estéticacorporal. Bien para modificar su rostro, extraer grasa donde sobra, aumentar sus senos o sus nalgas o el grosor de las pantorrillas. Esos especialistas garantizan su trabajo por algún tiempo, porque siempre, aunque haya sido perfecto, necesita mantenimiento. Y de eso debían saber todo las grandes del firmamento artístico mundial. Sin embargo, muchas caen en manos de verdaderos carniceros, de taxidermistas de cuarta que les ofrecen mejorar su imagen física y las dejan irreconocibles. Algunas hasta pagan con su vida el querer contar con más de lo que la naturaleza les ha dado.
Por tener la cola más parada, una mujer que lo tenía todo perdió la vida
, resumió el diseñador Roberto Piazza. Se refería a Solange Magnano, Miss Argentina 1994 y luego cotizada modelo, quien trabajaba para Piazza. Tenía 37 años. Era rica, afortunada en el amor, con marido y dos hijos y con un físico envidiable. Pero consideró que necesitaba algo más y lo obtendría con facilidad. Una inyección de polimetilmetacrilato mal aplicada en los glúteos desató una embolia pulmonar que la llevó a la tumba. En vez de inyectar la sustancia superficialmente, se hizo en el torrente sanguíneo. En Colombia, Edna Espinosa, Miss Tanga, murió de un paro cardiaco horas después de una intervención quirúrgica para reducirle grasa del abdomen y las piernas. Una más que murió luego de someterse a una liposucción fue Tameka Foster, esposa del cantante Usher. Acabó con su vida un paro cardiorrespiratorio. La lista es larga.
Entre nosotros, la primera víctima mortal por querer mejorar su figura fue Elvira Quintana, actriz y cantante de ranchero, de fama hace medio siglo, cuando aún no se descubrían los implantes. Sus senos eran bellos, pero los quería más grandes. La mató la sustancia que le inyectaron, guayacol. Desfiguradas, pero vivas, andan la vedette Rossy Mendoza (la mujer de cera), Lyn May e Irma Serrano. Ahora cargan con problemas de salud por los compuestos que les inyectaron en diversas partes del cuerpo para mejorar su físico. Y como ejemplo máximo de mal gusto en eso de agredir el cuerpo nadie supera a quien ha hecho del exceso su tarjeta de presentación: la argentina Sabrina, también conocida como la Tetanic.
Irreconocibles han quedado otros dos frutos de la televisión: Lucía Méndez y Verónica Castro. Sus rostros no son los de antes. Tampoco sus senos, sin contar las cirugías para quitar grasa del abdomen y obtener cintura de Miss Universo cuando natura ya no da. Mejor suerte han corrido con el bisturí y los implantes Salma Hayek, Paty Manterola, Paulina Rubio y Pilar Montenegro. Y no tanto, Alejandra Guzmán, cuyo historial clínico merece un penul completo.
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