2/10/2011

Ellos son maduros, ellas son viejas



La BBC repone en antena a una presentadora de 63 años - Otra periodista, diez años menor, gana una querella al ente público británico por discriminación

La reaparición del rostro veterano de Julia Somerville presentando el telediario del primer canal de la BBC los sábados por la noche se ha convertido en una noticia en sí misma en el Reino Unido. Y no porque sea una celebridad o un personaje especialmente adicto a los pasillos del famoseo, sino por la edad de la periodista, 63 años. Su incorporación al boletín encarna la reacción de la radiotelevisión pública ante las acusaciones de discriminación de las que ha sido objeto por parte de las trabajadoras de la casa que "ya no son tan jóvenes".

Nadie cuestiona la continuidad de Bruce Forsyth en la tele a los 83 años

El eufemismo tiene su sentido en esta historia, puesto que su colega Miriam O'Reilly sólo contaba 53 años cuando fue despedida por razones de edad como presentadora del programa de la cadena sobre la vida en el campo (Countryfile). Así lo determinó a mediados de enero el juez que decidió a favor de la periodista en su querella contra la BBC, aunque el fallo descartaba una impronta sexista en la decisión. La percepción del público es, sin embargo, muy diferente. Al igual que resultan muy creíbles las alegaciones de O'Reilly de que sus jefes llegaron a sugerirle que se retocara las arrugas con botox, a nadie se le ocurre que hicieran nunca lo mismo con Bruce Forsyth, perenne maestro de ceremonias de Strictly come Dancing (versión británica de Mira quién baila), pese a a haber celebrado ya su 83 cumpleaños.

El grueso de la prensa se felicita estos días de la permanencia de Forsyth en la nueva edición del popular programa, pero pocos recuerdan la reciente baja como jurado de la ex bailarina y coreógrafa Arlene Phillips, despedida de la BBC porque, a sus 61 años, no respondía a los nuevos cánones de telegenia. Strictly Come Dancing convirtió a Phillips en un personaje popular, quizá el único que realmente sabía de baile, y desde entonces ha utilizado esos réditos para producir un musical en el West End londinense.

Todo el asunto encierra una gran hipocresía: mientras los comentaristas televisivos siguen deshaciéndose en elogios ante la credibilidad que ha conseguido aportar Somerville a la BBC, los sondeos que manejan todos los canales indican que las audiencias se disparan cuando emergen físicos femeninos jóvenes y atractivos. En el caso de los presentadores de sexo masculino la audiencia parece mucho más generosa. Selina Scott, la periodista británica que se hizo famosa entre el público español por su entrevista con el rey Juan Carlos en vísperas de las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla, cobró a finales de 2008 una cifra estimada en 300.000 euros para frenar una denuncia contra el Channel Five por discriminación. El canal privado se desdijo en una oferta de trabajo que le forzó a cancelar otros compromisos, alegando que era "demasiado vieja". Dos presentadoras mucho más jóvenes acabaron sustituyendo a Scott en el puesto.

"Me llamo Harriet Harman y soy la número dos del Partido Laborista. ¿No va siendo hora de que una mujer presente su programa?" La misiva de la destacada dirigente de la oposición, transmitida por una red social de internet, estaba dirigida a David Dimbledy, uno de los periodistas más prestigiosos del panorama audiovisual británico y maestro de ceremonias, durante más de tres lustros, del programa Question Time, una bandera de la calidad de la BBC. Nadie se atreve a cuestionar que la profesionalidad y rigor de Dimbleby se imponga en toda regla ante su condición de septuagenario. Pero el periodista ha decidido abandonar la emisión, sencillamente porque los recortes en el ente público han forzado el traslado del rodaje a Glasgow, donde no desea instalarse.

La misma BBC que hoy considera un revés la marcha de Dimbleby decidió prescindir, en 2007, de la afrocaribeña Moira Stewart como presentadora de uno de sus principales informativos televisados. Los 58 años de madurez y experiencia que entonces aparecían como una barrera insoslayable en la pequeña pantalla, se trocaron en jugosos contratos publicitarios para Stewart. Quizá de forma tardía, el ente público ha tomado nota propiciando el regreso de la periodista... aunque sólo sea en las ondas de la radio.

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