11/16/2012
¿Sección IX del SNTE o sindicato independiente?
Durante el XIX Congreso Democrático de la Sección IX del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, celebrado en septiembre y octubre del año en curso, se tomó un punto resolutivo de enorme importancia: someter a consideración de los afiliados la decisión de permanecer en las filas del SNTE u organizar un sindicato independiente. La discusión de este punto no es nueva. En la fundación de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y Organizaciones Democráticas del SNTE, en diciembre de 1979, el tema fue abordado, discutido y definido con la toma del acuerdo de pugnar por democratizar el SNTE. Los promotores de la creación de un nuevo sindicato fueron derrotados.
El rol de los sindicatos nacionales
De acuerdo con la Ley Federal del Trabajo, los sindicatos en México, por los trabajadores que agrupan, se constituyen como sigue: de empresa, gremiales, industriales, nacionales de industria y de oficios varios. En el caso de las universidades los sindicatos pueden ser: de administrativos, de académicos y de institución, teniendo prohibida la constitución de un sindicato nacional, aunque sí pueden federarse y confederarse vertical y horizontalmente. Por ahora predominan en el país los sindicatos de empresa y gremiales, y los de administrativos y de académicos en las universidades. En la rama de la aviación, predominan los gremiales, pues los pilotos aviadores, los sobrecargos, el personal de tierra y los controladores aéreos se agrupan conforme a la división del trabajo de ese crucial servicio. Empero, los sindicatos nacionales de industria –por el papel en la economía jugado por sus afiliados, la madurez de sus integrantes y los contratos colectivos de trabajo que regulan sus relaciones laborales-- representan el eje o pilar organizativo de la clase obrera mexicana.
En el caso de los trabajadores al servicio del Estado, la ley reglamentaria del Artículo 123 constitucional señala que habrá un sindicato “por dependencia”, es decir, por secretaría de estado, gobierno del Distrito Federal u organismos descentralizados y desconcentrados. Tal es el marco jurídico de actuación de los sindicatos. Estos organismos de los empleados de la administración pública están nucleados en dos federaciones sindicales.
Es obvio que lograr la unidad de los trabajadores en poderosos sindicatos nacionales de industria, de secretarías de estado y de organismos descentralizados y desconcentrados es un objetivo avanzado y por el cual vale la pena pelear. Pero si bien la historia y la realidad muestran una constante sobre el papel de estas importantes organizaciones, también debe precisarse que, con la derrota de los populistas en el seno del Partido Revolucionario Institucional, la caída de la Unión Soviética y los países del Este, el fortalecimiento de la dominación de la burguesía y la implantación del neoliberalismo, se han producido cambios que no es posible negar.
Desde 1933, año de fundación del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana, hasta marzo de 1959, año de la derrota ferroviaria, los sindicatos nacionales de industria constituyeron, pese al proceso de charrificación de 1947 a 1950, los destacamentos de vanguardia de la clase obrera mexicana. En el ascenso sindical de 1972 a 1983, nuevamente algunos sindicatos nacionales de industria y varias secciones de éstos volvieron a colocarse en el centro de la lucha de clases. Bajo la conducción de Demetrio Vallejo, el Movimiento Sindical Ferrocarrilero movilizó quizá más de la mitad de los rieleros entre 1971 y 1972, en tanto que la Tendencia Democrática del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana logró aglutinar a su alrededor a una parte importante de la insurgencia sindical entre 1972 y 1976. En el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana los obreros de Fundidora Monterrey, Altos Hornos de México, Siderúrgica Lázaro Cárdenas, Constructora Nacional de Carros de Ferrocarril, Peñoles, varias grandes minas y otras empresas, algunas ya desaparecidas, lograron desplazar a los charros e imponer direcciones democráticas. En 1976 cayó el charrismo en el Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana.
El movimiento magisterial de masas, que incluyó huelgas, paros, manifestaciones, mítines, tomas de edificios sindicales y de la Secretaría de Educación Pública, logró los años de 1981 y 1982 echar de las direcciones del SNTE en Chiapas y Oaxaca a los burócratas priistas. En la Universidad Pedagógica Nacional, el Instituto Nacional de Antropología e Historia y otras instituciones de educación superior y extensión cultural los líderes gremiales oficialistas fueron expulsados de los órganos de gobierno sindical. Posteriormente, se produjeron avances en el Distrito Federal, Michoacán y otras entidades.
Durante la larga noche del neoliberalismo, el sindicato de telefonistas, el de mineros y el Sindicato Mexicano de Electricistas han jugado y juegan un rol clave en la resistencia obrera a los proyectos y planes de los tecnócratas al servicio de la gran burguesía mexicana y los monopolios extranjeros. Considerando la historia y la experiencia reciente del movimiento sindical mexicano puede concluirse que el presente y futuro de la lucha obrera descansan y descansarán en los hombros del proletariado de la gran industria y los servicios fundamentales encuadrado en los sindicatos nacionales de industria y de algunas secretarías de estado y organismos descentralizados y desconcentrados.
Sin embargo, tal conclusión no debe ocultar algunos procesos sumamente negativos. El SNTE, que fue dirigido entre 1949 y 1972 por el ingeniero Jesús Robles Martínez, y entre 1972 y 1989 por el golpeador Carlos Jonguitud Barrios, con el arribo de Elba Esther Gordillo al frente del tercer cacicazgo ha venido sufriendo una degeneración progresiva. En el lapso 1989-1997 el SNTE rehízo sus relaciones con los medios de comunicación y la intelectualidad, abrió su abanico de alianzas en el movimiento obrero internacional, respetó parcialmente los espacios de poder de la CNTE y militó junto a los telefonistas, electricistas, universitarios y otros núcleos de trabajadores en El sindicalismo ante la nación. En el segundo semestre de 1997 se negó a convertir El sindicalismo ante la nación en base de la futura Unión Nacional de Trabajadores. A partir de entonces, dio rienda suelta a un desarrollo derechista incluso antinacional.
Con el triunfo del Partido Acción Nacional, en 2000, el SNTE profundizó su alejamiento de la historia, las tradiciones y las funciones básicas del sindicalismo magisterial, y comenzó a convertirse en un instrumento al servicio de la ultraderecha y la derecha: Elba Esther Gordillo fungió como agente del panismo foxista en el PRI y en la Cámara de Diputados, estableció alianzas con el alto clero católico, las organizaciones reaccionarias de padres de familia y las instituciones privadas de educación superior, defendió los aumentos al IVA, la privatización de la industria eléctrica y el petróleo, introdujo reformas estatutarias sin mediar ninguna discusión, se pronunció abiertamente contra la educación normal, creó un partido burgués, participó sin tapujos en el fraude electoral de 2006, lanzó un agente imperialista como candidato presidencial del Partido Nueva Alianza y es defensora de la contrarreforma laboral. Dicho en pocas palabras, el SNTE viene a ser una especie de partido de derecha promotor de las peores causas.
En tales condiciones, los trabajadores de la enseñanza del Distrito Federal y del resto del país deben resolver si conviene a sus intereses permanecer en las filas del SNTE o constituir una nueva organización sindical.
De la división sindical a la unidad
En la historia del movimiento sindical mexicano se han producido importantes divisiones para, poco después, impulsar la unidad. Así, la separación de Vicente Lombardo Toledano, en septiembre de 1932, de las filas de la Confederación Regional Obrera Mexicana condujo, al año siguiente, a la constitución de la CROM depurada y la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, en 1935 al Comité Nacional de Defensa Proletaria y en 1936 a la Confederación de Trabajadores de México. Para lograr la unidad, era menester romper con la CROM bajo el dominio de un liderazgo corrupto y reaccionario.
Por lo que respecta al profesorado ocurrió algo parecido. En abril de 1935, el ala izquierda de la Confederación Mexicana de Maestros rompió con ésta y formó el combativo Frente Único Nacional de Trabajadores de la Enseñanza, que en diciembre de ese año crearía con otras organizaciones la Confederación Nacional de Trabajadores de la Enseñanza y en 1937 la Federación Mexicana de Trabajadores de la Enseñanza. De esta suerte, la división de la CMM sirvió para abrirle paso al sindicalismo magisterial de masas y a la confluencia del profesorado con la clase obrera, la baja burocracia y el campesinado.
Lo anterior establece una conclusión: si la dirección de una organización unitaria niega durante lustros enteros las funciones básicas de los sindicatos y la elección de los comités seccionales, organiza secciones fantasmales para combatir la lucha magisterial, se embarca en los proyectos y planes antinacionales del neoliberalismo vendepatria, utiliza los millones de pesos de las cuotas sindicales para apoyar candidaturas burguesas y proimperialistas, promueve conferencistas pagados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), combate el normalismo rural y convierte al sindicato en una organización electoral para vender los intereses de los trabajadores, el pueblo y la nación mexicanos, entonces los trabajadores de filas deben definir si conviene permanecer en las filas de un “sindicato” que tiene como aliados a las bandas derechistas llamadas Partido Acción Nacional, Partido Revolucionario Institucional y Partido Verde Ecologista de México, el alto clero, los negociantes de la educación superior y el imperialismo yanqui, o si es menester proceder a construir un sindicato de masas independiente, democrático y clasista. Los maestros defeños tienen la palabra.
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