Luis Linares Zapata
Este moribundo año de 2018 ha
sido uno de pasiones múltiples, inesperados triunfos opositores,
rencores de clase, inicios desbocados y muchas tareas públicas
anunciadas. Por ahora, en efecto, sólo se tienen los esbozos, los
tirantes que podrán, o no, ser piedras inaugurales del futuro. Ha sido,
también, el de la esperanza para millones que pusieron su confianza en
algo distinto. Un algo que pretende ser fundacional, trascendente para
la vida de los que carecen de aquello que la hace llevadera, digna. Un
año fructífero, de dibujos atrabancados para un mañana igualitario.
Arranques que han sido largamente meditados pero que no evitan rasgos
improvisados. Un año de innegable movimiento prometedor emparejado con
caros injertos heredados que se tienen que asumir. Un año, en fin, que
habrá de ser recordado, a la hora de los recuentos, por sus borbotones
de energía enfocada hacia el mañana.
Para un puñado de ciudadanos también ha sido un año de
preocupaciones, reales o simplemente nombradas, en búsqueda de
acomodarse, sin menoscabos, a lo nuevo. No podía ser de manera distinta,
menos aún sencilla o exenta de conflicto. La resistencia al cambio no
surge de la nada. Tiene sus raíces bien hundidas en la trama de
intereses y ambiciones, satisfechas unas, esperadas otras. Este
conspicuo grupo lleva grabado, hasta la médula, el néctar de pasados
beneficios para aquellos que se han apropiado de lo mejor. No darán
tregua ni pedirán cuartel, menos entregarán la plaza sin respingos
pronunciados y dar pelea. Por el contrario, presentarán cara una y otra
vez hasta asegurar un lugar –esperan privilegiado– en las removidas
circunstancias. Ahí estarán por los días venideros tal y como lo han
estado desde la amarga derrota sufrida. Será una lucha prolongada, de
trincheras y a descampado. Cuentan, para su causa, con poderosos aliados
externos dispuestos a prestar la ayuda y el soporte requerido. Irán por
salvaguardar su cotidiana forma de vida, tal y como la conocen y desean
asegurar.
En medio de esta batalla, con modos de operar distintos a los usuales
y escasos tiempos para los muchos trabajos avistados, se tendrán que
plantar los cimientos que puedan consolidar el triunfo logrado. De no
hacerlo o dejarlo a medio camino, surgirán oportunidades para mediatizar
o deshacer los impulsos transformadores. Por ahora hay, ya instalados,
motivos ciertos de que el nuevo gobierno ha emprendido la ruta
prometida. Los cambios, hechos o anunciados, han sido drásticos en
variadas ocasiones. Lo básico apunta hacia balancear oportunidades entre
las distintas clases sociales. Se empieza a sentir que el eslogan de
campaña –primero los pobres– puede ajustarse a una tendencia venidera.
Tampoco se duda de la separación, que apunta a ser tajante, entre el
poder económico y el político.
Muy a pesar de las constantes premoniciones de fracaso, que el
conservadurismo continuamente predica, la realidad las ha ido superando.
Las negociaciones derivadas de cancelar el aeropuerto de Texcoco dejan
ver soluciones aceptables. Las pérdidas, ciertamente, serán de magnitud,
pero muy alejadas de los dramáticos cálculos opositores. Todo indica
que la opción por Santa Lucía, conllevará ahorros y menores tiempos de
ejecución. De similar manera van en apresurada ruta los otros programas
que, se insiste, se llevarán a término: Tren Maya, conexión del Istmo y
bosques frutales-maderables inmensos. Son, en efecto, predilecciones
(¿obsesiones?) presidenciales y, como tales, conllevan densos riesgos
que sólo su mesurada operatividad irá atemperando.
De manera inesperada y trágica, muere la que ya era, aunque muy
cuestionada, gobernadora de Puebla. Se tendrán que celebrar nuevas
elecciones y los pronósticos, con cierta seguridad, se inclinarán por el
candidato que proponga Morena. Puebla funciona como tapón y llave para
el conjunto de los olvidados estados del sur-sureste. Su estratégica
posición permitirá, de triunfar Morena, integrar mejor los planes antes
mencionados y ya en curso. La doble tragedia poblana donde muere también
el senador Moreno Valle, abrirá un hueco adicional en la estructura del
PAN, un partido que no logra reponerse de su fracaso electoral. El
regreso a los tiempos normales de enero abrirán espacio para sendos
replanteamientos de los horizontes políticos de la República.
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