12/19/2011

¿Estado confesional?



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Siempre que México ha ido hacia adelante, la Iglesia católica se ha encargado de tirar para atrás y de lograr consumar la involución. La relación Iglesia-Estado ha sido ambivalente, simuladora y tramposa.

Lo demuestra la historia. Desde la Constitución de 1857, la jerarquía católica en turno ha intentado intervenir en asuntos de Estado por encima de la ley. De hecho, a partir de la Constitución de 1917 el Estado vivió un amasiato con la Iglesia que, finalmente, formalizó en matrimonio con la reanudación de las relaciones entre México y la Santa Sede en 1992.

Las relaciones entre el orden espiritual y el orden político han pasado por todo tipo de turbulencias y más allá del marco histórico-jurídico hay que repasar los últimos años de esta unión de hecho.

La fuerza adquirida por la controvertida jerarquía católica durante los gobiernos del Partido Acción Nacional es incuestionable. Recordemos aquella imagen de Vicente Fox besando un Cristo en su toma de posesión e hincándose frente a la Virgen de Guadalupe; escenas simbólicas que marcaron un antes y un después en nuestro simulado Estado laico. Así empezó una andanada de actos que continuaron con la imagen de Fox presentando a su gabinete con un Cristo en alto y besando la mano del Papa en público en 2002 durante la última visita de Juan Pablo II a México.

El vínculo entre el PAN, la Iglesia y el Yunque está bastante estudiado, pero vale la pena señalar que ha prevalecido hasta ahora gracias al apoyo de Felipe Calderón a la jerarquía católica y sus fechorías.

¿Cómo se explica que el cardenal Norberto Rivera sea procesado en Estados Unidos por conspiración a la pederastia y en México no se le haya cuestionado por delitos tan deleznables?

La protección del Estado a los crímenes sexuales del clero mexicano ha sido absoluta y ha perpetuado la impunidad y la repetición endémica de los delitos. La jerarquía católica mexicana no ha reconocido un solo caso de pederastia clerical, a pesar de que hay miles de víctimas y cientos de agresores con sotana plenamente identificados. Eso significaría empezar a pagar las indemnizaciones a los afectados como en el caso de Estados Unidos donde la Iglesia ha erogado más de 2 mil millones de dólares en este concepto.

Los intentos de extender su poder se han visto plenamente satisfechos con la reforma al artículo 24 Constitucional, un auténtico golpe al Estado laico que convierte a este país en un Estado confesional. Las modificaciones realizadas gracias al contubernio del PAN-PRI-PRD son trascendentales y tendrán consecuencias nefastas de manera inmediata y a largo plazo.

La jerarquía católica ha logrado un gran triunfo. Para empezar, ha conseguido prerrogativas que antes le eran negadas por mandato legal. Ahora podrá acceder a la enseñanza religiosa en escuelas públicas y lo que es peor, podrá ostentar la posesión de medios masivos de comunicación, incluidas concesiones de radio y televisión. Dentro de los privilegios que ahora adquiere la Iglesia está el de celebrar actos religiosos en entera libertad tanto privada como públicamente.

Lo más delicado de esta reforma es que se presenta ante la próxima visita del Papa Benedicto XVI programada para marzo, un año electoral en donde el pontífice intervendrá directamente en las urnas a través de sus previsibles contactos con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Lo más vergonzoso de esta modificación es que los diputados de los tres partidos la hicieron en base a un truque, es decir, a cambio de la presidencia de la Mesa Directiva del Congreso: “la libertad religiosa es el complemento necesario, es decir, la otra moneda del Estado laico… que no ignora ni desprecia la religiosidad del pueblo manifestada en la libertad de creencias… no discrimina a los creyentes ni a los no creyentes”, dice de manera disparatada uno de los argumentos utilizados.

Calderón aprovechó entonces para asistir a misa solemne por la paz en la Basílica de Guadalupe: “No rompe con el Estado laico, además no va a ir con su banda presidencial ni le besará la mano al cardenal Norberto Rivera”, se apresuró a decir Hugo Valdemar, director de comunicación social de la Arquidiócesis de México, al argumentar que el Ejecutivo acudió como “ciudadano” y “creyente católico”.

Tal vez, Hugo Valdemar olvidó la relación estrecha de Calderón con el grupo cristiano “Casa sobre la Roca”, o quizá el inquilino de Los Pinos ha vuelto en apariencia al redil católico en vísperas del año electoral. Por ahora son más los católicos que los cristianos a la hora de votar y eso le interesa particularmente luego del anuncio literario de Peña Nieto sobre su lectura favorita: la Biblia (a medias).

El golpe al Estado laico sucede mientras Benedicto XVI da un espaldarazo a la orden fundada por el pederasta Marcial Maciel con la ordenación de 49 sacerdotes legionarios. Y con el reconocimiento de la Iglesia de Holanda a las casi 20 mil víctimas de abusos sexuales de sacerdotes de aquel país.

Seguramente la intención de los señores diputados que negocian en lo oscurito sus acuerdos, será convertir nuestro maltratado Estado laico en un Estado confesional. Si es así, que lo digan abiertamente, para empezar a colgar Cristos en las escuelas, en las dependencias públicas y en las sedes de los partidos políticos. Lo que puede seguir después de esto es ver a los ministros de culto como candidatos a elección popular.

Si seguimos por este camino en lugar de cantar el Himno Nacional se entonara otra canción que algunos no han dejado de añorar: “Que viva mi Cristo, que viva mi Rey; que impere doquiera triunfante su ley… ¡Viva Cristo Rey! Mexicanos un padre tenemos, que nos dio de la patria la unión… ”.

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