11/16/2012

La Muestra Elefante blanco

Carlos Bonfil

Elefante blanco, séptimo largometraje del argentino Pablo Trapero, alude a la inmensa estructura hospitalaria, el más grande nosocomio de América Latina, que se empezó a construir en los años 30 y fue interrumpida y abandonada, convirtiéndose en refugio de parias y usuarios de drogas, desocupados y gente sin hogar.
Enclavada en una de las villas miseria que en Buenos Aires, como en otras grandes urbes del continente americano, coexisten con opulentos barrios residenciales, esta zona de pauperización y abandono es para el cineasta el objeto de una más de sus recurrentes radiografías sociales. Recuérdense su thriller Carancho, ubicado en un ambiente de hospitales; también el universo carcelario de Leonera o la notable incursión en los medios policiacos en El bonaerense.

Esta voluntad de llevar un registro puntual de las lacras y corruptelas urbanas, en contraste oportuno con los discursos satisfechos de un neoliberalismo en crisis, Trapero la combina de manera astuta con su predilección por el género del thriller, cine de acción que aquí procura expresar un claro compromiso social.

Este compromiso lo representan dos sacerdotes católicos progresistas, el padre Julián (Ricardo Darín) y Nicolás (Jérémie Rénier), de origen belga, involucrados en la lucha de los habitantes de una barriada pobre para mejorar sus condiciones de vida y sobrevivir a los enfrentamientos entre la policía y las bandas de narcotraficantes que dominan el lugar. Una trama paralela muestra las dudas y dilemas morales del padre Nicolás en su relación amorosa y sexual con Luciana (Martina Gusman), joven activista, pero lo hace con naturalidad y sin mayores aspavientos.
El guión, elaborado por el propio director y tres colaboradores, añade informaciones fragmentadas que a la postre resultan algo innecesarias (una enfermedad degenerativa del padre Julián, llevada en secreto, a manera de cilicio, y el homenaje a la memoria del también progresista padre Carlos Mugica, abatido por la dictadura en 1974). Si a esto se añaden supersticiones que hablan de curas milagrosas o, de modo más retórico aún, del milagro de sobrevivir, emparentando la cinta una batalla personal contra un cáncer con la lucha de una colectividad por sobrellevar la pobreza extrema, el mensaje se antoja demasiado obvio.

Con destreza suficiente en su recreación de atmósferas urbanas y en su conciso señalamiento de una espiral de corrupción social, Pablo Trapero no requiere de subtramas convencionales que sólo devienen lastres para su talento expresivo. Pareciera que las digresiones argumentales buscan dotar de complejidad al personaje de Ricardo Darín y apuntalar todavía más su carisma popular. Lo que en realidad consiguen es trivializar la figura de un actor tan notable como Jérémie Rénier (mucho mejor aprovechado por los hermanos Dardenne) y restar sobriedad y control artístico a un thriller que prometía más de lo que finalmente ofrece.

La Muestra Internacional de Cine se exhibe actualmente en las salas 7, 8 y 10 de la Cineteca Nacional, y después en un amplio circuito comercial. Títulos y horarios: www.cinetecanacional.net

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