Todo
el mundo sabe que existen distintas formas de violencia (violencia
física, económica, política, racial, religiosa, sexual, psicológica,
etcétera). La violencia provoca, o puede provocar, daños físicos o
psicológicos a una persona; es la negación de su condición humana.
Nuestro mundo actual es muy violento, plagado de contradicciones y
conflictos, vivimos más una cultura de la violencia.
Está en todos los
poros de la sociedad. Es una manifestación innegable de la barbarie
civilizada. Lo peor de todo es cuando empezamos a vivir esta cultura
como algo natural, cuando la percibimos como algo dado e inevitable y
que, por tanto, debemos adaptarnos a ella con o sin resignación.La
brutalidad manifiesta. Imágenes de un video: vemos como un capataz
coreano Kim Jaeoak el 17 de octubre propinó patadas y golpes a un
trabajador mexicano de la empresa Sam Won, empresa maquiladora ubicada
en Querétaro, proveedora de la trasnacional Samsung. Peor aún, el
trabajador mexicano no se defendió y fue despedido de inmediato. [http://www.youtube.com/watch?v=PJtGA_e-o2g&feature=related].
Así como vimos la violencia prepotente del capataz sobre el operario,
la contrarreforma laboral neoliberal inmisericorde golpeará jurídica,
económica y políticamente a la clase trabajadora.
Hay que
decirlo claramente: el capital en sí mismo es violencia condensada. El
capital es despótico por naturaleza. Esta forma social de producción ha
engendrado, desde sus orígenes históricos, violencia. Desde la visión
liberal-burguesa al capital se le define como un factor de producción
constituido por inmuebles, maquinaria y materias primas; pero desde un
punto de vista de la crítica de la economía política el capital, en
esencia, es una relación social de producción, de manera más precisa,
es una relación social de explotación. La relación entre capital y
trabajo asalariado es una relación social de explotación de este último
por el primero. Entonces, el capital es aquel valor que se valoriza por
medio de la explotación de la fuerza de trabajo. Y esta explotación es
la forma embrionaria del complejo mundo de la violencia en la sociedad.
Las diversas formas en que se despliega, se reproduce, el
capital, generan a su vez diversas formas de violencia. La génesis de
la violencia social se encuentra en el seno mismo de la explotación del
trabajador. Los salarios miserables, el despido mismo del trabajador de
su fuente de trabajo, y por ende, de su sobrevivencia, son, por
ejemplo, una expresión de violencia económica. Igualmente la carencia
de prestaciones sociales, de seguridad social, son manifestaciones de
este fenómeno. Según una definición, violencia económica “es toda
acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de
la víctima. Se manifiesta a través de limitaciones encaminadas a
controlar el ingreso de sus percepciones económicas, así como la
percepción de un salario menor por igual trabajo, dentro de un mismo
centro laboral”. Al interior del espacio fabril reina el despotismo del
capital. El capataz es el encargado, la personificación del capital, de
“vigilar y castigar” en el mundo del trabajo.
Para poner un
ejemplo más complejo. Las dos guerras mundiales –y las demás guerras
modernas del siglo pasado y presente– son producto histórico del
desarrollo histórico del capital. Las guerras mundiales fueron guerras
interimperialistas por el reparto del mundo, por el dominio del mercado
mundial. Otro ejemplo, el Estado, como capitalista colectiva, es el
instrumento coercitivo sobre la clase trabajadora. Ya lo decía Max
Weber: el Estado detenta del monopolio de la violencia legítima.
Legítima o no, es lo de menos, el Estado aplica la violencia de
cualquier forma. Pero a Weber se le olvido deliberadamente algo
esencial, que el Estado tiene un contenido clasista y por eso su
violencia es para dominar a la clase proletaria.
Por supuesto,
las imágenes del video mencionado van más allá de la violencia
económica y se desbordan al extremo de una violencia física despótica
que raya en la brutalidad absoluta. Eso es lo que alentaría una reforma
laboral regresiva que dejaría casi sin restricciones legales al capital
para explotar al trabajador. Esta contrarreforma laboral es de
naturaleza política regresiva porque atenta directa y legalmente contra
los derechos de los trabajadores.
Esta reaccionaria ley laboral
se aprobaría en una coyuntura histórica donde la clase trabajadora se
encuentra más débil que nunca, totalmente desorganizada y fragmentada.
Ejemplo de ello fue el golpe demoledor que Calderón Hinojosa le dio al
Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) hace tres años. A tal golpe
se suman los asestados a los mineros de Cananea y a los trabajadores de
Mexicana de Aviación. Esta contrarreforma representa una nueva y brutal
ofensiva contra los trabajadores anulando derechos históricos
conquistados. Es el primer paso para continuar con la destrucción de
los servicios y derechos de los trabajadores y de la juventud en vías
de integrarse al mundo laboral.
Es hace necesario crear un gran
frente único de trabajadores para defender sus derechos. De ahí la
importancia política de la “Convención Nacional Sindical en Defensa de
las Conquistas” realizada el domingo pasado. Su declaración afirma que
esta reforma “fragua uno de los mayores atracos contra la gente que
vive de su trabajo y contra sus organizaciones sindicales: la reforma…
que por tanto tiempo buscó la patronal, a su gusto y medida, está en
marcha.”
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