Ricardo Rocha
Esta es la crónica de una violencia anunciada. El conflicto en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México se ha venido pudriendo más cada uno de los 77 días que se ha extendido. Lo grave es que quienes están detrás juegan con fuego: a ganar e imponer sus condiciones.
Nadie puede creer que, con el pretexto de la autonomía, se mantengan impasibles Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. El primero, ya como jefe de Gobierno, fundó en 2001 la Universidad de la Ciudad de México que, también bajo sus auspicios, alcanzó rango de autonomía en enero de 2005; así que pocos como él conocen su entramado interno. El segundo ha compartido toda su gestión con la UACM y ha estado al tanto de la génesis del actual trance, iniciado bajo el pretexto de inconformidades en la integración del tercero de sus consejos universitarios; aunque en el fondo todos saben que se trata de una lucha a muerte por el control de lo que, pese a todo, sigue siendo un botín político y económico muy apetecible: un alumnado de 14 mil estudiantes y 850 millones de pesos de presupuesto cada año.
Paradójicamente, estas cifras no pintan en el panorama de la educación superior en el Distrito Federal. Baste decir que nuestra UNAM recibe cada año, en sus dos concursos, 183 mil solicitudes de ingreso y sólo puede aceptar a 17 mil jóvenes. Y destacar que las tres instituciones más importantes de la capital, el IPN, la UAM y la propia UNAM, han hecho un esfuerzo admirable por aumentar su matrícula en los tres años recientes, logrando elevar en 47 mil sus nuevos espacios. Así que en la frialdad de los números, la UACM no juega un papel relevante. Lo grave es que en el aspecto meramente educativo la estadística es todavía más cruel: de los 20 mil estudiantes que se inscribieron en 2001, solamente 313 han concluido su carrera y únicamente 74 se han titulado. En paralelo, el presupuesto global que esta universidad ha recibido en una década asciende a 5 mil 176 millones de pesos; es decir, si la medimos por eficiencia, cada egresado nos ha costado a los capitalinos un promedio de 40 millones de pesos. Otro dato: en 2011, el pago de la nómina se llevó el 96% del presupuesto, aunque usted no lo crea. Todo ello, además del cuestionamiento sistemático a su nivel académico y a métodos tan discutibles como el ingreso por sorteo y no por la calificación en un examen de admisión y el pago unificado de 38 mil pesos mensuales a todos los maestros sin importar sus méritos.
Pero más allá del análisis valorativo que justifique o no la existencia de una institución de estas características en el mediano y largo plazos, hay ahora una amenaza inmediata. El hecho de que los “ocupantes” de los edificios de la UACM se cubran el rostro, habla no de estudiantes inconformes, sino de profesionales de la agitación y la violencia. Hace unos días, la policía del DF apareció en el conflicto únicamente como fuerza de disuasión; sin embargo el riesgo de un roce, un choque o de plano un enfrentamiento abierto puede producirse en cualquier momento.
A la hora de escribir estas líneas debe estarse produciendo un encuentro entre paristas con la rectoría de la UACM y con la presencia conciliadora de autoridades del Gobierno capitalino y de la CDHDF en el marco de la Asamblea Legislativa. Un esfuerzo, sin duda, encomiable.
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