Rosario Ibarra
Una de las muchas personas que acuden a mi oficina de la Comisión de Derechos Humanos del Senado de la República, me habló durante largo rato del miedo, rayano ya en terror, que se siente y que se ve en la gente de la mayoría de los estados del país.
Decía: “cuando sale ya uno a la calle de noche, da miedo la soledad en la mayoría de los barrios, sean los que sean, lo mismo los de los ricos que los de los amolados… a mí la verdad, se me pone la carne de gallina cuando, por necesidad, ando por esos rumbos”
No sobra decir que no le pregunté en qué consistía la “necesidad” a la que hacía referencia, ya que el pobre hombre parecía temer hasta de su sombra y aparte, porque seguía hablando de algo que el creía que estaba sucediendo en el país, relacionado con un plan para sembrar el miedo en el pueblo.
Y me fue comentando muchos sucesos que a él le parecían ejemplos de “una táctica calculada”… y la verdad sea dicha, cuando se fue tras plantearme su problema, me quedé pensando en su pormenorizado “análisis”, al que no pienso que le falte razón.
Me comentó que era norteño, que había venido “a la capital” porque “falleció” su hermana, pero que allá en el norte, su hijo ya no pudo entrar a la universidad porque “quitaron lo del pase automático y además, las colegiaturas están muy altas… nomás quieren puros ricos allí”.
Y eso para él fue el inicio de la “táctica calculada” a la que antes se había referido.
Tengo por costumbre escuchar a quienes acuden a mi oficina o a mi casa con una queja, todo el tiempo que quieran, porque conocí muy bien durante muchos años, lo que era la indiferencia de algunos (no pocos) funcionarios públicos, que mostraban hasta algo que tenía que ver con el hastío, cuando era notorio que querían que hiciera mutis. Por eso dijo cuanto pensó y todo lo que tenía acumulado en su mente acerca de la situación que vive —según su opinión— el pueblo de México.
No le pregunté acerca de su escolaridad, porque columbré que no era muy alta, pero que por alguna razón quería estar bien informado... y no me equivoqué, porque me dijo que pensaba que el gobierno quiere reducir el número de estudiantes y quiere “fastidiar al movimiento obrero”. Para mi asombro, mencionó en primer término a los petroleros de Cadereyta Jiménez, Nuevo León, que tengo en mi lista de desaparecidos en el sexenio de Vicente Fox (más de 30, entre ellos, Hilario Vega Zamarripa, Secretario General del sindicato y su hermano David Fernando). Siguió refiriéndose al “control” que se ha ejercido en Cananea; luego con los sindicatos de maestros y con enjundia, habló largo y tendido sobre los electricistas y de la garrafal injusticia contra ellos cometida.
No paró allí; se refirió a las muertes de “los pobres policías” y de los “tránsitos”… porque —claro— “ahora ya nadie quiere esas chambas y los que mandan, van a llenar el país de soldados” y expresó con tristeza “la famosa militarización del país”.
Antes de que se despidiera me dijo: “a ver cuándo nos toca a nosotros, porque primero van por unos y luego por otros y luego por los de más allá, en fin…”.
Sus palabras me hicieron recordar once renglones famosos en el mundo entero, aquellos que no resisto la tentación de repetir en este espacio:
Primero se llevaron a los judíos Pero como yo no era judío, no me importóDespués se llevaron a los comunistasPero como yo no era comunista, tampoco me imPortó. Luego se llevaron a los obreros,Pero como yo no era obrero tampoco me importó, Más tarde se llevaron a los intelectuales,Pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después se llevaron a los curas,Pero como yo no era cura, tampoco me importó.Ahora vienen por mí, pero ya es demasiado tarde.
Desde hace muchos años conozco esta belleza de once trozos de renglón que siempre se le atribuían a Bertolt Brecht, pero no hace mucho y “gracias” a los modernos recursos de la informática, se ha expresado que el autor es un pastor protestante de nombre Martin Niemöller quien expresó las líneas en un sermón de Semana Santa en 1946.
Sea de quien sea, ojalá no vengan por más, como le sucedió a los miles de desaparecidos de América Latina.
Dirigente del Comité ¡Eureka!
Decía: “cuando sale ya uno a la calle de noche, da miedo la soledad en la mayoría de los barrios, sean los que sean, lo mismo los de los ricos que los de los amolados… a mí la verdad, se me pone la carne de gallina cuando, por necesidad, ando por esos rumbos”
No sobra decir que no le pregunté en qué consistía la “necesidad” a la que hacía referencia, ya que el pobre hombre parecía temer hasta de su sombra y aparte, porque seguía hablando de algo que el creía que estaba sucediendo en el país, relacionado con un plan para sembrar el miedo en el pueblo.
Y me fue comentando muchos sucesos que a él le parecían ejemplos de “una táctica calculada”… y la verdad sea dicha, cuando se fue tras plantearme su problema, me quedé pensando en su pormenorizado “análisis”, al que no pienso que le falte razón.
Me comentó que era norteño, que había venido “a la capital” porque “falleció” su hermana, pero que allá en el norte, su hijo ya no pudo entrar a la universidad porque “quitaron lo del pase automático y además, las colegiaturas están muy altas… nomás quieren puros ricos allí”.
Y eso para él fue el inicio de la “táctica calculada” a la que antes se había referido.
Tengo por costumbre escuchar a quienes acuden a mi oficina o a mi casa con una queja, todo el tiempo que quieran, porque conocí muy bien durante muchos años, lo que era la indiferencia de algunos (no pocos) funcionarios públicos, que mostraban hasta algo que tenía que ver con el hastío, cuando era notorio que querían que hiciera mutis. Por eso dijo cuanto pensó y todo lo que tenía acumulado en su mente acerca de la situación que vive —según su opinión— el pueblo de México.
No le pregunté acerca de su escolaridad, porque columbré que no era muy alta, pero que por alguna razón quería estar bien informado... y no me equivoqué, porque me dijo que pensaba que el gobierno quiere reducir el número de estudiantes y quiere “fastidiar al movimiento obrero”. Para mi asombro, mencionó en primer término a los petroleros de Cadereyta Jiménez, Nuevo León, que tengo en mi lista de desaparecidos en el sexenio de Vicente Fox (más de 30, entre ellos, Hilario Vega Zamarripa, Secretario General del sindicato y su hermano David Fernando). Siguió refiriéndose al “control” que se ha ejercido en Cananea; luego con los sindicatos de maestros y con enjundia, habló largo y tendido sobre los electricistas y de la garrafal injusticia contra ellos cometida.
No paró allí; se refirió a las muertes de “los pobres policías” y de los “tránsitos”… porque —claro— “ahora ya nadie quiere esas chambas y los que mandan, van a llenar el país de soldados” y expresó con tristeza “la famosa militarización del país”.
Antes de que se despidiera me dijo: “a ver cuándo nos toca a nosotros, porque primero van por unos y luego por otros y luego por los de más allá, en fin…”.
Sus palabras me hicieron recordar once renglones famosos en el mundo entero, aquellos que no resisto la tentación de repetir en este espacio:
Primero se llevaron a los judíos Pero como yo no era judío, no me importóDespués se llevaron a los comunistasPero como yo no era comunista, tampoco me imPortó. Luego se llevaron a los obreros,Pero como yo no era obrero tampoco me importó, Más tarde se llevaron a los intelectuales,Pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después se llevaron a los curas,Pero como yo no era cura, tampoco me importó.Ahora vienen por mí, pero ya es demasiado tarde.
Desde hace muchos años conozco esta belleza de once trozos de renglón que siempre se le atribuían a Bertolt Brecht, pero no hace mucho y “gracias” a los modernos recursos de la informática, se ha expresado que el autor es un pastor protestante de nombre Martin Niemöller quien expresó las líneas en un sermón de Semana Santa en 1946.
Sea de quien sea, ojalá no vengan por más, como le sucedió a los miles de desaparecidos de América Latina.
Dirigente del Comité ¡Eureka!
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