco conveniente para su
educación. A eso me refiero. Porque al reflexionar sobre la anécdota
comprendí hasta qué punto nuestras acciones más cotidianas pueden ser
modelo para otras personas. Tanto en lo positivo como en lo negativo.
Las mujeres sentimos miedo. Y lo sentimos porque nos agreden y, como
en el caso de los violadores de la manada de Pamplona y de tantos otros
casos, el poder judicial, con sus instrumentos patriarcales, minimiza
los efectos de esas agresiones cuestionando, de paso nuestras voces y
nuestras vidas.
Sentimos miedos porque hay hombres, demasiados, que ante una agresión
no actúan decididamente defendiendo de entrada las voces de las
víctimas y al dudar de sus verdades la están volviendo a agredir.
Sentimos miedos porque no nos sentimos amparadas socialmente, ya que
el patriarcado siempre nos trata como ciudadanas de segunda clase y
porque sabemos que nuestras vidas y la forma en que la vivamos estarán
supeditada a sus privilegios y sus deseos.
Por eso se busca criminalizar al feminismo, porque cuestiona los
pilares del patriarcado y denuncia los privilegios sobre los que se
asienta. Porque denuncia que nos asesinan por ser mujeres. Porque no
aceptamos ser ciudadanas de segunda y porque contra los miedos podemos
luchar colectivamente.
Este año que ya se acaba, el 2018, será recordado, entre otros
motivos, por ser el año de la primera huelga feminista. Una huelga que
nos hizo salir a la calle a millones de mujeres y hombres para denunciar
este sistema opresor que junta al capitalismo y al patriarcado para
explotar, humillar y dominar a la mitad de la población que somos las
mujeres. Y nosotras, junto con muchos hombres que comienzan a detectar
que este sistema también les oprime a ellos, dijimos alto y claro ¡Basta
Ya!
La mecha de la huelga feminista prendió y soy optimista al ver cómo
se suma cada día más gente joven. Pero también soy consciente de todo el
trabajo que queda por hacer y de que vencer las resistencias
patriarcales va a conllevar todavía muchos esfuerzos y, seguramente
también se va a llevar por delante la vida de algunas mujeres y
criaturas.
Nunca la renuncia a los privilegios fue fácil. Y, en este caso, el
patriarcado lleva miles de años disfrutando de esos
privilegios.
Somos mucha gente, mujeres y hombres los que día a día ponemos
nuestro granito de arena para cambiar el orden de las cosas. Quizás
nunca hasta ahora haya habido tanta gente involucrada. Y esto es un buen
síntoma.
*Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent
Imagen retomada del portal La vaca twitera
Por: Teresa Mollá Castells*
Cimacnoticias | Ontinyent, Esp.-
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