Después de que Wikileaks ha publicado más de 250 mil cables diplomáticos estadunidenses, los comentaristas políticos en todo el mundo subrayaban que Estados Unidos ha sido avergonzado
, humillado
y hasta puesto de rodillas
; a menudo añadían que en Washington reinaba furia y miedo.
Es sin embargo de dudar si Estados Unidos ha sentido realmente alguna vez el cioraniano miedo a la vergüenza
: la manera en que desde hace siempre ha llevado a cabo la política utilizada en su patio trasero
lo contradice; es de dudar, también, que si hoy en día fuese poseído por alguno de estos sentimientos por separado.
Quizás los únicos avergonzados ahora son los que pensaban que la diplomacia y la política se hacen de manera más sutil; los que creían que –parafraseando a Bismarck– las salchichas se hacen con la carne de primera calidad. Pero mirando desde la perspectiva de la Realpolitik –que no necesariamente significa una mirada desde las cimas del cinismo
– las revelaciones de Wikileaks tienen una ambigua capacidad de sembrar miedo tanto en Washington como en las capitales de sus adversarios.
Por ejemplo, ya que la parte fuerte del paquete está dedicada a Irán, que según la diplomacia estadunidense ya casi tiene una bomba atómica
, y que dispone de cohetes capaces de alcanzar a la Europa occidental
, esta filtración parece como si fuera diseñada para hacerle llegar a la opinión pública mundial un mensaje cuasicatoniano de que Teherán tiene que ser bombardeado
. Este efecto ha sido reforzado de hecho por la prensa de Estados Unidos que después de haber consultado a la Casa Blanca censuró los cables que ponían en duda la sola existencia de aquellos cohetes.
La lectura de los mensajes de las embajadas estadunidenses en América Latina deja una impresión parecida: gracias a estos leaks Estados Unidos logra posicionar frente a la opinión pública los temas que más le importan y que ya desde hace tiempo intentaba, con mayor o menor éxito, filtrar: las notas diplomáticas revelan
, por ejemplo, que Estados Unidos está preocupado por las actividades de las células terroristas en la región de la Triple Frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay
, o por los profundos nexos entre Venezuela, Cuba e Irán
, y que hasta se preocupó
por la salud mental de Cristina Fernández de Kirchner. A pesar de que es sabido que lo que verdaderamente le preocupa a Washington en la Triple Frontera son la biodiversidad y los enormes recursos de agua, después de haber traducido estas revelaciones
al lenguaje mediático ya tenemos informaciones de que allí está Al Qaeda
, o de que Venezuela está siendo gobernada por espías cubanos
, que en las minas de uranio venezolanas en vez de mineros trabajan expertos iraníes
y que ‘la presidenta de Argentina es una loca’.
Los pocos cables latinoamericanos
que dejan al rey desnudo (o semidesnudo), como el que demuestra un desconocimiento completo de la política interna de Bolivia o el que contiene análisis de la embajada en Tegucigalpa que apunta a una ilegalidad total del golpe de Estado en Honduras (que suponía una constitucionalidad y que Washington luego legalizó de facto), se quedan insoportablemente cortos: ¿de verdad no hay nada más que revelar
acerca de la complicidad de Estados Unidos en aquel coup d’état?
Todo eso no quiere decir que uno tiene que ser paranoico, como si recién saliera de la función de Ghost Writer, última película de Roman Polanski que narra las manipulaciones de los servicios secretos estadunidenses. Eso quiere decir que para leer las filtraciones de Wikileaks se necesitan sujetos políticos independientes, con fuertes convicciones éticas, para resaltar su verdadero contenido; si no, el modo de su lectura nos será sugerido.
El desacuerdo y el disenso –cómo nos enseñó Antonio Gramsci– son elementos críticos en la creación de la hegemonía. Y qué mejor ocasión para disentir un poco del imperio que leyendo estas espectaculares revelaciones, para que luego todo siga igual.
Lo peor, en este sentido, sería si las filtraciones de Wikileaks le ayudarán a Estados Unidos a preservar su dominio imperial, ejerciendo por ejemplo sus presiones geopolíticas. Sólo de nosotros depende si ellos sentirán un verdadero miedo y una verdadera vergüenza, que deberían sentir.
*Periodista polaco
Enlaces:
Los cables sobre México en WikiLeaks
Sitio especial de La Jornada sobre WikiLeaks
Editorial La Jornada
El embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual, anunció ayer su decisión de renunciar al cargo que había ocupado desde agosto de 2009, a efecto de evitar
factores que puedan distraer nuestros intereses bilaterales, según informó el Departamento de Estado estadunidense ayer mismo.
Resulta prácticamente imposible desvincular la dimisión del embajador Pascual de la revelación de cables diplomáticos de Wikileaks de los que ha dado cuenta en forma puntual La Jornada: en esos documentos se han podido hallar evidencias de una relación bilateral asimétrica y caracterizada por la subordinación de las autoridades mexicanas hacia las estadunidenses; de una preponderancia de la visión de Washington en materia de seguridad, y de un poder de facto ejercido por la legación diplomática del vecino país en la adopción de decisiones que atañen a la seguridad pública en territorio nacional.
Tales elementos, en conjunto, han dejado al descubierto, además de una injerencia del gobierno de la nación vecina sobre el ejercicio de facultades soberanas, un grado inaceptable de consentimiento de las autoridades mexicanas de distintos niveles para tal fin. En tal contexto, el factor central del desencuentro reciente entre autoridades mexicanas y estadunidenses no es tanto la participación de las segundas en tareas que corresponden a las primeras, sino el ejercicio de la transparencia sobre la interacción de ambos gobiernos.
El rechazo de la opinión pública ante el injerencismo del gobierno estadunidense en México constituye un componente central para explicar la renuncia de Pascual: en medio de un deterioro de confianza de las autoridades nacionales hacia el representante diplomático del país vecino, y ante las manifestaciones sobre la pérdida de credibilidad de las autoridades mexicanas hacia las estadunidenses, la renuncia del hasta ayer embajador puede entenderse, más que como resultado de los reclamos de Calderón, como una victoria de la transparencia, y adquiere, en ese sentido, el calificativo de histórica: además del espíritu antinacional y entreguista de los gobernantes en turno, el episodio pone en relieve los alcances que puede tener una sociedad informada, atenta a las principales directrices en la agenda bilateral y pendiente de la aplicación, abierta o velada, de los designios injerencistas de la autoridad estadunidense.
La transparencia, en suma, se revela en este episodio como un factor de empoderamiento ciudadano: la sociedad tiene, hoy por hoy, elementos de juicio para conocer la sumisión de las autoridades mexicanas frente a las estadunidenses y, también, para contenerlo cuando es necesario.
Enlaces:
Los cables sobre México en WikiLeaks
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